Se va el verano...
Me has dejado con tres palmos de narices. ¡Me he quedado cual quijote sin su lanza! Me dejaste como caña con su tanza y el anzuelo al que se clavan las lombrices. Soy un palo de velero sin velamen, soy un pelo de la oreja sin cerumen, soy el índice del un libro, me resumen. Soy un plato de bombones, me relamen. Quise darte una lección de convivencia ofreciéndote mis huesos, mis despojos, con el brillo de las niñas de mis ojos que demuestran claramente mi insistencia. Me miraste con tu máscara de fiera sacudiendo esa melena con orgullo; vi en tus labios que decías: "¡No, capullo!" Y me fui sin rechistar por la escalera. Sin embargo esta mañana de improviso te contemplo blasonada de pellejos. Corre el tiempo sin piedad y somos viejos que esperamos embarcar sin previo aviso.
martes, 10 de septiembre de 2013 a las 9:06
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Cuando veas...
"Cuando veas que el ambiente que te rodea está demasiado cargado... ponte tu funda de erizo y proteje tu intimidad porque para ti debe ser lo más sagrado. Los demás que se busquen la vida. Eso no es egoísmo, sino supervivencia ante el egoísmo de los demás". Lo dijo Blás y punto cuadrado... porque cuadra con la sentencia, vaya!
domingo, 08 de septiembre de 2013 a las 11:55
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Lo repite Pérez
Hablando con Pérez me contaba el otro día que... "Nací nueve meses antes del solsticio de verano. Mi padre era muy aficionado a pescar en el Orinoco después de una excursión que hizo al Titicaca, en donde estuvo a punto de ser devorado por un tiburón de agua dulce. Yo me quedé con mi abuelo, porque llevarme con él sería un engorro de mucho morro para mi padre. El abuelo, como casi siempre estaba soplando en el porrón, se empeñó en que estudiara solfeo, pues soltaba cada sinfonía en estado de éxtasis etílico que quería tener a su lado a alguien que trascribiese sus acordes de la manera más fiel posible. ¡Y quién mejor que su querido nieto! Me llevó al conservatorio. El director nada más ver a mi abuelo decidió meterme en el curso de "solguapo", ya que mi viejo era más feo que su tatarabuelo, que mira tú si era feo que cuando pasaba él se hundía el suelo... por no verle la cara. Dos años llevaba yo con la solfa y me llamaron a filas, yendo a caer a Melilla. Cuando salíamos de patrulla por la frontera de moros me ponían de primero de la fila, no por valiente, sino porque al verme tan feo todos los hijos de Alá salían escopetados y no paraban hasta refugiarse en los valles de Tetuán, que en aquellos años daba más leche que nunca y que sabía a camella recién ordeñada. Un día nos enbarcamos en el velero de un tal Bastián Elcano siguiendo la ruta del Collón para ayudar a los gringos a Ber mudas en el Triángulo obtuso... Nada más triangulamos la esfera cuadrada empezaron a salir monstruos por todas partes, que no se sabía si eran marinos o celestiales. Entonces me gritó el capitán: - "¡¡Ponte inmediatamente en la proa haciendo porque sólo tu cara dura podrá salvar la expedición!!"... Como yo era más feo que todos aquellos marcianitos que secuestraban barcos y aviones de los Gringos para convertirlos en chatarra y nagociar con los del Putón, al verme de mascarón de proa desapareció toda aquella monstruosidad... Los gringos en recompensa me dieron una copia miniatura de su estatua de la Libertina y ordenaron al capitán a evaporarse del lugar antes de montar en un cañón una réplica de la bomba de Hiroshima Nalgalsaco. A mi me sentó tan mal que todos se aprovechasen de mi fealdad, que un día cargué el mosquetón y segué a tiros todas las chumberas del Sahara Occidental. Fue en el tiroteo cuando conocí a la hija de la Chunga, la Chunguera, de la que me enamoré locamente, tanto que de abrazarla siempre andaba cubierto de pinchos por todos los costados. Y un día de calor le pedí que se casara conmigo; menos mal que por la noche desistí de hacerlo, de lo contrario a estas horas sería el padre de una docena de hijos chungos... Licenciado que me vi quise emigrar a Bilbao; pero mi abuelo me obligó a seguir solfeando. Para ello reingresé en el conversatorio en donde pasábamos casi todo el día de cháchara, ya que los maestros estaban más por el Athlety que por los violones. Allí aprendí a jugar a las canicas, la cucaña, la carrera de sacos, tiro a la rana, billarda, al marro, a la petanca, las tres en raya y al pilla pilla. Y mira si era pillo que hacía trampa y siempre quedaba de primero... Pero lo que nunca más volví a consentir fue que me llamasen feo. Por eso al terminar la carrera instrumental me nombraron director del "Orguapón" donostiarra después de ponerle ocho cuerdas a la guitarra. Fui profesor de "solguapo" muchos años de mi vida y al final, como era de esperar, me recompensaron con el primer premio de descomposición dodecacafónica consiguiendo el "troguapo" horriris causa consistente en un "camaguapo" que representa a todos los feos de mi árbol genealógico pero en "guapo"... Cuando Pérez remató su relato me daba en la nariz que algo heredó de su abuelo...
viernes, 06 de septiembre de 2013 a las 11:28
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Onte durmín...
Onte durmín á sonlleira, hoxe non durmo, que chove. Xa me erguín cedo... Ás nove xa estaba o galo a cantar que lle fixera o xantar que quería ir a Lestrobe.
miércoles, 04 de septiembre de 2013 a las 12:50
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