LOS ENEMIGOS DEL HOMBRE SERÁN PERSONAS DE SU PROPIA FAMILIA. (Mateo 10:36)
En estos tiempos se cumple hoy más que nunca en todos los hogares el texto del enunciado de Jesús. Los principales opositores a nuestra fe evidentemente son nuestros familiares, los que viven con nosotros bajo el mismo techo y sin embargo de ellos recibimos ataques ofensivos, intolerancia. Ellos son entre otros los que prueban nuestra fe y paciencia.
Si aguantar los ataques frontales contra el pueblo de Dios es difícil, no lo es menos soportar la oposición de la familia inmediata o de parientes cercanos. Pero ¿acaso no había predicho Jesús este enfrentamiento? Claro que sí, y muchos hermanos han constatado lo ciertas que son sus palabras (Mat. 10:35). Algunos adolescentes han sufrido la hostilidad de padres que no comparten su fe. A veces hasta han sido echados de su casa y han tenido que hospedarse con hermanos bondadosos. Otros han llegado a ser repudiados por su familia. ¿Cómo han podido aguantar estas injusticias? Por amor a la hermandad y, sobre todas las cosas, a Jehová y su Hijo (1 Ped. 1:22; 1 Juan 4:21). Hay muchas otras situaciones en las que se requiere el amor que todo lo soporta. Por ejemplo, es necesario en la vida matrimonial. Si ambos esposos se visten de dicha cualidad, estarán mejor preparados para seguir juntos y conservar intacta su unión (Col. 3:14).
martes, 05 de julio de 2011 a las 20:59
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ESTA MUCHEDUMBRE QUE NO CONOCE LA LEY...
"Esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos" (Juan 7:49).
Los líderes religiosos judíos consideraban que quienes no conocían la Ley eran "unos malditos" y los trataban como tales. Pero Jesús fue muy diferente; él respetaba a los demás y lo demostró llamándolos por su nombre, como hizo con Marta, María, Zaqueo y muchos otros (Luc. 10:41, 42; 19:5). Es cierto que la cultura o las circunstancias dictan cómo hay que dirigirse a los demás, pero los siervos de Jehová siempre se esfuerzan por tratarse con afecto. No permiten que las diferencias de clase les impidan mostrar a sus hermanos y a otras personas el respeto que se merecen (Sant. 2:1-4). Dios y su Hijo tratan con bondad a personas de todas las naciones y razas. Eso las dignifica, y además atrae a quienes tienen sed de la verdad. Claro está, lo que se considera buenos modales difiere de un sitio a otro. Por eso, en vez de seguir un protocolo estricto, nos guiamos por los principios bíblicos, los cuales nos permiten ser flexibles y tratar con respeto a los demás, sin importar dónde vivamos.-
lunes, 04 de julio de 2011 a las 17:12
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YO, POR MI PARTE, ME REGOCIJARÁ EN JEHOVÁ. (Salmo 104:34)
Los cristianos del siglo primero sencillamente no podían dejar de hablar de las cosas que habían visto y oído (Hech. 4:20; 5:28). Sabían que Dios estaba con ellos y que los bendeciría, y no se equivocaron. De hecho, menos de treinta años después de la muerte de Jesús, el apóstol Pablo pudo decir que las buenas nuevas se habían predicado "en toda la creación que está bajo el cielo" (Col. 1:23). Para ser buenos maestros, nosotros también debemos esforzarnos por hacer crecer nuestro amor a Dios día a día. ¿Cómo podemos lograrlo? Comunicándonos regularmente con Dios mediante la oración, leyendo su Palabra y las publicaciones cristianas, y asistiendo a las reuniones. Cuanto mejor conozcamos a Dios, más cariño le tendremos. Y cuando demostremos nuestro amor a Dios por palabra y obra, los demás se darán cuenta y también se sentirán atraídos a él.-
domingo, 03 de julio de 2011 a las 22:22
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ESTE ES MI HIJO, EL QUE HA SIDO ESCOGIDO. ESCÚCHENLE. (Lucas 9:35)
Se dice que en aquel tiempo Jesús escogió a los apóstoles Pedro y a Santiago y subió a lo alto de la montaña para orar. Y en esta situación el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos eplendorosos brillaban de blancos. De súbito, dos hombres conversaban con él, eran Moisés y Elias que apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalen. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Moisés: "Maestro, que bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". No sabia lo que decía. Todavia estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Este es mi hijo, el escogido, escúchenle". Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que haían visto.
Pedro, Juan y Santiago fueron testigos oculares de la transfiguración. Escucharon una voz del cielo decir las palabras que leemos en el texto de hoy. Es muy importante que obedezcamos este mandato escuchando al Mesías (Hech. 3:22, 23). Escuchar a Jesús implica fijarnos en su ejemplo "con sumo cuidado y atención" (Heb. 12:2, 3). Por eso es bueno que "prestemos más de la acostumbrada atención a las cosas" que leemos acerca de él en la Biblia así como las cosas que escuchamos acerca de él en las reuniones (Heb. 2:1; Mat. 24:45). Somos sus ovejas; por eso debemos escuchar su voz y seguirlo (Juan 10:27). ¿Lograremos seguir a Cristo de continuo? Sí, siempre y cuando sigamos "reteniendo el modelo de palabras saludables", es decir, llevando a la práctica lo que aprendemos "con la fe y el amor que hay en relación con Cristo Jesús" (2 Tim. 1:13).-
viernes, 01 de julio de 2011 a las 11:44
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!MIREN,EL CORDERO DE DIOS! (Juan 1:36)
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, anuncia Juan el Bautista: y este pecado del mundo es todo género de pecados. el de origen, que en Adán alcanzó también s todos sus descendientes, y los pecados personales de los hombres de todos los tiempos. Cristo es nuestra esperanza y en Él está nuestra salvación.
En tiempos bíblicos, un medio importante para acercarse a Dios y obtener su perdón era sacrificar ovejas. Por ejemplo, al ver que Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su hijo, Dios le dijo que no le hiciera daño y le dio un carnero (es decir, una oveja macho) para que lo ofreciera en lugar de Isaac (Gén. 22:12, 13). Antes de ser liberados de Egipto, los israelitas usaron ovejas para celebrar "la pascua de Jehová" (Éxo. 12:1-13). Y más tarde se estableció en la Ley mosaica el sacrificio de ovejas y cabras, entre otros animales (Éxo. 29:38-42; Lev. 5:6, 7). Sin embargo, ninguno de estos sacrificios "ni ningún otro efectuado por seres humanos" podía expiar de manera permanente los pecados ni librar de la muerte a nadie (Heb. 10:1-4). En cambio, Jesús es "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Por sí solo, este hecho convierte a Jesús en un tesoro superior a cualquier tesoro que se haya descubierto en la historia.-
jueves, 30 de junio de 2011 a las 13:19
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