ARGUSINO RECUPERA LA MEMORIA
 IRENE GOMEZ. «En el mes de septiembre de 1967, los vecinos de Argusino tuvieron que abandonar el pueblo que los vio nacer, dejando sus casas y todos los bienes rústicos heredados de sus antepasados, para marchar errantes por toda la geografía española, y teniendo que ser forasteros en cualquier lugar donde se instalaran». En homenaje a aquellos "sin tierra", arrancados del pueblo para construir la presa de Almendra sobre el río Tormes, ha escrito José Miranda Crespo "Argusino, un pueblo que duerme bajo las aguas".
Salda así una deuda pendiente con su «querido» Argusino, hoy un fantasma sumergido al que cada año veneran hijos y descendientes en la romería de la Santa Cruz, empeñados cada primer domingo de mayo en mantener viva su memoria. Así, como un «modesto lazarillo», José Miranda ha vuelto a recorrer caminos, veredas y peñascales del extinto núcleo, situado al suroeste de Zamora, que limitaba al norte con la dehesa de Pelazas y el Cuartico, al sur con el río Tormes, al este con Salce y al oeste con Cibanal. Una ubicación que resultó tan letal para sus habitantes como idónea para la construcción de un presa majestuosa -con 202 metros de altura, la más alta de todas las construidas en Europa Occidental-, cuya «energía generada en un minuto es superior a lo que Iberduero pagó por la compra de todo el pueblo de Argusino» -no llegó a los cincuenta millones de las antiguas pesetas-.
En el sentir de José Miranda y todos los desarraigados subyace un indisimulado resentimiento hacia «esos mandos, tan inhumanos y duros de corazón, que tenía en aquella ocasión la empresa Iberdrola». Porque «no tasaban sólo el capital, las casas o los bienes, sino que estaban tasando lo sentimental». Impagable. El autor lamenta que tanto sacrificio ni siquiera haya sido recompensado inmortalizando el nombre de Argusino en la presa que lo devoró y que se dio en llamar de Almendra.
José Miranda -Argusino, 1941- emigrante en Alemania durante tres años y subinspector de la Policía Nacional, traza en el libro la historia de su pueblo, lo que fue su geografía, caminos, la fauna, las costumbres, las fuentes, las economía o las fiestas religiosas. «Un libro de recuerdo y también etnográfico; un instrumento para recordar nuestro pasado», resumió el presidente de la Diputación, Fernando Martínez Maíllo, durante la presentación de la obra.
Asentado sobre la margen derecha del río Tormes, Argusino contaba con fértiles suelos y envidiados huertos, gracias a un «inmejorable» clima que producía una gran variedad de hortalizas y frutales que surtían el mercado comarcal. Nogales, perales, manzanos, trigo, cebada, algarrobas nabos... «Eramos felices, se notaba en la taberna, en la fragua, en las fiestas.... Hasta que un día recibimos la triste noticia de que el pueblo desaparecería».
Aunque escueto, un capítulo del libro merece el «maltrato de Iberduero con Argusino», demostrando una «tacañería» que no vino más que a acrecentar la humillación sufrida por los vecinos. El malestar es perenne. Ayer, en la presentación del libro y en presencia de Martínez Maíllo, y del delegado del Gobierno, el sayagués de Almeida Miguel Alejo, el autor no pudo evitar el recuerdo de su padre. «Tenía una casa construida desde hace quince años. Cuando llegaron los de Iberdrola, le dijeron que podía llevarse lo que quisiera, desmontar las puertas, las ventanas, lo que quisiera... No tuvo valor. Cerró la casa y se marchó a Villar del Buey, donde lo acogieron dos buenos amigos, los hermanos Agustín y Pepe Marino». El señor Miranda sobrevivió nueve años a la tragedia. «Mi padre murió de pena. Recuerdo que nos decía "hijo, no os voy a poder dejar nada en herencia porque me ha dado poco dinero Iberduero y me lo voy a tener que comer". Y con esa pena se murió», relataba emocionado el autor ante las autoridades y un puñado de vecinos, familiares y amigos que le arroparon y agradecieron su esfuerzo.
Pese a que ha preferido eludir los malos momentos y centrarse en lo que fue el pueblo antes de ser engullido, José Miranda no pudo evitar emocionarse al evocar el desgarro humano que supuso abandonar todo con el único consuelo de «ir a ver los montículos de arena y esas fincas sin tierra que las olas se han llevado al fondo del pobre Argusino».
En el mismo acto de presentación del libro, otro hijo de Argusino, Glorialdo Peños, incapaz de reprimirse evocó su batalla personal por la construcción de un nuevo pueblo ante el entonces gobernador civil, Tomás Pelayo Ros, a quien no pudo convencer. Perdido aquel empeño, sus esfuerzos se encaminan ahora a lograr un acceso «digno» a la ermita de la Santa Cruz . Y allí, ante un presidente de la Diputación y un delegado del Gobierno algo contrariados, consideró que «nos merecemos que alguien nos eche una mano para acabar de hacer ese camino». Debieron pensar que ni el lugar ni el momento. Así que el acto se dio por concluido.
"Argusino, un pueblo que duerme bajo las aguas" ha sido financiado por la Diputación y editado por Semuret. Sale a la venta al precio de 12 euros con una tirada inicial de 500 ejemplares que se pueden adquirir en la librería Semuret y también en la romería de Argusino el 4 de mayo.
Un relato para la memoria permanente de Argusino, aunque, como reconoce su autor, «creo que no habrá ningún día en el año que no me acuerde que las aguas de la presa de Almendra lo sepultaron para siempre».
lunes, 28 de julio de 2008 a las 12:20
|
