SAN ANTON
Por San Anton gallinita, pon
(Refrán popular)
Medio siglo separa este San Anton de la fiesta de aquel otro en 1963, última vez que asistimos en familia acompañando a vecinos de Abedes que traen hoy la memoria de una tarde lluviosa, asando el chourizo en la hoguera entre las rocas. No olvidamos a entrañables gentes del pueblo, que acudían en masa a la pequeña campa con la Capilla como atalaya vigilante. Allí en otras fogatas estaban Avelino, Amalia y sus hijos entre ellos el siempre recordado Benxamin, quien nos permitía acompañar las longanizas con un buen vino casero de su bota y un trozo de aquel rico de pan del país, mientras los gaiteiros de Vences sacaban sones populares.
La tarde se hacia corta, la noche se echaba encima, y la falta de luz en un día plomizo adelantaba las despedidas, los adioses, que no se repitieron en décadas, ya que la mayoría de los romeros nos fueron dejando en la andadura del tiempo y hoy es obligado recordar, como el pasado año les recordábamos al asistir a la Eucaristía en la vieja iglesia del lugar, en torno de aquel atrio ahora sin olivos, descansan los cuerpos de muchos de esos vecinos amigos que nos dejaron.
Se mantenía la tradición que habíamos seguido durante años con la subasta de ofrendas al Santo, pujando el sacristán de la pedanía, Santiago Fernández, las piezas de porcino de la reciente matanza, música y cigarrones poniendo la nota alegre en el ambiente que recogimos en documentos gráficos, como el que ofrecemos al sorprender a nuestros padres, hermana, sobrinas y esposa, con el pariente Leopoldo, de Veiga do Xeixo, con su inseparable sombrero, inclinado sobre la fogata, asando el chourizo al espeto. Desde 1963 no habíamos vuelto a disfrutar de la Romería, hasta el pasado año., recordado aquel otro en el que, meses después, nacía nuestro segundo hijo, quien, ahora, disfrutó y conoció la lejana tradición en 2010.
Aquel día de hace medio siglo, trae recuerdos, grandes y entrañables de aquella juventud verinense, amigos con los que acudimos en la fecha citada a la recién inaugurada discoteca de la planta sótano del Buenos Aires, donde despedíamos brindando por un año recién inaugurado, a aquel ahijado Emiliano Gonzalez Valsa, de Caldeliñas ,que, al siguiente día, emprendía el camino de la emigración a tierras americanas y nosotros viajábamos a León, dejando atrás una de tantas vivencias que depara la vida a las personas con incógnitas ahora despejadas y que ,suponemos, son remozadas por quienes en Verin las compartieron.
Fue aquella una velada con la que rematábamos la festividad de San Anton, al lado de viejos amigos y compañeros de estudio que no olvidamos hoy, mirando al pasado, aquella romería a la que desde Verin acudíamos por atajos , entre viñedos, desde el pinar de Sousas, entonando cánticos populares. Paisaje distinto del de lejanos años, que se nos antojan una eternidad, ya que modernas edificaciones se levantan hoy en lo que fueron "touzas, robledales y caminos intransitables.
Permítasenos al escribir este relato quedar con aquella imagen de entonces que trae añoranzas y recuerdos del pasado, con una juventud, heredera de aquella otra de nuestra generación , juventud que mantiene encendida la antorcha a través de las vicisitudes de cada época.
Joaquín NIEVES
lunes, 10 de enero de 2011 a las 11:25
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IGUALDAD DE FAENAS
Cuando ahora tanto se habla, dice y escribe sobre igualdad. Volvemos la mirada atrás viendo nuestro campesinado de Abedes, compartiendo en el circulo familiar, faenas domesticas hombres y mujeres, viejos y jóvenes, arrimando el hombro, como solía decirse, en tareas cotidianas.
Nos remontamos a los años treinta, cuando la mujer campesina, salía al campo para todas las labores compartidas en el sen familiar. Aquel dicho de : " A nuller y a sarten, na cociña estan ben", que algunos apostillaban en tono despectivo, desconocían que, además de estar en la cocina, se las veía apacentar el ganado, llevar la vecera, ir al molino, e, incluso tirar de la yunta con el carro.
Habría que levantar un monumento a aquellas mujeres, que soportaban el peso sin desmayar en medio de vigilias e, incluso sacrificios que habría que valorar ahora cuando tanto se habla de paridad e igualdad en el trabajo pero no tanto en el sueldo.
Cierto es que los pantalones los llevaba el varón, pero no es menos cierto que aquellas mujeres del pueblo, también llevaban bien puestas la saya y el refajo en el cotidiano vivir que, al paso de los años, quienes conocimos a las que fueron vecinas tenemos que dedicarle con cariñoso recuerdo su voluntad de trabajo que sabían trasmitir a sus hijas llamadas a ser cabezas de familia.
Sabían cuales eran sus derechos y obligaciones si necesidad de leyes que lo reconocieran, porque era la verdadera ley de la vida, con preceptos naturales difíciles de superar.
No olvidemos aquella igualdad de faenas compartidas entre varones y hembras en un pueblo donde imperaba la paz y la convivencia y no se conocía lo que hoy se da en llamar violencia de genero, y todo lo que trae el progreso a través de esta telebasura que antaño, por no haber , no teníamos ni alumbrado, que, al llegar, fue bien acogido sin romper costumbres y tradiciones que, Dios quiera se conserven para compartir aquella igualdad de la que los mayores hicieron gala, y persistan estampas como la de la anciana con los bueyes y la carreta.
Joaquín NIEVES
domingo, 07 de noviembre de 2010 a las 17:39
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