Una obligación moral
 (Publicado en El Norte de Castilla el 22-03-2007 por S. de las Sías)
«Tenemos la obligación moral de intentar poner por escrito todos los datos históricos que podamos recopilar a lo largo del tiempo antes de que estos humildes pueblos desaparezcan». Con esta declaración de intenciones comienza José Miguel Valenceja Acero, licenciado en Filosofía y Letras en la especialidad de Historia, el prólogo de su libro: 'Historia de los pueblos del arciprestazgo de Cisneros', donde repasa la trayectoria experimentada por las 16 localidades que en el medievo estaban bajo el dominio de Valdemeriel.
Entre ellas figura Villalcón, su localidad natal, de la que explica que recibe su nombre del poblador Falcón Álvarez, y de la que certifica que estuvo cercada por una muralla, de la que no quedan restos, salvo el original torreón de tierra que hoy recubre la torre campanario de la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Castillo. Su afán es recuperar el ayer y alertar sobre el estado de deterioro que albergan algunos templos de la comarca. «Hay auténticas joyas que acabarán en nada si no se cuidan y restauran. Hay templos milenarios e infinidad de obras de arte de relevancia, de hecho un elevado porcentaje de las piezas que se expusieron en Las Edades del Hombre procedían de estos pueblos. Si no se hace nada ahora, nos lamentaremos», señala Valenceja Acero.
La suya no es la única aportación que esta familia ha hecho a la historia de este pueblo terracampino, a medio camino entre San Román de la Cuba y Población de Arroyo. Su tío materno Pedro García Valenceja también ha contribuido a documentar el pasado local. Con sus relatos ha rescatado del olvido nombres y apellidos, tradiciones y costumbres de una época no tan lejana, en la que Villalcón era otro, con más de medio millar de habitantes, varias cofradías y grupos vecinales que generaban mayor actividad y movimiento. Pero será mejor escucharle.
Acompañado de su hermana Teresa -agachada y aterida en la glorieta, intentando avivar el fuego que calentará el salón de su domicilio-, Pedro destaca la tradición vitivinícola que antaño había en el pueblo, de la que ya solo sobreviven como testigos las barricas y carrales, además de las propias bodegas, convertidas en su gran mayoría en merenderos.
Recuerda también que había varios rebaños de ovejas y un mulero o mulatero que se encargaba de cuidar y llevar al campo a los animales de carga de los vecinos. «Un guarda que se ajustaba siempre el día de Año Nuevo, cuando se convenía la cantidad de trigo que iba a percibir por esta labor», especifica Pedro.
Del obispo
Como recuerdo de su etapa de agricultor guarda y conserva viejos aperos de labranza: cribas, garias, palas de madera y otros utensilios, entre los que se cuela un viejo maletín de un lejano familiar que vivió en su misma casa: el obispo Pelayo González, según asegura, mientras su hermana, desde el atizadero o estufa, interrumpe la conversación para susurrar que ya no queda nada de aquello. «El pueblo se queda más vacío y más triste», agrega.
Nada tienen que ver, dicen, las fiestas patronales de ahora con las funciones de antaño. Ni siquiera las procesiones de Semana Santa o las fiestas de las cofradías, cuando venían sacerdotes jesuitas y agustinos de León para predicar la homilía. «Había más ruido y jolgorio. No había que esperar a que llegase el verano para ver más vecinos, como ahora», lamentan los hermanos, que anuncian que también hay otro familiar que ha contribuido a la declaración de intenciones del principio.
Es el joven Jacob Iglesias de Guzmán, licenciado en Derecho y ganador del II Premio Águila de Poesía de Aguilar de Campoo con su poemario 'Las piedras del río', donde a través de los versos refleja un pueblo de adobe y de palomares, de tierra y sensaciones.
Cada uno con su estilo, con la novela histórica, con el relato popular o con la poesía, han cumplido con el compromiso casi hereditario de escribir la historia de su pueblo, Villalcón. Próximo pueblo: Villanueva del Rebollar
martes, 25 de marzo de 2008 a las 0:41
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El recuerdo de las antiguas procesiones de Semana Santa
Cualquier referencia que se haga sobre la vida de los pueblos y del medio rural ha de contar casi por obligación con un repaso a las iglesias, pues suelen ser con frecuencia el edificio por excelencia, el lugar de encuentro y de reunión de los vecinos, especialmente los domingos.
Villalcón no es ninguna excepción. Su iglesia parroquial en honor a Nuestra Señora del Castillo no solo destaca por aglutinar a los villalconenses durante las fiestas, sino también por albergar, como buena parte de los templos de Tierra de Campos, una gran riqueza artística. Son dignos de ver los retablos barrocos dispuestos en su interior, dominados por un importante artesonado mudéjar en el presbiterio y otros dos en las capillas laterales. La pena es que estos dos últimos se encuentran bastante deteriorados, ávidos de ser restaurados, para lo que el Ayuntamiento intenta conseguir una ayuda de la Fundación del Patrimonio Histórico, integrada por la Junta y por las cajas de ahorro de la región.
No falta qué ver en esta iglesia. Sin embargo, la casualidad quiere que los ojos del curioso se centren en otro elemento, su torre. Examinada con detenimiento se comprueba que está girada con respecto al cuerpo o la estructura de la iglesia. Vecinos y estudiosos afirman y aseguran que esta torre de ladrillo cubre otra antigua construcción de arena o torreón militar, ya que la localidad estaba amurallada. Lo cierto es que esta circunstancia resulta comprensible si se tiene en cuenta que Villalcón se encontraba en la frontera de los reinos de Castilla y de León, lugar frecuente de disputa de batallas, y que existían documentos en los que se apuntaba a la existencia de pobladores por el siglo X y posteriores.
Con el paso del tiempo, las historias militares de aquel torreón o de la posible barbacana del castillo quedaron subyugadas y escondidas por la devoción. Hoy en día Nuestra Señora del Castillo se contempla solo como un mero edificio religioso, al que los villalconenses acuden con la esperanza de que la patrona, la Virgen de las Angustias, y el resto del santoral cumplan sus rogativas, pidiendo siempre una mejor situación de los campos de labranza, a los que los vecinos permanecen amarrados como único sustento y fuente de ingresos. Nada más salir de Villalcón, en la orilla de la carretera P-970, hay una caseta o refugio para los viajeros del autobús. Allí se encuentran Julio Martínez y Esteban Ruiz, dos vecinos jubilados que, como otros muchos, aprovechan las tardes para salir a dar un paseo y se reúnen, al cobijo del remanso.
A pocos días para que llegue la Semana Santa, les preguntamos por la tradición religiosa que imperaba en la localidad por estas fechas. Recuerdan que varias décadas atrás los vecinos participaban los viernes de cuaresma en el canto del miserere y que después, en Jueves y Viernes Santo se organizaban procesiones. Su curiosidad estribaba en que, junto a la imagen y a los fieles que la acompañaban, desfilaban varios jóvenes con los pies amarrados con grilletes de reo. «Llevaban dos placas metálicas en los tobillos que se ataban y sujetaban a dos barras de hierro transversales, por lo que les resultaba bastante complicado andar», comenta Julio.
La procesión era incluso más llamativa cuando estos jóvenes que encabezaban el desfile regresaban hasta la imagen y saltaban las hogueras que los vecinos habían preparado en las esquinas o calles por las que pasaban. «Un año se hizo una hoguera tan grande junto a la iglesia que la procesión tuvo que esperar a que el fuego se consumiera para poder regresar al templo», rememora Esteban.
La llegada de la Semana Santa es probable que devuelva a la localidad a muchos de los hijos que un día la abandonaron. A buen recaudo, acompañarán las procesiones religiosas actuales con esa lista de gratos recuerdos y costumbres.
jueves, 23 de marzo de 2006 a las 0:00
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Villalcón presenta un libro sobre el Arciprestazgo de Cisneros
La publicación pretende ahondar en la memoria de la época medieval, la más fructífera de una comarca que hoy en día comprende 16 pueblos, aunque en su día fueron más de 30. Bajo el título Historia de los pueblos del arciprestazgo de Cisneros, mañana (20 horas) se presenta en Villalcón un libro que pretende recuperar la importancia histórica de una serie de localidades de la provincia, las que comprendía este arciprestazgo de ahora 16 pueblos (llegaron a ser más de 30). DP.
jueves, 11 de agosto de 2005 a las 0:00
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Bienes de Interés Cultural, ¿para qué?
Un vecino de Villalcón denuncia el olvido institucional sobre Nuestra Señora del Castillo
BIC, sí; y no me refiero a ninguna marca de bolígrafos. Bienes de Interés Cultural es el pomposo título que algún político bien intencionado (atributo que se les supone, lo mismo que el valor a los soldados) tuvo a bien aplicar a aquellas obras de arte que, por su antigüedad, belleza y por representar las señas de identidad de una cultura, merecen un especial y delicado trato en aras de su conservación.DP.
jueves, 14 de abril de 2005 a las 0:00
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