El último palentino de Filipinas
El último palentino de Filipinas. Natural de Viduerna de la Peña, Jesús García fue uno de los 33 supervivientes del asedio de Baler
Llegaron a España con un pacto de silencio sobre muchos de los actos que la desesperación les obligó a cometer en su tormento filipino. Resistir un asedio de once meses en una tierra extraña, a 20.000 kilómetros de casa, sin saber que la guerra ha acabado y rodeados de enemigos y enfermedades tropicales, fue lo que tuvieron que soportar los 33 supervivientes del desastre del 98 en Filipinas.
En la provincia filipina de Aurora (antigua Príncipe) existe una población llamada Baler, que fue fundada por misioneros jesuitas y en la que el Batallón Expedicionario Nº 2 pasó a la historia por su resistencia numantina entre las ruinas de la iglesia, que empezó cuando el cabo de infantería Jesús García Quijano recibiera un tiro en el pie izquierdo. En la imagen superior, tomada poco antes de regresar a España, se le ve -número 28-, con el pie aún herido.
Morir habemos. La revuelta independentista filipina había llegado a una tregua, aunque bastante endeble, entre los tagalos sublevados y los kastelas, como llamaban a los invasores españoles. Uno de estos kastelas era este soldado natural del pueblo palentino de Viduerna de la Peña, que había formado parte de un destacamento asaltado pocos meses atrás en la misma región, por lo que no confiaba en tal tregua.
El disparo recibido por el cabo palentino iniciaba una situación en la que los soldados españoles no tuvieron más remedio que atrincherarse en la iglesia de Baler, sabiendo que la muerte era la más segura de las salidas que tendrían. Su rezo más común era: «señor, morir habemos, ya lo sabemos». La climatología tropical, el hambre y las enfermedades se aliaron con los filipinos para hacer cierta la oración de los españoles que, cumpliendo órdenes, se mantuvieron sin ceder ni un metro.
Hubo quien consideró su gesta fruto de la locura, pero casi todos coinciden en destacar la heroicidad de estos hombres que, pese a luchar en una guerra que no habían buscado, cumplieron con su deber mientras quienes ordenaban este deber no cumplían con ellos. El 10 de diciembre se firmaba en París el tratado por el que España vendía Filipinas por 20 millones de dólares a Estados Unidos, después de que en Agosto, se rindiera la capital filipina.
Las enfermedades y el miedo hicieron mella en el sentido de los españoles que ante los pocos intentos gubernamentales de solventar su situación, solo veían traiciones de las tropas enemigas. La desesperación les llevó incluso al canibalismo con los cadáveres de los compañeros caídos, y sólo una casualidad hizo que el teniente Martín Cerezo, único oficial superviviente, decidiera rendir el harapo de bandera que durante once meses defendieron como si les fuera la vida en ello.
Héroes y amigos El propio líder revolucionario, Emilio Aguinaldo, reconoció el valor de tan tenaces enemigos que abandonaron Baler con honores militares. Hoy, uno de los artífices de los actos en honor a estos héroes, el senador filipino Edgardo Angara, aseguró que «a menudo la Historia la escriben los vencedores, pero también tiene un mecanismo auto-corrector. Y en Baler no hay vencedores ni vencidos. Son sólo memorias compartidas». JUAN PABLO AUSÍN, DP.
miércoles, 31 de agosto de 2005 a las 0:00
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