Café con leche: mitad y mitad
CUANDO EL CLIENTE, en uso de los derechos que le tienen conferidos Constituciones, Legislaturas y costumbres, buenas y malas, le pide al camarero que le sirva un café con leche, puede asegurarse sus el tal cliente ni toma café ni toma leche.
Con todos los respetos, quisiera derivar este convencimiento mío hacia la actividad política: Cuando un partido, un grupo político o una asociación de explotadores de la tierra se empeña en imponer como norma legislativa y de gobierno, la presencia de varones y hembras (si se prefiere de hombres y mujeres) la mitad por cada una de las partes en la composición de sus proposiciones electorales, lo que se persigue en definitiva es que no gobiernen, que no mande de verdad ni los unos ni los otros, sino todo lo contrario.
¿A qué viene o a que va, se pregunta el elector ingenuo, esta tendencia, impuesta por las buenas desde luego, de que en las proposiciones para el gobierno o para la administración de la ínsula hayan de figurar tantos señores como señoras? ¿ Si por una casualidad, los varones resultan unos mostrencos, incapaces de distinguir un conejo de un elefante? ¿Y si las por otra parte dignas candidatas resultaran deshechos de tienta? ¿Por qué una señora o un caballero han de formar parte de una combinación tejida con el hijo del partidismo, de la caciquería o de la tentación propiamente dicha?...
Nadie podrá negarle al partido felizmente reinante que no ha cumplido aquella promesa suya y de otros muchos de dotar a la gobernación del país de tantos varones como hembras, porque según se desprende del conocimiento obtenido en los pocos meses que continúan en el poder, esta promesa se ha cumplido, sin ningún retorcimiento legal o retórico.
Podemos, pues, proclamar a los cuatro o cinco vientos universales, todavía con permiso del tosco emperador americano, que el curso de nuestra política, interior, exterior, católica y universal, se está cumpliendo tan a rajatabla que es un primer asistir a algunos de los efectos de esta sabia combinación.
No sabemos si en Francia o en Alemania, que son por ahora nuestros aliados más directos se practica la doctrina de la paridad, que en España tan fielmente se respeta, pero por lo que a nosotros, hispanohablantes de cuarta generación compete podemos asegurar que la fórmula funciona, salvo errores que cualquier hombre o mujer puede prever, salvo en casos excepcionales de voluntad de poder y mando en plazo efectivo.
Por lo que respecta al respetable, el ensayo parece ser que puede ofrecernos resultados muy positivos, aunque no sea más que para que el personal masculino todavía en bruto deje de matar a sus compañeras sentimentales, políticas o eclesiásticas, como si fueran corderos para el asado comunal.
Ya no será ni tan fácil ni tan exento de culpas penales acabar con la parienta a leñazos, como ese despavorido marido, esposo o lo que fuere del pueblecito leonés de San Pedro de Valderaduey, el cual se supone que en un arrebato, al que parece ser que se están acostumbrando los bárbaros de la corte, acabó con la vida de su compañera, de ochenta y pico años, no se sabe si por un quítame allá esas pajas, o aquí el que mando soy yo.
La paridad de géneros en la gobernación del país puede servir como ensayo para ver que tal resulta, pero como diría mi tía la del pueblo, los ensayos, con orujo y en la bodega.
martes, 20 de julio de 2004 a las 0:00
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