Granyena de les Garrigues
Granyena de les Garrigues es un pequeño pueblo situado a una altitud de 368 m. sobre el nivel del mar, situado a unos 25 Km. de Lleida y en la comarca de Les Garrigues. Actualmente tiene alrededor de 150 habitantes, pues ha perdido más de la mitad de los mismos, debido principalmente por ser una tierra muy seca y con una pobre agricultura basada en el cultivo exclusivamente del olivo y del almendro, si bien anteriormente también se cultivaba algo de cereal y de viña. Situado en la cima de un pequeño altiplano que separa la Vall de Comaprunera, al Norte, de la Vall Major, al Sur y desde la que se divisa un vasto paisaje que abarca desde los Pirineos hasta la sierra del Montsant. Si se accede al mismo viniendo de Lleida, su silueta se divisa a gran distancia, debido a su privilegiada situación, y si es durante la primavera, en plena floración de los almendros, puede disfrutarse de un magnífico espectáculo con la blanca alfombra floral que ofrece una gran hondonada plantada de los citados árboles en el lado izquierdo de la carretera que va subiendo y ondulándose suavemente hasta llegar a Granyena de les Garrigues, mi pueblo natal. Años atrás llegaba diariamente la tartana con el correo desde Lleida, pues Granyena era el núcleo más importante de los alrededores. Por eso aquí se recibía, además del correo del pueblo, el de La Granadella, Juncosa, LAlbagés, El Cogul y Torrebeses. Cuando llegaba ya le esperaban los carteros de estos pueblos que, a pie, se llevaban la correspondencia y a la mañana siguiente ya estaban otra vez para entregar el correo y los encargos de estos pueblos, por lo que mucho de su trayecto lo hacían de noche. La tartana del correo también transportaba algún viajero que necesitaba desplazarse hasta Lleida. En este tiempo Granyena tenía médico, farmacéutico y sacerdote. Los edificios más destacables son la iglesia parroquial, edificada entre los años 1763 y 1800, con una fachada de estilo barroco y dedicada a San Miguel, que fue construida en lo que había sido un antiguo castillo. La fachada es barroca con una original puerta de acceso flanqueada por dos columnas que sostienen un arco abierto, en el que está una hornacina donde estuvo hasta el año 1936 una imagen de San Miguel. Encima está esculpida una cara flanqueada por unas pequeñas alitas y que, según la creencia popular, perteneció a un personaje del lugar que no quiso colaborar en la financiación para la construcción del templo. El interior de la misma es de estilo neoclásico y la decoración actual es bastante sencilla. Nada que ver con el magnífico altar mayor que existía antes de la guerra civil, destruido y quemado durante la contienda junto con las demás imágenes. Procedente de la Catedral de Lleida se trajo el Altar Mayor, que una vez en el pueblo se comprobó que por su altura no cabía en la iglesia. Como solución se procedió a rebajar el interior de la nave central. Durante esta operación se encontraron unas tumbas y en una de ellas estaba enterrada una señora. Esta persona llevaba en la mano una especie de botellita o frasco, sellado, que contenía los documentos con los derechos de posesión del castillo y de la cesión del mismo para la edificación de la iglesia. El actual altar mayor es sencillísimo y adaptado a la nueva liturgia en la que el celebrante oficia de cara al público. Complementa su decoración una moderna imagen en madera de San Miguel. Ha desaparecido también el púlpito, puesto que con los altavoces había quedado sin su principal utilidad. La capilla bautismal está decorada con una pintura mural fuertemente deteriorada, debido a las humedades existentes desde hace bastantes años que la han dejado en un estado deplorable. Esta pintura es lo único que se salvó de la destrucción y dado que es una de las escasas obras que quedaron en las parroquias leridanas, sería interesante poder restaurar y recuperar. Esta pintura representa El Diluvio Universal, con unas dimensiones de 4,30 m. por 3,30 m. De autor desconocido que podría datarse a mediados del siglo XIX. Para la realización de la misma, su autor seguramente se sirvió como modelo de una pintura al óleo, sobre lienzo, del pintor francés Anne-Luis Girodet (1.767-1.824), que se conserva en Montarguis (Francia) en el Musée Girodet. Esta es la conclusión a la que ha llegado el restaurador Josep Mª Tarrós, después de un exhaustivo estudio realizado de la obra. Pasada la guerra en la que se quemó el altar mayor se ha vuelto a levantar el piso de la nave central y se ha enrasado con los laterales, por lo que en la plaza se han colocado unas escalinatas de piedra para acceder a ella. Mis primeros recuerdos del interior de la iglesia es de una nave central que estaba prácticamente a nivel de la plaza y mediante unas escaleras se accedía a las dos naves laterales situadas a una cierta altura de la central y que disponían de una barandilla de hierro que iba de columna a columna a modo de protección para que no pudiera caerse la gente que se colocaba en ambas naves. Esta disposición resultaba bastante incómoda, sobre todo para las personas mayores, al tener que subir y bajar estas escaleras laterales durante los oficios religiosos por lo que fue una buena idea el dejar las tres naves al mismo nivel, aunque tuviera que colocarse la escalinata exterior en la plaza. Perteneciente al municipio, está depositada en el Museu de Lleida desde el año 1897 una estatua de San Miguel, atribuida al escultor Guillem Seguer que podría estar datada a mediados del siglo XIV. En principio esta escultura estaba policromada pero actualmente permanece bastante deteriorada teniendo amputado el brazo derecho y con destrozos en diversas partes de la misma, tales como el escudo, la cabeza y la cola del dragón satánico. Como la Iglesia Parroquial actual no fue construida, como ya hemos indicado, hasta el siglo XVIII, seguramente perteneció a la primera iglesia ubicada en el otro extremo de la calle, con mezcla de estilo entre el románico y el gótico, iniciada en el siglo XII, según reza una placa colocada en una fachada de la misma. Todo y siendo un edificio muy alterado por las reformas que sufrió, de antiguo y por su desafectación, conserva parte de su estructura altomedieval, perfectamente reconocible bajo las transformaciones, que se iniciaron, en el siglo XIV, ya en época gótica, con el añadido de dos capillas cubiertas con bóvedas de crucería al lado sur. Se edificó sobre roca y el pavimento de la nave principal es de esta misma roca desnuda. Su estructura es de una nave cubierta con bóveda de cañón de perfil ligeramente apuntado, reforzada por arcos torales que arrancan de gruesas impostas graonadas. Probablemente la nave era coronada por un ábside semicircular, que fue substituido por un tramo de nave cuando la iglesia fue reformada y se modificó la orientación, momento en que se abrió la nueva puerta en la fachada de levante. Se puede apreciar la puerta principal relativamente bien conservada pero tapiada. Es de arco de medio punto, enfatizado por una arquivolta moldurada en punta de diamante, soportada por dos columnas, cuyos capiteles presentan una ornamentación vegetal estilizada que sigue por el friso de la imposta, con una estructura compositiva y ornamental muy similar a la de la puerta de la cercana iglesia de S. Salvador de Torrebeses. El aparejo es de piedras talladas y dispuestas con bastante precisión en el sector de levante. Tanto la tecnología constructiva del edificio como la de la estructura de la puerta, ponen en evidencia que se trata de una obra construida a finales del siglo XIII, en el momento de agotamiento de los lenguajes formales románicos, con fuertes semejanzas con la iglesia mencionada de Torrebeses, que puede aportar más datos para establecer una cierta afiliación cronológica de ambos edificios. En el suelo de la nave principal puede observarse la boca rectangular que probablemente daba acceso a la cripta que ha sido vaciada y remodelada que se utilizó para otros usos cuando fue desamortizada. También pueden apreciarse unas tumbas excavadas en la roca, vaciadas y de la que solamente se conserva parte de la lápida que cubría una de ellas. Debido a que fue utilizada como vivienda durante bastantes años, ha sufrido numerosos destrozos, aunque todavía pueden observarse algunos pequeños fragmentos de su pintura original. El tejado, que se había conservado hasta prácticamente el año 2000, era a dos aguas, cubierto de losas de piedra al estilo románico, en las que crecían unas espesas yucas que dos veces al año florecían con sus largos ramos de flores blancas, pero debido a una desafortunada restauración se sustituyó por teja árabe y se le añadieron unos canalones de cobre para la canalización del agua de la lluvia que bajan por todo el frente de la fachada, lo que le ha restado el encanto que le confería la obra antigua. Una cosa que nunca llegué a entender es como pudo salir en medio de la fachada un granado que, con el tiempo, llegó a tener bastante envergadura, teniendo en cuenta que entre las piedras perfectamente labradas no quedaba espacio ni para poder insertar la hoja de una fina navaja, pero que el mismo consiguió levantar todo el peso que la pared representaba y desarrollar un tronco bastante aceptable. Obvia decir que, en este caso afortunadamente, también desapareció con la restauración ya que representaba un peligro para la integridad de la fachada, puesto que sus raíces la habrían dañado irremisiblemente. La primera mención escrita sobre esta iglesia se encuentra en unas décimas papales del año 1.279, en que aparece el capellano de Graynela et el Cogul. En la visita pastoral del 1.361 se hace referencia al altar mayor de beati Michael y al hecho de que Granyena era sufragaría de la parroquia de Castelldans. En la fachada lateral de esta iglesia estaba ubicado el portal que cerraba la calle junto con el otro situado en el lado de la nueva iglesia y del que actualmente todavía pueden observarse algunas de las piedras que lo formaban. Al lado de esta iglesia y solo separado por la calle había el antiguo cementerio que actualmente ha desaparecido por completo al desmoronarse, con el tiempo, el terreno sobre el que estaba construido junto a una empinada pendiente y a la construcción del actual muro de contención que impide que la calle también se vaya abajo. De más reciente construcción es la ermita dedicada a la Virgen del Rosario que se inauguró el 6 de octubre de 1990 y que está situada en una pequeña colina a las afueras del pueblo por donde se hacía la procesión del Vía Crucis de la Semana Santa. Todavía pueden verse algunas de las columnas de piedra coronadas con una sencilla cruz de hierro que marcaban las diferentes estaciones de la pasión de Cristo que jalonaban todo este recorrido. La construcción de la misma se debe al entusiasmo que consiguió despertar en todo el pueblo el que fue párroco de la localidad, mosén Ángel Escales. Lo que parecía una tarea imposible debido al escaso número de habitantes, fue tomando cuerpo con unos cuantos entusiastas que se dedicarían a hacer todas las gestiones encaminadas a la culminación de un proyecto que requeriría de un enorme esfuerzo común. Su dedicación iba dando sus primeros frutos y el 30 de Agosto de 1.989 la Sra. Rosa Vidal i Piñol hacía donación de una parcela en la que pudiera efectuarse su construcción. El 16 de Diciembre se constituyó una Junta para que coordinara todo el proyecto y seguidamente se enviaron cartas a todos los nacidos en el pueblo y que residían fuera para explicarles el proyecto y pedirles su colaboración en el mismo. El 20 de Febrero de 1.990 llegaba la autorización del obispado con el permiso para su edificación. La dedicación sin reservas y conjunta, de los habitantes y de los hijos del pueblo residentes fuera del municipio hicieron posible el milagro. La ermita es un edificio moderno de una original planta triangular con una superficie de unos 65 m. cuadrados. La fachada principal está situada en lo que llamaríamos la base del triángulo y tiene unos tres metros de altura en la que destaca la puerta con una arcada en piedra flanqueada por dos ventanas del mismo estilo. El vértice del triángulo tiene unos nueve metros de altura. Está coronado por una estructura metálica que sostiene la campana y una cruz. El interior está iluminado con luz natural del exterior y la preside la imagen de la Virgen, sobre la que se proyecta la luz cenital que desciende desde la estructura exterior que sostiene la campana. El altar está formado por una piedra cónica del molino aceitero que servía para la molturación de las aceitunas y a ambos lados dos rodillos de piedra de los que se utilizaban en las eras para la trilla, sirven como soporte para la cruz y el atril de la lectura. La solemne bendición de la misma se produjo el 6 de Octubre de 1.990, oficiada por el Sr. obispo de Lleida, Ramón Malla i Call, asistido por el párroco Sr.Ángel Escales y otras personalidades eclesiásticas, del pleno del Ayuntamiento, de todos los vecinos, hijos residentes fuera del municipio y una gran participación de personas de los pueblos colindantes que también se sumaron a fiesta que se organizó en su honor. También se conservan, en el pueblo, dos o tres antiguas casas medievales, una de las cuales la han convertido en restaurante que también dispone de varias habitaciones. Los fines de semana se ve bastante concurrido de visitantes que aprovechan para hacer una buena comida en el mismo o hacer excursiones en bici por unos caminos locales debidamente señalizados que van llevando al visitante a través de su término municipal a admirar algunas de las construcciones, en piedra seca, llamadas popularmente cabanes de volta que están construidas con un espacio central formado por una bóveda, que generalmente parte desde el suelo y en forma de vuelta de cañón. Las piedras con las que están edificadas no llevan ningún tipo de mortero por lo que tenían que estar correctamente labradas para su perfecto ajuste. Algunas se encuentran en bastante buen estado de conservación y una de ellas está considerada de las más grandes de Catalunya. Es posible visitarse así como las demás construcciones que pueden tener algún interés y que están correctamente señalizadas. Al sur del pueblo, como ya se ha dicho, está la Vall Major que es una hondonada que se extiende a lo largo de varios términos municipales. Está surcada en toda su extensión por una acequia que recogía las aguas que se escurrían de las laderas y durante las temporadas de lluvias abundantes llevaba un buen caudal que se aprovechaba para el riego de los numerosos huertos que se encuentran en la misma. Actualmente, debido a la escasa pluviometría de los últimos años y también a los abundantes pozos que se han hecho últimamente a fin de regar los olivos, está totalmente seca y abandonada por lo que numerosos tramos de la misma se están deteriorando y si no se remedia dentro de poco puede quedar inservible. Debajo mismo del pueblo se conserva actualmente una fuente de construcción románica, compuesta por un pozo cuadrado con las paredes perfectamente empedradas y cubierta con una vuelta de cañón. El agua, al rebosar, alimentaba junto con el de otros manantiales que brotaban a pocos metros, el lavadero municipal y se unía a la acequia mencionada anteriormente. En esta fuente estuvo a punto de producirse una tragedia cuando un chiquillo cayó dentro de la misma y habría perecido ahogado de no ser por la providencial actuación de un vecino que había ido a por agua y pudo sacarle, sin conocimiento pero aún con vida. En este valle pueden apreciarse las ruinas de dos molinos de aceite con sus correspondientes pilas labradas en piedra y los arcos de las prensas para la extracción del aceite, estando uno de ellos situado al mismo lado de lavadero municipal. Algo más separado había otro molino aceitero actualmente convertido en almacén y unos cuantos metros más adelante las ruinas del molino harinero que funcionaba mediante el aprovechamiento del agua que le llegaba por la citada acequia y se almacenaba en una balsa. Esta agua embalsada impulsaba la turbina que generaba la energía que necesitaba para su funcionamiento a través de un salto canalizado. Durante mi juventud utilizábamos esta balsa como piscina durante los veranos en que no se secaba el agua de los citados manantiales por lo que se convertía en un lugar de encuentro y diversión durante las calurosas horas de verano. También puede verse en la ladera de este valle una gran balsa circular totalmente empedrada y con una gran escalera que se adentraba hasta el centro de la misma. Recogía las aguas pluviales que bajaban desde lo alto de la colina. Hay otra balsa hecha de un modo mucho más tosco y expeditivo como era a base de barrenos explosivos para ir haciendo un hoyo en la roca lo suficiente grande para este uso y situada al lado mismo del campo de fútbol. Los habitantes del pueblo íbamos a buscar el agua de estas balsas con los animales de carga y la transportábamos mediante cántaros a las casas antes de que dispusiéramos del agua corriente. Aunque si bien en el año 1905 se inauguró un abastecimiento de agua que suministraba a varias fuentes que se instalaron por todo el pueblo a las que se podía acceder libremente. Disponían de una pila para poder abrevar los animales de labor. Esta obra consistía en la captación del agua mediante un pozo del que manaba de forma natural y se almacenaba en un depósito del que salía la tubería que la conducía de forma totalmente por gravedad hasta el municipio. Tanto el pozo como el depósito estaban situados a poca distancia del pueblo de El Solerás que está ubicado a unos cuatro Km. por lo que las tuberías tenían una longitud de unos seis Km. Para ello se construyó una infraestructura bastante elaborada para salvar las ondulaciones del terreno por donde discurría, así como una serie de respiraderos por los que se purgaba el aire de las tuberías a fin de que no dificultara el paso del agua. Lamentablemente esta obra sólo funcionó unos pocos años hasta que se secó el pozo del suministro y en la actualidad sólo queda alguna de estas bonitas fuentes como recuerdo de lo que en su momento fue una gran comodidad para la ya siempre difícil y dura vida en el pueblo. Como sea que durante bastantes años se dependía exclusivamente del agua que se acarreaba mediante los cántaros para el funcionamiento de los hogares o de las cisternas que tenían unas pocas casas donde se almacenaba el agua de la lluvia, había que dedicar prácticamente un día a la semana a su aprovisionamiento. Afortunadamente se acondicionó un pozo municipal al que se le instaló un motor que bombeaba el agua hasta unos depósitos construidos en la parte más alta del pueblo y desde allí se suministraba a todas las casas. Este hecho representó un gran descanso y comodidad para toda la población. Actualmente el agua viene desde el pantano de Utxesa y se suministra a varios municipios de la zona por lo que se tiene la seguridad de su suministro constante durante los períodos de sequía que suelen ser demasiado frecuentes en esta comarca. En las afueras del pueblo, hacia el oeste, se encuentra un pequeño cementerio, llamado de los italianos, que nos recuerda lo que nunca debiera haber sucedido enfrentando a una España dividida y que causó unos tres millones de muertos además de toda una innumerable lista de penalidades, sufrimientos y odios que han tardado muchos años en desvanecerse y que actualmente algunos partidos políticos se empeñan en volver a remover y dar a conocer a las nuevas generaciones su versión de lo sucedido que no deja de ser tan parcial como la que nos enseñaron a nosotros en el colegio, pero como tuvimos la oportunidad de escuchar los relatos de boca de sus protagonistas que combatieron en ambos bandos nos pudimos hacer una idea bastante real de lo sucedido y llegar a la conclusión que en las dos partes se cometieron atrocidades que debemos todos contribuir para que nunca más vuelvan a repetirse. Este cementerio consta de una especie de monolito terminado en una cruz. A los pies del mismo se enterraron unos 25 o 30 soldados italianos que murieron por los alrededores. El espacio utilizado estaba delimitado por una fila de ladrillos clavados de punta en el suelo que además marcaba el espacio de cada una de las tumbas identificadas por unas sencillas cruces de madera en la que estaban escritos los nombres, edades, graduación y regimiento al que habían pertenecido. Actualmente han desaparecido las cruces y la delimitación del espacio, por lo que solamente queda el monolito. Ahora cuando, cuando voy por el pueblo me gusta acercarme a la especie de mirador que hay junto a la antigua iglesia desde el que se contempla una estupenda vista sobre el valle. Al ver la calma total que actualmente existe en esta zona, ya que puedes pasar horas seguidas sin ver ni una sola persona que deambule por allí, mi imaginación se sitúa en otros tiempos pasados en los que este trozo del valle era el centro vital de la población. Desde este mismo punto en que hecho a volar mis pensamientos se podía contemplar un continuo subir y bajar la cuesta de las mujeres cargadas en sus cabezas con los cubos llenos de ropa camino del lavadero o ya de regreso a su casa con el paso más lento acusando el esfuerzo del peso de la misma ropa todavía mojada y de la pronunciada cuesta que estaban superando. El ir y venir de los animales acarreando los cántaros del agua desde la balsa o de las fuentes más cercanas, según fuera para beber las personas o los animales, ya que la de la balsa, al ser agua de lluvia era de mejor calidad. Los que estaban cultivando los incontables huertos y que cada tarde, especialmente en verano, se reunían en ellos comentando el estado de todos sus cultivos y que constituían una sana competición en ver quien conseguía los primeros tomates de la temporada, o los más grandes y hermosos o de mejor calidad. Esto se hacía extensivo a todas las demás hortalizas que se producían ya fueran coles, cebollas, lechugas o judías. Ello también daba pie a un intercambio de semillas, planteles, etc. que animaban las horas y eran también tema de discusión durante las largas tardes veraniegas que en muchas ocasiones se reunían toda la familia en el huerto y aprovechando el fresco del atardecer se organizaba una especie de merienda-cena que propiciaba el alargamiento de la vida al aire libre que tanto se disfrutaba. En la temporada de la recolección de las aceitunas, almendras o de los diferentes trabajos de poda y de los que se llevan a cabo en el campo durante todo el año, siempre era posible divisar aquí o allá grupos de gente dedicada a estas labores. Aunque yo no alcancé a verlo, pero parece que también lo he vivido al recordar como los abuelos del pueblo nos contaban como el molino harinero era otro foco de movimiento todo el año puesto que, generalmente, la gente se esperaba a que le molturaran su trigo para poder regresar ya con la harina recién hecha. Esto comportaba a veces largas esperas hasta que les tocaba su turno, por lo que irremediablemente se organizaban animadas charlas, tanto más, cuando al mismo también llegaban personas de poblaciones vecinas con carros o simplemente con animales para transportar los sacos, por lo que había el correspondiente intercambio de noticias por el procedimiento del boca a boca que era entonces la principal fuente de información y que también contribuían a dinamizar el ambiente con su movimiento. En el invierno, los dos molinos aceiteros, o almazaras, eran también un hervidero de gente que con sus respectivos carros o simples animales de carga se acercaban al mismo para transportar las aceitunas para su molturación. Actualmente durante la temporada de caza de la perdiz roja, de los tordos y conejos son bastantes los cazadores que se acercan al pueblo a practicar este deporte. En el verano es cuando el pueblo está más animado y se llena de familias que residen en otras poblaciones y acuden con sus chiquillos a pasar las vacaciones estivales estimulados por la tranquilidad que se disfruta y por que los pueden dejar corretear a sus anchas por todas las calles del pueblo durante todo el día ya que no hay que preocuparse por los coches y porque todas las personas nos conocemos y en cierto modo se convierten en cuidadores de los mismos. Últimamente se han construido las piscinas municipales y durante las horas de más calor se han convertido en el punto de encuentro de la mayoría. Esto ha sido un buen acierto y contribuye a alegrar la vida de estos pequeños pueblos que pocas distracciones tienen y puede contribuir a intentar fijar algo mas a la juventud en ellos ya que la tendencia va siendo de buscarse la vida en las ciudades y poco a poco se van despoblando cada vez más. Hace unos cuantos años que se creó el Grup Cultural i Recreatiu Tots Junts que se ha dedicado a dinamizar la vida del pueblo. A lo largo del año se celebran diversas fiestas y actividades fijas, organizadas por el Grupo Cultural de las cuales destacamos: La Diada del Porc: en febrero; La Diada de Sant Jordi, con una sardinada popular: el domingo antes de Sant Jordi; El Campeonato de Butifarra: abierto a todo el mundo: el último domingo de mayo; La Semana Cultural: alrededor del 15 de agosto; El Premio Periodístico Garbinada: el sábado después del 11 de septiembre. También se celebran: en julio, la diada del socio del Grup Esplai de Jubilats y la Fiesta Mayor, el primer fin semana de octubre, organizada por el Ayuntamiento. Gracias a una larga y continuada labor de búsqueda arqueológica, llevada a cabo, desinteresadamente y principalmente por el Sr. Mateu Esquerda, se han recuperado materiales, representativos de diferentes épocas: Neolítico, Metales, Íberos, Romanos, etc. hasta la invasión árabe y el mundo Medieval y Moderno. Todo esto se puede ver en la Sala Arqueológica situada en los locales del Grupo Tot Junts del mismo pueblo.
NOTAS DE HISTORIA
En el documento encontrado en una tumba al realizar unas obras para colocar el altar mayor de la iglesia parroquial, el cual ha sido mencionado anteriormente estaba escrito por el esposo de la difunta, de su puño y letra, dice lo siguiente: Estos son los restos de la noble Sra. Doña María Antonia de Gomar Kessel Biamot, Moliner, Ager, Queraltó, Baronesa de La Granadella, Pobla y Bovera y Señora de Granyena de les Garrigues. Nació en Lérida el 5 de marzo del año 1.774 y murió en la misma ciudad el 20 de febrero de 1.830 a las tres menos cuarto de su madrugada, día sábado, dejando cinco hijos: Ramona, Vda. de Don Juan Puig, Barón de Miralpeix, Juaquín María, Antonia, Domingo y José Oriol, solteros. Murió de un fuerte catarro que le atacó el pecho complicado con un retroceso de salobre que años ha, padecía, y al dolor reumático que de algún tiempo a esta parte le afligía. Le acometió esta enfermedad el jueves 2 de febrero, al día siguiente se puso en cama y expiró como se ha dicho. Estuvo casada 35 años con el Sr. Don Ignacio de Mª de Gomar y de Queraltó, que actualmente vive. Lérida, hoy 21 de febrero de 1.830. Las honras fúnebres de su entierro se oficiaron en la iglesia de San Juan, de Lleida, según consta en los archivos de la misma. El día 28 de octubre de 1.925 tuvo lugar en Granyena de les Garrigues un solemne acto fúnebre al que concurrió gran muchedumbre de sus habitantes con sus autoridades municipales al frente. Celebrose la traslación del cadáver momificado a su sepultura definitiva de la que fue señora de Granyena de les Garrigues y Baronesa de La Granadella, Pobla y Bovera, Doña María Antonia de Kessel de Gomar. Esposa del noble patricio leridano D. Ignacio de Gomar y de Queraltó, que falleció el 20 de febrero de 1.830. Como en su testamento hubiera dispuesto ser sepultada en la iglesia parroquial de Granyena de les Garrigues, edificada sobre el que había sido solar del castillo de su propiedad señorial, fue trasladada luego de ocurrir su fallecimiento desde Lleida, a hombros de doce de sus fieles vasallos, hasta dicho pueblo, en cuya iglesia celebrose solemnes funerales, en descanso de su alma, con asistencia de doce sacerdotes. Recibió su cadáver sepultura eclesiástica en un nicho construido debajo de las escaleras que dan acceso al coro de la iglesia. Destinado dicho lugar, más tarde para almacén, fue trasladado dicho cadáver a otra sepultura inmediata al presbiterio en su nave central. Noventa y cuatro años después de su fallecimiento y con motivo de las obras para la colocación del altar mayor cedido por el ilustre Cabildo de la Catedral de Lleida, y sin que existiera memoria del lugar donde se encontraba el cadáver, se encontró una caja mortuoria con una momia muy bien conservada con una mantilla negra y entre sus manos el Santo Rosario. Llamó en seguida la atención la botellita que contenía los documentos citados anteriormente. La difunta pertenecía a la nobleza leridana y era heredera de diferentes y rancios títulos nobiliarios. Heredó juntamente con la limpieza de su sangre, los títulos de las ricas y patriarcales casas de Roselló y de Castelló de la villa de Valls, de las ilustres de Ramón y Envejo, de Marañosa, Granada, Arañó, Mochó, Orcau, Palau, Ager, Moliner, Kies, Kessel, etc., corriendo por sus venas la noble sangre de Alsina, Sala, Fontanella, Queralt, Guiu, Segarra, Constantí, Casquer, Rausich, Camargo, Borrás, Merles y otras. Por el título de Moliner era Baronesa de La Granadella, Pobla y Bovera a la vez que señora de Granyena de les Garrigues. Presidieron el duelo en tan solemne acto junto con Don Domingo de Gomar, D. Felipe con sus respectivas esposas, el Ilustre D. Ángel Garriga, Canónigo de la S. I. Catedral, el reverendo D. Ramón Huguet, Beneficiado de la misma, El dignísimo Alcalde, Juez y Corporación Municipal, el señor médico, y otras importantes personas. Descanse en paz la que fue relevante figura de la aristocracia leridana, la señora que con su afabilidad, caridad, religiosidad y demás virtudes, también supo granjearse el aprecio de sus cariñosos vasallos; la que entre ellos quiso dormir el sueño de los justos. Quiera el cielo distinguir con sus virtudes a los miembros de las familias de sus descendientes, en especial a D. Domingo, su biznieto y esposa Dª Engracia Fatjo que no han escaseado gastos para tributar a su bisabuela una sincera muestra de su acendrado cariño. Grañena de las Garrigas, sábado 31 de octubre de 1.925. Esto me ha dado pie para intentar averiguar algo más sobre el pasado de esta comarca y por consiguiente de mi pueblo, llegando a esta modesta conclusión. Una vez reconquistados, a los árabes, estos territorios Guillem III de Cervera repobló en el febrero de 1.181 los poblados de Granyena, el Solerás, els Torms y el poblado de Ortó que con el tiempo fue substituido por Juncosa, todos en el antiguo camino de Lleida a Reus y Cambrils. La repoblación de la Granadella y de la Pobla de Granadella tuvo lugar más tarde, entre el 1.208 y el 1.216 y la llevaron a cabo los Moliner, los cuales fueron sus señores desde que Alfonso el Casto les otorgó las primeras tierras, secundados por los Ager y los Queralt. La señoría de estos lugares pasó de los Moliner a la casa Gomar, de Lleida, que actualmente todavía son sus Barones. Ampliando un poco mas estos datos tenemos que ya en 1.181, Guillem III de Cervera, el conocido "castlà" de Lleida por la parte de Ermengol VI de Urgell, cedía a Pere Mascarell el castillo (de origen sarraceno) de la Granadella en iguales condiciones de infeudamiento que las dadas años antes a Ferrer de Castellnou (segun Miret i Sans). Pero la repoblación efectiva del territorio corresponde a Pere Moliner (I) y a su hijo homónimo, señores de estas tierras ya en tiempos de Alfonso I (1.190-96). Los Moliner no parecen de origen noble, pero Pere acompañó a los caballeros del conde en la conquista de Lleida y fueron poderosos en la ciudad (fundaron dos hospitales). En las dos primeras generaciones de los Moliner, hasta los primeros años del reinado de Jaume I, se repoblaron también Torrebesses, Bovera y Granyena y se creó la Pobleta de la Granadella (llamada inicialmente Bellaguarda), que formaron una extensa señoría, con la Granadella, con una extensión de más de 150 km 2. Poblet aumentaba sus dominios en los pueblos inmediatos de la comarca y el 1.224 compra los pueblos de Granyena, el Solerás, els Torms, Juncosa y Castelldáns, por 1.200 morabatinos alfonsinos. Pere Guillém Moliner, señor de Bovera y Bellaguarda, adquirió el castillo de la Granadella el 1.313. Moliner, prohombre del "consolat" de Lleida y emparentado con figuras de la vida eclesiástica y del "Estudi General" leridanos. Otro Pere Moliner (IV) o el mismo Pere (III), que tenía los sitios mencionados como simple señoría o posesión alodial, compró el 1.359 a Pere III el Ceremoniós toda la jurisdicción, con el mero y mixto imperio, de los castillos de la Granadella, Granyena de les Garrigues y Torrebesses, por 14.000 sueldos barceloneses, pero en 1.394 su sucesor Perot o Pericot Moliner permutó el castillo de Torrebesses (ahora en el Segrià) por el sitio de Vilafortuny, posesión que no persistiría en la baronia de la Granadella, entonces ya llamada así. A mediados del siglo XV rigió la baronia, Caterina, viuda de Pere Moliner, que se había casado en segundas nupcias con Llorenç de Montcada (en 1.456 disputaba a su tío Mateu de Montcada la baronia de Aitona), hasta que su hijo llegó a la mayoría de edad (1.463). La baronia (cuando Llorenç de Montcada era uno de las jefes del ejército de la Generalitat de Catalunya) se mantuvo fiel al país en la guerra contra Joan II, y los castillos de la Granadella, Bovera y Granyena no se rindieron hasta 1.464, a la caída de Lleida. Miguel de Moliner, donzell de Lérida, asistió a las Cortes de Perpinyà y Barcelona de 1.473-1.479, como Caballero de la Espuela Dorada del Principado de Catalunya, dignidad a la que había sido elevado por el Rey Don Juan II de Aragón; era hijo de Pedro de Moliner, Señor de Granadella, de Granyena, de Torrebeses, de Bovera, de Padrós y de la Pobla de Bellaguarda. Pasada la guerra, encontramos a Bernat Moliner como "paer en cap" de Lleida y capitán de la hueste que la ciudad envió a Perpinyà para luchar contra Luis XI de Francia, pero no sabemos el grado exacto de parentesco con Pere de Moliner, hijo de Caterina, que en 1.508 era señor efectivo de la baronia de la Granadella (y que ocupó también cargos municipales). Francesc Moliner, sucesor suyo en el dominio de la baronia, fue miembro de la cofradía de caballeros de Sant Jordi (1.554), y delegado de la ciudad en temas de epidemias con los jurados de Monzón; se casó con una Gilabert, de antiguo linaje. Su hija Anna (o Magdalena) aportó la baronia a Joan de Queralt i de Ribes, de una noble familia de la Segarra (primo del primer conde de Santa Coloma), caballero de Sant Jordi y mantenedor de justas en Barcelona (1.587). Joan de Queralt i Moliner, señor de la baronia, fue lugarteniente del gobernador de los condados de Rosselló y Cerdanya (murió poco después de 1.632). Los Moliner serán los barones de la Granadella hasta la segunda mitad del siglo XVI. Durante la guerra de los Segadors, pese a la filiación castellanista del señor de la baronía, las tropas francocatalanas acuarteladas en la Granadella y a Granyena (1.647), con el cuartel general en les Borges, tuvieron que suministrar alimentos a las tropas del condado de Prades, de Torrebesses y de Cornudella. El matrimonio de Elisabet de Queralt con Feliu de Àger, señor de Claramunt y Alta-riba, significó (1.673) el acrecentamiento de la nobleza de linaje (Feliu de Àger recibió de Felipe V en 1.701 el privilegio de grabar las armas en la puerta de su casal y de colocar cadenas en el jardín). Elisabet de Àger y de Queralt murió en 1.717 y los Queralt-Àger enlazaron con los Maranyosa-Aranyó que fueron los padres de la que posteriormente se casaría con Pere de Kessel y de Blamont. De este enlace nació el 1.774 Maria Antonia de Kessel, de Blamont y de Maranyosa. Por el matrimonio de Maria Antonia de Kessel (enterrada en la iglesia de Granyena como ya se ha dicho) con Ignasi de Gomar (1.794) la baronía pasó a esta última familia. El último Sr. feudal de la baronía de la Granadella fue Domingo de Gomar, hijo de Maria Antonia de Kessel. Los Gomar, extinguidas las señorías, conservaron los títulos nobiliarios. En 1.413 Granyena tenía 30 fuegos censados. En vida de mi abuelo paterno, llegaba diariamente la tartana con el correo desde Lleida, pues Granyena era el centro logístico desde el que se repartía a los pueblos de los alrededores. Por eso aquí se recibía, además del correo del pueblo, el de La Granadella, Juncosa, LAlbagés, El Cogul y Torrebeses. Cuando llegaba ya le esperaban los carteros de estos pueblos que, a pie, se llevaban la correspondencia y a la mañana siguiente ya estaban otra vez para entregar el correo y los encargos de estos pueblos, por lo que mucho de su trayecto lo hacían de noche. La tartana del correo también transportaba algún viajero que necesitaba desplazarse hasta Lleida. En este tiempo Granyena tenía médico, farmacéutico y sacerdote, nada de esto existe actualmente. La creencia en brujas estaba bastante extendida por la zona y todavía se cuentan algunas leyendas que se han ido transmitiendo de padres a hijos. Una muestra de ello es la de la bruja Mamaxó que contaré a continuación. Cada día, la tartana con el correo y los encargos, llegaba al atardecer al pueblo. Por la mañana salía hacia Lleida y por la tarde regresaba. Una vez repartido el correo, los peones, que es como se les llamaba a los que iban a pie, lo recogían y lo llevaban a los demás pueblos de la comarca. Toda la noche iban de camino entre el ir y el regresar justo, al amanecer, para entregar lo que llevaban a la tartana que iniciaba el camino a Lleida. Los hombres peones, eran fuertes, arriesgados y acostumbrados a los peligros de la noche y a la soledad. Nada les daba miedo; ni las noches mas frías del invierno de dejaban de cumplir con su trabajo, ni los silbidos del viento ni el ladrido de los lobos, ni la nieve o las tempestades hacían temblar a los peones de la noche. Solamente un día, nos dice la leyenda, que uno de estos hombres se quedó helado, al ver por primera vez el baile de las brujas. La cosa sucedió de este modo. Había en el pueblo una joven muy bonita, aunque todos decían que tenía algo que no les agradaba. La chica en cuestión vivía en las afueras del pueblo, en una cueva, en el lugar conocido como la Cuesta de las Brujas; su nombre era Mamaxó. La gente del pueblo no tenía mucho contacto con ella, y ella tampoco tenía mucha relación con el pueblo, a pesar que la joven era hermosísima. Las malas lenguas decían que trato con las brujas, tal vez por eso, a pesar de su hermosura, ningún galán se le acercaba. La joven tenía un gato en la cueva y era prácticamente su única compañía, donde ella iba el gato la seguía. Misss, misss& vamos a buscar agua, dijo la Mamatxó a su gato. Pero el destino hizo que aquel día, un joven del pueblo la viese avanzando con su andar joven y encantador y no pudo evitar decir: Este no es el andar de una bruja. Las brujas son viejas y jorobadas y en cambio la Mamatxó tiene un dulce andar. Me acercaré para hablarle. Esperó al lado del camino por el debía pasar de regreso y al acercársele le dijo: ¡Buenos días Mamatxó! Estás muy atareada. ¿Quién eres tú que te pones en mi camino? Yo soy de pueblo, te he visto algunas veces y no creo que seas una bruja como se dice por aquí. Tú no eres mala y me gustaría casarme contigo. ¿Ya sabes lo que dices? Le dijo incrédula la Mamatxó. Sí que me quiero casar contigo, repitió el decidido joven. Mira, piénsatelo bien, pues lo que dicen de mí te ha de hacer pensar. Pasando a lado del joven, siguió su camino de regreso a su cueva. No obstante su pensamiento debía volar, ya que si es cierto que tenía poder de brujería, también lo era que nunca lo había usado para dañar a nadie. Era una bruja extraña. Pasaron los días y un fuego, cada vez mayor, quemaba el corazón del joven, que a todas horas estaba pendiente de ver a la Mamatxó. Tanto y tanto creció el fuego en el interior del corazón del joven, que ya no podía vivir sin ver a la muchacha d e la cueva. Ella, por su parte, también se vió afectada por esta enfermedad, y por primera vez dejando a un lado sus conocimientos mágicos, amó como una chica de su tiempo. La pareja se amaba, pero ella, antes de casase, quiso hacer una serie de pruebas al joven, puesto que sabía de antigua reputación. Si el no la amaba de verdad, haría que se viese inmersa, otra vez, en la soledad de la cueva y a encontrase con lo que actualmente quería dejar, el camino de la brujería. Por este motivo le hizo pasar por una serie de pruebas, que poco a poco, parecía que fueron enfriando aquel fuego abrasador, hasta el punto que el joven volvió con los amigos, dejando casi de pensar en la Mamaxó. Esta, a su vez, volvió a encerrarse cada día más en su cueva, pero al contrario de lo que le ocurría a él, a ella no se le apagaba el fuego del amor, ya que, cada vez más le corroía las entrañas. Un día, el último del año, la Mamaxó estaba llorando amargamente en la entrada de su cueva, cuando vio que por el camino bajaba un grupo de gente. Se escondió dentro y desde allí pudo observar que entre ellos estaba su amado. Iban hacia El Cogul a celebrar una fiesta, tal vez la de fin de año. Parecían muy contentos. ¡No me ama!, exclamó la Mamaxó. Esta noche llevaré a cabo lo que he estado meditando. ¡Lo haré cuando vuelvan de regreso! La noche fue pasando, y cuando el bueno y valeroso peón de correos regresaba de El Cogul, un desgarrador gemido le dejó helado el corazón. Se puso a temblar. No era como el aullido del lobo. Parecía salir del fondo del infierno. Cada vez se oía más débil y lastimero. El hombre, poco a poco, fue recuperando su temple y se fue acercando hacia el lugar de donde salía el gemido. Desde detrás de unos olivos, pudo contemplar lo que producía aquel sonido que lo hacía temblar. Era, lo pudo reconocer a la luz de la luna, la Mamaxó. Despeinada se contorsionaba como si danzase, estirando manos y cabellos hacia el aire. En esto, oyó las pisadas de un grupo de gente. Así como se iban acercando pudo reconocer a los jóvenes del pueblo, que al haber oído también los lúgubre gemidos, avanzaban con paso trémulo y agrupados. De repente, la Mamaxó lanzó un desgarrador grito y dijo: Bruja soy, te he amado y ningún mal mal de he hecho; pero sin tu amor desapareceré y siempre cabra seré. Al instante se convirtió en cabra. Los jóvenes, al darse cuenta del hecho intentaron rodearla, pero fue imposible, pues se les escurría una y otra vez, hasta que desapareció. Los jóvenes, siguiéndola, se habían alejado y el pobre peón se quedó solo allí y cuando se disponía a emprender el camino oyó un gran griterío. Eran la brujas de los alrededores que maldecían a la Mamaxó por no haber querido dañar al muchacho y haberse encantado ella misma al convertirse en cabra. La expulsaron de su comunidad y en recuerdo de esta expulsión, decidieron que tal día como hoy, fin de año, bailarían por las eras del pueblo mientas la gente durmiese, cantando y bailando el baile de las brujas, al efecto de que la Mamaxó jamás pudiese dejar de ser cabra. El peón las vio y todavía hoy es de todos sabido que el día de fin de año las brujas danzan por las eras.
martes, 10 de noviembre de 2009 a las 13:01
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