Entre trincheras
 La Montaña Palentina fue una zona muy castigada y también una de las que más sufrió durante la Guerra Civil " El conflicto bélico, que culminó en la comarca en agosto de 1937, desembocó en el fenómeno de los maquis
Hay un episodio trágico que durante la tercera década del siglo XX marcó la vida de España y de todos los españoles. Sin embargo, el conflicto bélico más terrible sufrido en nuestro país tuvo núcleos en los que la conflictividad era más que eso, era una lucha sin cuartel entre hermanos, primos y padres e hijos. Algunas de las zonas en las que la vida diaria de la guerra era más dura fueron los frentes de alta montaña y las cuencas mineras, dos características típicas de la Montaña Palentina que convirtieron a sus cumbres: Bernorio, Terena, Cocoto, Sierra Hijar, Peñalabra o a sus pueblos: Guardo, Barruelo, San Salvador, en ollas a presión en las que había especial tensión.
Una de las peculiaridades que tuvo el conflicto en la zona norte palentina fue que estalló antes de la fecha oficial, aquél fatídico 18 de julio de 1936. Cuatro años antes los primeros motines y enfrentamientos entre mineros y militares eran la crónica de un suceso anunciado. El 5 de junio de 1932 tuvo lugar en Castrejón de la Peña un mitin organizado por los partidos de derechas que según informaba por aquella época Diario Palentino ya reflejaba en sus páginas, «acudieron 3.000 personas de toda la zona», entre los asistentes se encontraban un grupo de obreros del Sindicato Minero de Barruelo, de UGT, que llegaron para impedir la celebración. Los mineros lanzaron vivas a favor de la Revolución Social. Los ánimos se fueron caldeando hasta que se abrió fuego. El resultado fue de varios heridos y veinte mineros fueron detenidos.
Dos años después, en 1934, las divisiones se hicieron más notables. Por un lado estaban los grupos conservadores de derechas, en el otro se encontraban los grupos de izquierda formado por mineros y sindicalistas mayoritariamente. Después de las elecciones de 1933 en las que ganan los conservadores, la II República camina hacia la inestabilidad. En la Montaña Palentina existieron dos focos principales de conflicto: Guardo y Barruelo. La revolución del 4 de octubre de 1934 se sintió con más fuerza y más violencia en Barruelo de Santullán. Los socialistas barruelanos se levantaron en armas la noche del viernes día 5. Al frente estaba el alcalde socialista Francisco Dapena. En los enfrentamientos murieron un teniente coronel de la Guardia Civil y dos guardias de la Benemérita y se incendió el Consistorio. Pero sin duda, el hecho que más marco a la población fue el asesinato del director del colegio religioso de Barruelo, el Hermano Bernardo. También resultaron muertos el alcalde y varios rebeldes. El conflicto acabó con la entrada de los militares y la huida a los montes de los revolucionarios, práctica que luego se extendería con el fenómeno de los maquis. En Guardo también asaltaron el cuartel de la Guardia Civil matando a un agente y prendiendo fuego a la instalación.
Dominada la Revolución de octubre de 1934, ya en febrero de 1936 el Frente Popular -una coalición de partidos de izquierdas- gana las elecciones y se produce una situación política muy inestable que finaliza con el alzamiento de Franco el 18 de julio de 1936. Media España queda dividida en frentes y en sus corazones. Fenómenos como el exilio, las muertes en ambos bandos, hicieron que miles de familias se rompieran.
Palencia capital había quedado en manos de los nacionales. Sin embargo, en la zona norte la incertidumbre fue creciendo día tras día. Todos los mineros esperaban un cargamento de un tren que no llegaba para poder levantarse en armas. Desarmados y ante los ataques del otro bando, los mineros se fueron replegando, así, se establece la línea del frente en la Montaña Palentina. Dos frentes existieron: en La Pernía uno de contención, en el que no hubo combates de gran importancia, sino de posición; el segundo se ubicó en el valle de Santullán, Aguilar, sur de Cantabria y el oeste de Burgos, que fue muy activo.
El frente republicano estaba integrado por Peñalabra, Cuetomañín, Valdecebollas, Sierra Hijar, Monte Endino, Terena y localidades como Menaza, Canduela, Quintanilla de las Torres y Villanueva de Henares.
En el bando nacional estaban: San Salvador de Cantamuda, Cervera, Cillamayor, Barruelo, Nestar, Cabria, Villarén y lugares como Cocoto, Bernorio y El Moral. Algunos pueblos como Los Redondos, Tremaya, Lores o Villavega de Aguilar quedaron en tierra de nadie. Las posiciones que había en los montes y picos palentinos eran muy diversas. Así, en el Bernorio había fundamentalmente parapetos y trincheras, en el Terena había trincheras, en el Cocoto existían parapetos, en la Sierra de Peñalabra también parapetos y en Valdecebollas eran fundamentalmente trincheras, esa arqueología de la guerra se puede ver y muchas de las estructuras se mantienen en pie.
LOS GRANDES COMBATES. Aún hoy hay algunos vecinos de la zona que recuerdan aquellos trágicos combates. Como los del Bernorio, el 10 de octubre de 1936, o los del Moral en Pomar de Valdivia en marzo de 1937, también los del Terena o los del Cocoto que se saldó con cientos de muertos del bando republicano y decenas del nacional, episodio marcado por la toma de Bilbao. Eutiquiano García Merino nacido en Menaza, vecino de Nestar y trabajador ferroviario en Quintanilla de las Torres, vivió de primera mano el conflicto. «En las posiciones de Cabria y el Bernorio estuve en las trincheras, de vigilancia con los morteros. El mortero le teníamos metido dentro de un parapeto de sacos para que no estallara, le rodeábamos de sacos porque tenía poca potencia y si no le poníamos los sacos nos estallaba a nosotros mismos. Disparábamos el mortero cuando lo ordenaba el oficial, pero tirábamos a voleo, no buscábamos un objetivo concreto, sino que tirábamos por tirar. Recuerda con tristeza además que «también estaba el frente establecido entre Cabria y Menaza -repúblicanos-. Como estaba el enemigo allí, yo tenía que tirar con el mortero contra ellos y disparaba contra mi propio pueblo». Uno de los episodios más trágicos que rememora fue el de los fallecidos, «entre las posiciones del Bernorio sí se veían los muertos de los ataques de los combates anteriores. No se podían recoger porque estaban en medio de las dos posiciones y si salías te disparaban».
Pero dentro del horror de la guerra también quedaban capítulos para el humor como la denominada hacer la descubierta. Acción que todas las mañanas se llevaba a cabo y que consistía en despiojarse unos a otros. Pero poco tiempo quedaba para la risa, las temperaturas extremas, sobre todo en invierno y en posiciones de alta montaña, la escasa comida y la falta de aseo, el apelotonamiento en las posiciones como las del Bernorio en la que podía haber unos 200 hombres, fenómenos que se dieron en una guerra que era fundamentalmente de desgaste y que hacía que los ánimos decayeran y más cuando se veía la fuerte represión que se hacía en la retaguardia.
Una de las personas que más ha estudiado el fenómeno de la Guerra Civil en la Montaña Palentina ha sido el periodista e historiador Wifredo Román. Según explica, «hay que tener en cuenta que en la Montaña la guerra terminó en agosto de 1937. Un hecho destacable y que muchos desconocen es que Franco durmió en Aguilar de Campoo, cuando estaba preparando su ofensiva final. Salinas fue un punto muy importante de concentración de tropas que partieron hacia Brañosera y la Sierra Hijar».
Pero aunque acabase la guerra hubo algo que marcó la vida de la comarca durante los siguientes años: los maquis. Una vez acabado el frente, centenares de soldados republicanos quedaron perdidos, y muchos buscaron en el exilio la salida a la represión. La orografía de la zona hizo que muchos de los mineros combatientes se fueran al monte, lugar donde formaron grupos organizados y crearon sus propias guerrillas. Hasta tres grupos se contabilizaron en la zona norte palentina. Los maquis palentinos, que podrían ser unos cuarenta y que estuvieron en las sierras norteñas hasta 1950, muchos eran mineros de Barruelo. Allí hubo diversos cabecillas como Mariano Ortega conocido como El Peque o El Rubio, Amadeo de Rueda conocido como El Moro fue quien supuestamente mató a un guardia civil en Perazancas. Un segundo grupo eran los maquis de Cantabria, que operaban ocasionalmente en Palencia, entre ellos destacaron los hermanos Campillo-Campos, Reig-Roig que utilizaban los secuestros para sobrevivir, dejando sin libertad a empresarios de La Pernía y Reinosa. El último grupo eran los maquis de León, de la zona de Boñar, que operaban en el oeste de Palencia. Uno de los sucesos más destacados que protagonizaron fue el atraco a un banco de Saldaña. Dos maquis de ese grupo de la cuadrilla del Practicante, fueron detenidos en Guardo. Los maquis fueron para algunos héroes y para otros criminales, doble visión de un episodio trágico que en la Montaña fue más que eso. Familiares y amigos recuerdan a los que murieron en esas posiciones, y rememoran esas subidas hasta el Bernorio tan sólo para llevar flores al parapeto de la muerte, triste nombre para una triste y cruel historia.
El día a día de un joven combatiente. -El pasado mes de julio se editaba un nuevo libro palentino en el que se recoge uno de los testimonios más sinceros y sencillos sobre la Guerra Civil en la Montaña Palentina. Diario de Guerra, un paréntesis de tres años 1936-1939, recoge las vivencias diarias de Luis García Guinea, mediante la historia de las anotaciones recogidas en un pequeño diario. Guinea nació en Saldaña en 1915, estudió Derecho en Deusto y Valladolid y comenzó a trabajar como notario tras lograr el primer puesto de su promoción en 1944. Fue notario en Cervera, Yeste, Cieza, Elche y Santander. Gran amante de la naturaleza y montañero, creó una vía nueva para subir al Curavacas -que aún hoy se denomina la senda del notario- y falleció en 1979. En el volumen se describen perfectamente y en primera persona algunos de los hechos más trascendentales durante toda la Guerra Civil, pero sobre todo se recoge la tragedia humana que supuso para millones de españoles. Cuenta episodios tan humanos como la tristeza del día de Nochebuena en las trincheras y los volteos de las campanas en Villavega para celebrarla, o los paréntesis que se hacían en mitad de los combates para hablar entre republicanos y nacionales, un episodio que pareciese sacado de las historias de Gila. Sin duda, un testimonio real y auténtico, en el que las ideas políticas no son las protagonistas. MARTA REDONDO / AGUILAR DE C. , DP.
jueves, 25 de agosto de 2005 a las 0:00
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Los artistas callejeros convierten la localidad en un inmenso escenario
Un viaje fugaz que se sirve de una carpa oriental y de la destreza de acróbatas y equilibristas para devolver a los asistentes el encanto del mundo circense y el embrujo instantáneo que los rodea. Así comenzó ayer al mediodía en Aguilar de Campoo la actuación de la compañía Circo Efímero con la que se inauguraba la décimo primera edición del Encuentro Internacional de Artistas Callejeros de la localidad.
Una historia cuyo hilo conductor fluye por la labia de un intrépido y gallardo comerciante al que se unen la destreza, mañas y malabares de tres equilibristas, clowns y acróbatas que buscan sintetizar los embrujos, osadías y atrevimientos del circo sobre un montaje y escenario metálico de gran altura. «El objetivo es recuperar la tradición de los espectáculos circenses, de su puesta en valor, y para ello Circo Efímero ha presentado un proyecto pionero en la comunidad», explicó ayer Cristina Calleja, acróbata de la compañía, quien muestra un especial afecto y cariño por el festival aguilarense, ya que fue donde actuó por primera vez en un festival internacional de teatro. «Esto fue hace ya muchos años. Pero he seguido acudiendo al festival formando parte de otras compañías y he podido comprobar su trayectoria y magnífica evolución, pasando de ser un escaparate apenas conocido en este mundo a figurar en los calendarios de encuentros callejeros más relevantes, con compañías importantes», manifestó Calleja.
Títeres y poesía. El encuentro de artistas callejeros continuó por la tarde con el segundo pase de Circo Efímero y posteriormente con la compañía malagueña El Espejo Negro y su espectáculo 'Los perros flauta'. Un soporte en el que los cuatro actores se imbuyen en las historias de yonquis, drogadictos, punkis y rastafaris, combinándolas con el juego de varias marionetas de perros y el descaro y sarcasmo con el que se dirigen e interactúan con el público asistente en la plaza y los soportales, pidiendo un donativo o una colaboración para subsistir. Una actuación que centra su mirada en el devenir diario de los vagabundos, de aquellos que deambulan sin destino con sus pertenencias a cuestas y acompañados de un perro y que devuelve un nuevo giro e impulso al teatro de títeres, con nuevos lenguajes interpretativos y tramas sociales más profundas.
A continuación llegó el turno de los vascos de Trapu Zaharra y su espectáculo itinerante 'El Pisito', donde se cuenta la historia de dos hombres separados que comparten residencia en una caravana o roulotte en un camping, con los obstáculos y trabas que impone la lógica del espacio reducido para el desarrollo de la convivencia y que hará lógicos finalmente que su agobio les lleve a la buscar una nueva residencia.
Y, por último, la primera jornada de teatro de calle concluyó a las 23 horas con la actuación de los palentinos Alkimia 130 y su espectáculo poético 'Nómadas' donde la comunicación, los diálogos y el desnudo emocional de sus actores fluyen para llegar al imperio de los sueños, de todo aquello que se espera conseguir y que en la mayoría de las ocasiones de escapa de las manos.SORAYA DE LAS SÍAS/AGUILAR DE CAMPOO, Norte.
sábado, 13 de agosto de 2005 a las 0:00
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