UN POCO DE HISTORIA SOBRE VILLACO DE ESGUEVA
VILLACO DE ESGUEVA
Desde la carretera Villaco parece un nacimiento. Los chopos de la Esgueva filtran la estampa y, con los árboles de los huertos que se ven por detrás, dan profundidad al cuadro. Es bonito asi, recostado en la ladera, con las bodegas a la izquierda, como casas de mentirijillas, el camino de Terrevilla por detrás, por donde antes venían los Reyes; a la derecha la mole de la iglesia flota sobre las casas. Desmerece en primer plano la nave metálica de Genaro, pero en todos los nacimientos hay algún anacronismo. El trazado de las calles tal vez se corresponda con el de un castro romano o prerromano, y no se recuerdan casas nobles ni escudos o cosa por el estilo. Los elementos de construcción tradicional -mampostería, adobe, madera- han quedado bajo el cemento, el ladrillo esmaltado y la chapa pintada de los últimos años, de manera que no se puede presumir de otra cosa que de la iglesia, del siglo XV con restos de una construcción muy anterior en la parte de la sacristía y recién restaurada. Después de más de dos mil años el pueblo languidece en el trajín de cada día. Esta imagen de calma puede hacer pensar que aquí nunca pasa ni ha pasado nada ni nadie memorable, que Villaco -con un nombre engañosamente despectivo- no ha sido más que un escenario más por el que habrán pasado multitud de generaciones sufridas, laboriosas y anónimas en su camino diario hacia el cementerio. Parece como si los ciclos agrícolas y los de la vida hubieran pulido todas las aristas hasta hacer de Villaco un prototipo de pueblecito castellano: tiene lo que tienen todos, sin historia ni historias diferenciales, resignado a desaparecer sin bulla. Hay que reconocer que el nombre de Villaco ayuda mucho a ese sentimiento, pues el sufijo -aco en nuestra lengua normalmente denota pequeñez, insignificancia o calidad despreciable. Sin embargo, no es ese el significado del nombre del pueblo: en el siglo XIV y varios siglos después se escribió Villa Haco o Villahaco. Para algunos se habría antepuesto al nombre celta Accus o Acus (con el significado de poblado o algo así) el Villa latino, lo que daría lugar a un Villa-Accus, nombre redundante en su significado. Para otros -para los que los nombres geográficos de ríos, montes y poblados, derivarían de nombres de divinidades muy anteriores a la romanización, metamorfoseados a lo largo de milenios- el sonido Vil vendría nada menos que de Bilo o Billo, divinidad celta equiparable a Marte, dios de la guerra. No faltan en el casco de Villaco y en sus alrededores testimonios de otras épocas. En las escombreras alrededor del pueblo se pueden encontrar algunas tégulas; en La Serna, entre Castroverde y Villaco, hay restos de una villa romana del siglo V, y en el pago de El Escobar están los vestigios de un poblamiento medieval de repoblación del siglo XI. Según el viejo Diccionario Geográfico de don Sebastián de Miñano, además de los cagrejos más sabrosos y nutritivos que se conocen y del mejor vino de este país...mejor que el renombrado de la ribera del Duero el pueblo de Villaco ha dado al mundo cabezas verdaderamente notables. Sin duda, el más destacado de todos es Don Manuel Abad Yllana canónigo premonstratense, cronista de su orden y catedrático de prima de teología de la universidad de Salamanca. Según su secretario y biógrafo Zamácola, la capacidad de trabajo de este hombre era inagotable, y a pesar de su quebrantada salud fue un gran estudioso, obispo de San Miguel de Tucumán (Argentina) y de Arequipa (Perú). A pesar su encumbramiento en aquella sociedad del siglo XVIII, pues formaba parte del Consejo del Rey, vivía con total austeridad y todo lo daba a los pobres. Su muerte en Arequipa -patria chica de Mario Vargas Llosa, en la que aún es recordado- fue muy llorada y está enterrado en el presbiterio de la catedral. Dicen algunos entendidos que a estas alturas habría sido canonizado, si no hubiera apoyado fervientemente la expulsión de los jesuitas por el rey Carlos III.
En el mismo Diccionario de Miñano se menciona también a su hermana Andrea y a una sobrina mujeres llenas de virtud y santidad. Pero no se agota con ellas la cantera de personajes de Villaco. Falta don Juan Antonio Mozo, abogado que fue del colegio de la Real Chancillería de Valladolid, sugeto digno de la memoria de los sabios, célebre por su vasta literatura y de una inclinación sin ejemplo a todo estudio. Se graduó en ambos derechos a los 16 años de edad, según consta por una nota puesta al margen de su fe de bautismo, y el cual dió principio a pasar gramática latina estando aún vestido con el traje de la niñez. Hizo oposiciones a prebendas eclesiásticas., pero aunque siempre consiguió bastantes votos, nunca pudo contrarrestar la preponderancia de los colegiales mayores, y asi desengañado de poder brillar en esta carrera, se casó con una señora rica, y vivió tranquilo y feliz hasta la edad de mas de 70 años; habiendo dejado muchas obras manuscritas, cuya mayor parte versan sobre el derecho civil y canónico. En fin, un ejemplo para los estudiantes de hoy y un consuelo para los opositores de siempre.
Ya metidos en cosas de antiguamente, hay un hecho del pueblo que si no se escribe corre peligro de pasar a ser leyenda. Pero es cierto. Ocurrió hacia 1925, en el corral de la casa de mi bisabuelo Gémino. Como hasta hace unas pocas décadas, había conejos sueltos en el corral y, llegado el momento de criar, las conejas hacían cuevas como las de las silvestres. Al pasar por delante de la boca de una de éstas uras uno de los hijos vió brillar algo y resultó ser una moneda de oro. Fueron todos allí y es fácil imaginar la emoción y el ahínco con que cavarían: siguieron la galería unos pocos metros hasta llegar a un hueco en pared en la que había un jarro con más monedas. En total unas cuarenta, francesas, de Luis XV y Luis XVI. Se las repartieron y no se si quedará alguna. Nada se sabe de quién las puso allí. Quizá alguno de la francesada.
Con esto he querido mostrar, al que no lo supiera, que Villaco no es un nombre despectivo. Que es un pueblo bonito y muy antiguo. Que si los de Villaco somos pocos tocamos a más ración de individuo sobresaliente per capita (hay que hacer de la necesidad virtud). Que tenemos que querer y cuidar a nuestro pueblo. Que yo quiero a mi pueblo.
jueves, 06 de noviembre de 2008 a las 11:07
Enviado por Rafael Aparicio Duque
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