Del libro "RECUERDOS DE ABEDES"
RECUERDOS, PEQUEÑA HISTORIA DE ABEDES SIGLO XX JOAQUÍN NIEVES Para Elena Blanco, Amelia Gonzàlez, Domi Fernàndez y todos los vecinos de aquella mi aldea.
PRÓLOGO Nos disponemos a escribir la historia de Abedes, una de aquellas aldeas del alfoz de Verìn de la que a finales de los años veinte del Siglo XX fuimos vecinos, conviviendo con gentes del mundo rural, gentes que nos guiaban en nuestros pasos de la niñez e incluso de adolescentes, compartiendo sus inquietudes integrados en su ambiente familiar. A lo largo de tres décadas pudimos recopilar episodios domésticos, conocer en profundidad un ambiente en el que se desenvolvían hombres, mujeres y niños con costumbres ancestrales en muchos casos remozadas con la emigración probando fortuna en tierras americanas. Como nuestra intención es que todas aquellas vivencias no se pierdan, o se olviden, las relatamos como modesto homenaje a personas, muchas de ellas a caballo entre dos siglos no exentos de convulsiones y episodios, como el siglo que nos tocó vivir en Abedes, enmarcado en una guerra civil, entre dos grandes conflictos mundiales. Fuimos testigos de hechos que cambiaron la fisonomía y viejas costumbres. Otras se mantienen adaptadas a tiempos modernos y, así, pasamos del alumbrado con "fachones" o "Fachucos" que Valladares relata en su diccionario Gallego-castellano, tiempos de farol, candil y quinqué a la iluminación eléctrica. De aquello a esto mediaron muchos años y no menos cosas que aun recordamos. En la escuela rural, donde nos iniciábamos con el "Silabario" y el "Catón" llegamos a inclinar el codo en el pupitre para el estudio de primaria con el "Rayas" y las enciclopedias de "Dalmau", que, quienes nos siguieron ya lo hicieron con la de "Álvarez". En la fachada del colegio donde se conserva la vieja parra, aún pudimos ver la anilla de metal que sostenía la bandera. Todo es distinto hoy a aquella aldea a la que llegábamos al final de los años veinte, coincidiendo con la "gran recesión" económica mundial que en nuestra condición de niño ni entendíamos, ni comprendíamos. Lo que si conocimos fue la otra crisis de la escasez, del racionamiento, del estraperlo, de una cruda realidad en postguerra que nos marcaba para el futuro en el que nos iniciábamos para el periodismo, nuestra vocación y profesión, que aprovechamos para estos "RECUERDOS". AÑO 1929. Grabada está en la memoria la llegada a Abedes un día -no recordamos- de 1929, procedentes de San Mamed del Bollo, parroquia del alfòz de Viana, para un largo discurrir de la vida en otra aldea, esta parroquia de Verin, donde nuestro padre Carlos Nieves pasaba a ser maestro en propiedad de la Escuela Nacional de la pedanía con un amplio censo escolar de cerca de un centenar de niños y niñas bajo su tutela y formación educativa. Fué en esa Escuela donde, al lado de otros muchachos, aprendimos a leer, escribir y conocer las cuatro reglas. La condición de hijo de profesor era de igualdad compartiendo banco, escritura y lectura, sin ningún trato de favor. Carlos Nieves Borjas, que regentó la escuela nacional mixta de Ábedes durante treinta años, recordado por quienes fueron sus alumnos. También impartió clases en Abedes la esposa del Maestro, doña Joaquina López Nùñez, enseñando labores a las niñas en horario de tarde, quien también fué profesora de Rasela, Caldeliñas y Cabreiroà, parroquias cercanas a Verìn, donde se jubiló en el Grupo Escolar, en la actualidad "Colegio Público Amaro Refojo" centro que en noviembre de 2009 conmemoró con diversos actos las "Bodas de oro".
Los maestros de Ábedes y Verín, Don Carlos y Doña Joaquina No solo compartíamos nociones de primera enseñanza, ya que asistíamos al recreo, con juegos y diversiones propias de la edad: el "marro", la billarda, las canicas del gua, el corro y otras de tantas diversiones de la infancia, niños y niñas de un centro de escolarización mixto, en sana convivencia de familiaridad. De los juegos autóctonos de la localidad existía el de "o marro" que consistía en dos grupos rivales, con el mismo numero de participantes. Ahora que salto a la palestra la remodelación de la plazoleta y patio donde los escolares solían practicar toda clase de juegos en horas de recreo o cuando acudían en grupos a lo largo del día. Había en esa larga lista xogos de rapaces y de rapazas adaptados a las peculiaridades de cada sexo y los mixtos, para compartirlos ambos. A mitad del pasado siglo llegaban los "diávolos", una cuerdecita, cuyos extremos se sujetaban a dos palos, que mediante acompasados movimientos de brazos, hacían deslizar por el cordel un cono de goma maciza, que, con destreza, abriendo los brazos en cruz, saltaba al aire para recogerlo, como solían hacer los malabaristas circenses. Parejo estaba el "yo-yo" que consistía en dos discos pequeños, unidos por el centro y con un cordel sujeto a un dedo se hacia subir y bajar mediante un movimiento de mano para que el doble disco se fuese enrollando en la cuerda, consiguiendo a fuerza de entrenamiento realizar diversos ejercicios. Teresita y Angelines en Ábedes (año 1939), quienes disfrutaban de los juegos de niñas y se divertían con el aro. El "yo-yo" y el diávolo en el patio de Melo. De los juegos autóctonos de la localidad existían: "o marro" que consistía en dos grupos rivales, con el mismo número de participantes en cada formación, situándose frente a frente, a una distancia de varios metros, iniciándose la persecución individual, quedando el apresado en poder del grupo apresor y, así ir formando una cadena, extendiendo el brazo para ser liberado por un corredor de su bando, manteniéndose la disputa hasta la total aprensión de los contrarios o la liberación de los encadenados. Juegos mas conocidos eran los de "as canicas" o el "gua" que consistía en ganar bolas de cristal, entonces de botellines de gaseosa, o de barro, en las 8 diversas modalidades en las que la "puntería" era fundamental. La billarda a base de dos palos, uno como "bate" y otro fino que se lanzaba y se hacia apuesta en la medición con el "bate" para lograr el número de puntos concertado. En las chapas había varias modalidades, las más conocidas eran carreras utilizando las de siempre conocidas tapas metálicas de botellines, deslizándolas en el trazado sobre tierra, o espacio plano, utilizando un dedo a modo de catapulta o bien para desplazar una pequeña bola evitando salir del trazado, y así llegar el primero a la meta. Otras chapas eran lanzando al aire dos monedas de cobre y jugar a cara y cruz, o bien lanzando con fuerza una moneda sobre la verticalidad de una puerta, siendo ambas modalidades un juego de mayores. Las niñas solían jugar a "las tabas" , a tres en raya, o a enlazar la cuerda, entretenimiento muy propio de días de inclemencia, ya que se utilizaban recintos cerrados, y consistía en ir entrelazando los lazos, formando figuras, a medida que se iban pasando de unas manos a otras. Aunque el juego de bolos era propio de mayores, apenas tenía practicantes en la localidad. No así el de "a chave" que consistía en clavar en el suelo una barra de hierro con dos brazos en cruz sobre la que equipos competidores lanzaban un disco de metal para ir sumando puntos hasta conseguir alcanzar los estipulados en las apuestas. As "rayas no chao" En la zona más plana del Patio de Melo, se trazaba en el suelo un rectángulo dividido en varias casillas cuadradas, sobre las que se iba lanzando un trozo de teja y cada niña iba saltando mientras deslizaba la teja con el pie a "pata coja", de un cuadro a otro, sin ningún fallo. Se jugaba a la gallina ciega, formando un corro , en el que se situaba la niña con un pañuelo tapando los ojos y tenia que atinar el nombre de la que sujetaba, entonando el grupo aquello de "al corro de la patata". Otra modalidad consistía en manejar un palo y localizar un objeto no sin que a la "pita cega" se le moviese dándole vueltas a su cuerpo para que perdiese la orientación, poniéndole difícil el objetivo. Nadie olvida el juego de "a comba" que solía ser individual o en grupo, cantando aquello de "al pasar la barca me dijo el barquero..." y muchas canciones apropiadas acompañando el salto sobre la comba. Juego de niños era el de "el burro" que consistía en colocarse uno sosteniendo a quienes se colocaban inclinados sobre los que se iba saltando y se hacia el acertijo para que los que saltaban a horcajadas pasasen a la posición de "burro". Alternándose unos y otros. Otro de los juegos populares de Abedes era el aro en su modalidad de llevar la rueda mediante un alambre con una pequeña horquilla, haciendo un recorrido por la acera desde el Patio de Melo, hasta el Horno de la comunidad vecinal. Otro de los juegos populares de Abedes era el aro en su modalidad de llevar la rueda mediante un alambre con una pequeña horquilla, haciendo un recorrido por la acera desde el Patio de Melo, hasta el Horno de la comunidad vecinal. Esto, a grandes rasgos, es el resumen de xogos de rapaces de aquella feligresía que, en las primeras décadas del pasado siglo, contaba con un amplio censo infantil, y diariamente, medio centenar de niños llenaban aquella escuela mixta, con tres secciones de alumnos en su aprendizaje. Al iniciarse la década de los años treinta mantuvimos aquella forma de vivir en Abedes, las cotidianas visitas a la Villa en días dominicales o de mercado. Las sesiones de cine mudo en "La Peña", algún partido en el campo de la Granja, después en el Toral, nuevos amigos en el preparatorio para ingresar en el bachillerato en el Instituto "Padre Feijoo" de Orense, acompañar a los "mozos" en las clases nocturnas a la luz de un aparato de carburo. Escuchar cuentos y cosas de mayores en los fiadeiros invernales al calor de las lareiras. Episodios personales de emigrantes en Buenos Aires, Cuba, Sao Paulo o Santos donde habían acudido en busca de fortuna, hechos de la vida cotidiana que en la vida moderna nos traen tertulias rosas y amarillas. Por la proximidad con la Villa disfrutábamos de aquellos festejos, compartiendo ferias y fiestas de carnaval con la presencia de cigarrones, látigo en mano, seguidos de la chiquillería entre la que nos mezclábamos rapaces de Abedes para las "fariñadas" y "betunadas", entonces en boga. En Abedes los cigarrones solían acudir a la Romería de San Antón. Típico cigarrón de un día de San Antón Fue en aquella década de inicio de los años treinta cuando un grupo de vecinas, en su mayoría jóvenes, mantenían las tradiciones religiosas, tan arraigadas en el medio rural y formaron la asociación de "Hijas de María" asistiendo diariamente al Rosario vespertino ante la imagen de la Virgen que ocupaba uno de los altares inmediato al púlpito, disponiendo de reclinatorios hechos por aquellos artesanos carpinteros. Aquellas mujeres fueron el espejo donde nos fijábamos siendo niños. Mujeres de Ábedes fotografiadas en la casa rectoral, siendo párroco Don Antonio Armada, director espiritual del grupo en el que figuran la maestra Doña Joaquina, con sus tres hijos, recién afincados en la feligresía en 1929. En el grupo están las hermanas del abada: Claudia, Isabel, Milagros, Ramona, Cándida, Antonia, Olimpia, Maruja y Luisa.
FIADEIROS. En abril de 2008 escribíamos en la pág. de Abedes un comentario con el tìtulo: "Fiadeiros o calor da lume nas lareiras", relato como pequeña historia de estas reuniones invernales en las cocinas de la feligresía. Allá cuando transcurría el primer tercio del Siglo XX en las aldeas del alfoz de Verin, en las parroquias de Cabreiroa, Abedes, Rasela, Pousa, los vecinos acostumbraban a reunirse, en largas veladas nocturnas, durante meses de invierno. Eran tradicionales fiadeiros, donde en torno a la fogata de lardeira, al calor de la lumbre y un candil de petróleo, o de aceite, con luz mortecina, los contertulios iban narrando hechos anecdóticos, de casos y cosas que rozaban lo macabro y la fantasía superaba a la realidad de los comentarios. En esas aldeas, tan inmediatas a la Villa, aún no se disponía de luz eléctrica, siendo el principal medio de comunicación el boca a boca oral, conversando los adultos y con atención de los adolescentes, que escuchaban atentos aquellos cuentos para no dormir, especialmente en temas de terror y brujería, que como el dicho popular habría que decir que "haberlas hailas" y así viene a la memoria el relato en un fiadeiro de Abedes, donde un vecino apellidado Santamarina, aseguraba que él fue protagonista de LA SANTA COMPAÑA, cuando mozo cortejaba a la que fue su esposa, la señora Rosa, experta cocinera en la emigración a America. Decía el señor Santamarina, que la mocedad de la aldea le atribuía estar en posesión de la Cruz, que por entonces los supersticiosos atribuían mal presagio, con fatídico final si no la pasaba a otra persona para verse liberado de aquel maleficio. Así, decía, que la SANTA COMPAÑA le permitía acercarse a la vivienda de su prometida con el camino expedito. Otros tertulianos ofrecían semejantes episodios, más o menos relacionados con el asunto, desbordándose las fantasías, según cada experiencia de vivencias rememoradas, relatos de tradiciones arraigadas en el medio rural, recogidas en trabajos de los maestros del periodismo comarcano, Jesús Taboada Chivite y José M. Pereda Álvarez, éste en su libro A OS CONTOS, editado por Fojo de Vivero, y a los que pueden añadirse estudios etnográficos publicados en la Revista portuguesa Douro Litoral, dirigida por el Dr. Pires de Lima, cuya colección conservan los señores Pereda, Taboada y Nieves. De aquellas parrafadas de grandes episodios reales o ficticios apenas queda constancia en los anales de la pequeña historia de nuestras pedanías tan cercanas a la capitalidad del Municipio, aunque, posiblemente sirviesen de apoyo a datos que aprovecharon los maestros Taboada y Pereda para incluirlos en trabajos etnográficos de investigación, como la ya citada Santa Compaña, ritos y costumbres arraigados en el mundo rural, recogidos por tradición oral, muchos de ellos recogidos en las revistas lusas como la de Guimeraes o "Douro Litoral del Museo de Etnografía e Historia de Oporto". Además de aquellos fiadeiros de lareira, en las noches de invierno, cuando las tertulias se hacían en torno a una fogata de leños, entre los temas costumbristas hay uno que siempre salía a colación, ya que era frecuente el que vecinos de ambos sexos acudieran a echadoras de cartas para saber su porvenir, costumbre que nunca se perdió, llegando hasta nuestros días con las adivinas de Tarot. En uno de los pueblos de la comarca había un curandeiro famoso que usando una pata de conejo hacia el conjuro que llamaban del unicornio, para arrojar los malos espíritus del cuerpo, a lo que aquellas gentes daban mas crédito, en ocasiones, que a la ciencia médica, creencia que se trasmitía en los fiadeiros. De aquellas artes de brujería ya escribía Marcial Valladares Núñez, correspondiente de la Real Academia Española, autor del primer diccionario Gallego-Castellano editado en la Imprenta del Seminario Conciliar Central de Santiago en 1884, en su pág. 510 lo de SABIAS, sagas dedicadas a una especie de brujería, o hechiceras, que -decía- muy comunes en nuestro país, calificándolas de mujeres desvergonzadas y ladinas de entre la clase baja, que, dando su alma al diablo, o suponiendo pactos con él, estafaban y engañaban con su habilidad y charlatanería a muchos aldeanos, que nada sabían de aquellas estratagemas y acudían a consultarlas para satisfacer su curiosidad instintiva que hay en el hombre hacia lo extraordinario y misterioso. A estas SABIAS, hechiceras o adivinas, comentaban los contertulios, en la lareira de Don Santos, militar retirado vecino de Abedes, conocedor de muchas anécdotas, el maestro del pueblo, don Carlos, el cura y, en ocasiones el que fue su yerno don José Prieto Costela. Así, salían a la luz estas curiosas costumbres del pueblo llano, ya que según el anfitrión de la casa, las echadoras de naipes cobraban en especie, bien productos de la matanza, o frutos del campo o algún que otro animal de corral. En la mayoría de las ocasiones, eran mujeres casaderas que deseaban conocer las virtudes o defectos de sus galanteadores, que la echadora conocía por la familiaridad entre consultadoras y que en otros casos, según escribe Valladares en su diccionario eran personas, generalmente varones, que habían sido objeto de algún pequeño robo y deseaban conocer el nombre del autor y la SABIA -escribe Valladares- muestra el naipe y dice lo que anuncia y, si algo oyó de Casquinomancia, hace la suerte de la paneira, adivinación que hace colocando un tamiz sobre unas tijeras, o tenazas, cogidas con dos dedos y le dice el nombre del sospechoso. Otros tertulianos aportan datos de maleficios sobre males en el ganado o bienes y padecimientos de mujeres así como desgracias familiares, dándose la clientela satisfecha con las respuestas. Estos temas de la vida cotidiana de una sociedad aferrada al medio rural, motivaban el mayor interés en los contertulios de estos famosos fiadeiros de la pedanía, que, aunque muy cercana a Verin, trataba con más interés los asuntos domésticos más cercanos. Fueron años de la primera mitad del Siglo XX, cuando Abedes aún carecía de alumbrado eléctrico y las reuniones se hacían a la luz de un candil o de un aparato de carburo, mientras sobre los leños se calentaba una jarra de vino para, trago a trago, animar la velada. Plazoleta del emigrante al borde de la carretera, lugar donde se despedían gentes que en las primeras décadas del siglo emigraban para "hacer las Américas", y en donde estaba la lareira de Don Santos Álvarez de fiadeiros.
Foto del Maestro DON CARLOS
jueves, 15 de marzo de 2012 a las 8:41
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