Vigo, el mejor asilo de ancianos.
 Cuando llegué a Vigo, el de Pontevedra, me encontré con un pueblo grande, con mucha gente trabajando y moviendo riqueza de un lado a otro. Era gente de pueblos, arribada para buscarse la vida cuando en los pueblos de Galicia empezaba a escasear eso que en las ciudades llamaban comadidades. Era cierto que en los pueblos faltaban muchas cosas; pero ahora, por desgracia, faltan los pueblos mismos. No son más que lugares fantasmales por obra y gracia de la concentración animal propuesta por los gobiernos para mejor control del ganado humano... En aquellos tiempos daba gusto andar por Vigo, ya que se veía ese toque pueblerino mezclado con las ganas de ser algo más. Había trabajo, no se veía droga por ningún lado, las calles eran normales, pero podías circular por ellas como por tu propia casa... Vino la política, lo invadió todo y este hermoso pueblo convertido en ciudad se trastocó tanto que parece un jardín de "mírame y no me toques". Por donde antes circulabas con toda tranquilidad ahora malamente puedes andar a pie. Y digo "andar a pie" porque, al ensanchar las aceras en un sesenta por ciento, el concello instaló sus negocios de terrazas, sus arboledas productoras de alergias de todo tipo y esas asquerosas cajas de plásticos en donde arrojamos de mala maneras los resíduos diarios. En consecuencia, encontramos calles sobrantes de lujo, para que caguen los perros y gaviotas, y otras que da penas ver. Cientos de casas en ruínas, miles de pisos vaciós y debajo de los puentes montones de indigentes sin casi nada que meter en la boca. Y entretanto montones de dinero tirado en granito importado de Portugal, colocado por portugueses casi todos ellos, y los ciudadanos locales "a pagar la deuda que los señores feudales contraen para hacer privado el dinero público"... Con los bolsillos llenos en cuatro años y la pensión asegurada... se ríen y la montan por todo lo alto. ¿Exagero? ¡Exagero! Pero también afirmo con rabia que es la triste realidad. Vigo, un lugar excelente para todo, hasta para descansar, no es más que un asilo de ancianos en donde la juventud tiene que arrastrar la carga a pie para poder trabajar tranquilamente. Se pueden hacer cómodas las ciudades sin que sean prohibitivas... Claro que, con la manía de prohibirlo todo en estos tiempos, no es de extrañar que nos pongan un collar al cuello para poder localizarnos en cada momento.
Por lo demás tenemos algo que no tiene nadie: Vigo y su entorno son únicos en el mundo y, a pesar de los errores, satisface la curiosidad de quien lo visita. Tenemos artistas de todo tipo, escritores buenos, y malos como yo, gente de todos los colores y una buena armonía de covivencia. Sólo nos falta que el director de la orquesta sea el adecuado, como algunos que están en la memoria de todos...
Por in Vigo más feliz y libre.
PacoBarxa.
sábado, 26 de marzo de 2011 a las 12:58
Enviado por PacoBarxa
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