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Bercial de Zapardiel

Ávila - Castilla y León

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RELATO DE LA FIESTA DE SAN BLAS 2010 EN BERCIAL DE ZAPARDIEL (ÁVILA)

RELATO DE LA FIESTA DE SAN BLAS 2010 EN BERCIAL DE ZAPARDIEL (ÁVILA)

RELATO SAN BLAS 2010
Bercial de Zapardiel (Ávila)
(Por Bruno Coca)

PINTADAS (1 de febrero)
El día uno de febrero, en el umbral de la noche, recorren las calles del pueblo las quintas y quintos (hace unos años sólo ellos) en compañía de un nutrido grupo de jóvenes: los que entraron en quinta el año anterior y los que entrarán al año siguiente. Colocan sobre el pavimento de las calles y las paredes las características pintadas (los carteles , como los llamábamos nosotros) con sus nombres, vivas a San Blas, el año de su quinta, y alguna que otra frase ocurrente como testimonio de la celebración y paso de su quinta por el pueblo. Todo el recorrido se hace acompañado y envuelto con algún que otro cántico, el siseo y estallar de los cohetes, con el sonido estridente del aporreo sobre un bidón, u otro tipo de trasto viejo al que se le pueda arrancar el mayor ruido posible, para hacer notar su presencia en la calle.
Este año dos mil diez, a las siete de la tarde, cuando la noche hace acto de presencia y se encienden como luminarias los focos del alumbrado público, se concentraron frente a la fachada de la casa de María Coca las quintas/os de este año que en ese momento estaban presentes en el pueblo: Judith, Bárbara, María, Francisco y Miguel, y, junto a ellos, todo el acompañamiento: María y Tiburcio Rodríguez, Jonatan Zurdo, Carlos Díaz, Laura Pérez, Sara García, Antonio, Pedro Jimeno, Pablo Velázquez. Sobre el hormigón, María, muy bien pertrechada de brocha gorda en ristre y guantes en sus manos, inaugura de forma oficial la noche de las pintadas 2010. Moja su brocha por primera vez en un bote de pintura titán lux , y procede, con solemnidad, a estampar su personal pintada, la primera de la noche: con su nombre, el de sus compañeros quintos/as, y el año de la efeméride, 2010.
Las pintadas de otros tiempos
(Recuerdo que mi quinta -la de 1978- fue la primera que utilizó, como novedad, la pintura en spray para poner los Carteles . Método que ha dado muy buenos resultados, pues, después de 32 años, todavía se pueden ver las pintadas de aquel período en algún edificio (se puede observar una en la panera Castor García, en la plaza). También realizamos algún que otro esbozo de graffiti, con connotaciones sociales o alegorías extrañas, que, seguro, la gente del pueblo no entendió. Los quintos de aquel año, como miembros de la generación de la transición (fue el año que se aprobó la Constitución) estábamos, alguno de nosotros, a pesar de nuestra juventud (19 años), inmersos en la actividad política, por eso intentamos con mucha ilusión y al mismo tiempo ingenuidad, dar otro sentido o mensaje a los Carteles de entonces, cambiando el contenido de alguna de las frases tópicas y tradicionales de toda la vida.)
Después de finalizar las pintadas frente a la casa de María Coca, el grupo de muchachos/as se traslada con todos los bártulos a la Plaza de San Blas, un lugar muy apropiado y extenso para colocar pintadas de mayor tamaño. En esta plaza se vieron obligados a barrer con un cepillo la arena que estaba sobre los espacios donde iban a colocar las pintadas. Pude observar, así mismo, que la cantidad de pintura que llevaban es posible que no les llegara para poder realizar todas las pintadas de la noche, pues su proyecto, en ese momento, era ponerlas frente a la casa de los siete quintos/as.
Continuamos el trayecto pasando por viejo depósito de agua, sito en la Plaza de los Niños. Un edificio, éste, junto a la panera de Alejandro Velázquez, muy utilizado por los quintos en los últimos años para colocar sus pintadas. Junto al depósito, y en la calle Real, está la casa de los abuelos de Miguel Ángel Memgs, donde (aquí sobre el asfalto) se rotularon de nuevo las mismas frases y consignas. Avanzamos por la calle Real hasta llegar a la plazuela de El Bajo donde está ubicada la casa de Bárbara Zurdo. En este lugar, alumbrados por la intensa luz del foco situado en la plazuela, como la casa de esta quinta está situada en el número 1 de la calle Cantarranas, y esta calle es muy estrecha, tuvieron que realizar el dibujo de las letras en la cuesta de la plazuela.
Cuando transitaban por la calle Medina, en dirección a la casa de la siguiente quinta, hicieron una parada en el Salón del Antiguo Concejo (a petición del fotógrafo que suscribe estas líneas). Delante de su puerta, y como fondo la fachada, les hice una fotografía para inmortalizar ese momento ante uno de los edificios más emblemáticos y con más historia de nuestro pueblo. Reanudamos la marcha en dirección a la calle Huertas. En este trayecto hicimos un alto en la Plaza (calle Medina), enfrente de la panera de Castor. En ese lugar, sobre el suelo, María Coca puso una nueva pintada.
En la calle Huertas se encuentra la casa de Judith; junta a su puerta, ella, Bárbara, y otros muchachos sentados o de rodillas sobre el suelo colocan y personalizan su pintada. Al mismo tiempo: Miguel Ángel, Jonatan y María se empleaban a fondo para poner otras en los tapiales de la pared de la panera de Castor que linda con la calle Huertas. En esta panera, sobre la pared que da al sur (a la calle Huertas), y en su pared del norte, (a la calle Iglesia) todavía quedan vestigios muy visibles de multitud de pintadas, algunas de ellas con una antigüedad de entre 30 y 50 años, como testimonio gráfico indeleble de todos los quintos que sobre ella plasmaron su particular seña de identificación, con sus nombres y el año del evento. Allí está, como decía anteriormente, el rasgo inconfundible del paso de mi quinta, la del año 1978.
Después de terminar de pintar en la calle Huertas, todos los allí presentes, acompañados por el tarareo de su voz, cantan y bailan una jota castellana. Retomando de nuevo la calle Medina, la comitiva de quintas/os, y el acompañamiento, recalamos junto a la puerta de Francisco Jimeno (Antiguo Bar Los Kicos ). En este lugar es donde Kico se empleó a fondo, y, a pesar de que llevaba ya unas cuantas pintadas hechas, marcó unas letras de un tamaño considerable para que se pudieran ver desde cualquier lugar de la Plaza. Desde aquí se dirigieron a la calle Juego Pelota para rotular la calle enfrente de la casa de los abuelos de Patricia López. Y para finalizar, y como colofón a la noche de las pintadas o de la colocación de los carteles, se terminó el recorrido en la Plaza del Sol. Junto a la fuente, y frente de la casa de los abuelos de Arancha Jiménez, se dio por finalizada LA NOCHE DE LAS PINTADAS DE LAS QUINTAS Y QUINTOS 2010.
CENA QUINTOS/AS (1 de febrero)
Después de terminar con las pintadas callejeras, sobre las diez de la noche, más o menos, se iniciaba la celebración de la cena de Las Quintas/os 2010. Evento muy popular al que ahora acude todo el mundo: chicos y chicas, jóvenes y adolescentes, y hasta mayores de sesenta años. El más joven tenía13 años el mayor sesenta. Este año se pensaba que al coincidir la celebración de la cena en lunes acudiría menos gente a su celebración. Hasta tal punto estábamos convencidos de esa posibilidad que, como el año pasado se pusieron cuatro filas de mesas para poder sentar a todos los asistentes (74 en total), este año se había decidido suprimir una mesa, retirando la que está situada en el centro. Pero, sorpresa, cuando las tres filas colocadas, estaban llenas de personal, se comprobó que todavía faltaba sitio para quince o veinte personas más. Hubo que colocar de nuevo la fila del centro para sentar la mesa a todos los asistentes. Casi 60 personas, todo un record, si tenemos en cuenta el día que era. ¿Cómo se puede explicar esta masiva asistencia en un lunes? Yo creo que ha acudido más gente de la prevista, por una sencilla razón que hay que tener en cuenta: las quintas/os este año han sido siete, y es razonable que por cada quinto hayan asistido a acompañarles los padres, hermanos y amigos. A esto debemos de sumar los usuales de todos lo años y los residentes en Bercial.
El menú de la cena, como primer plato, sopa de pescado, y de segundo, carne asada de redondo de choto. Ingredientes habituales en las cenas de los últimos años. Después de dar fin con los suculentos manjares que las madres de los quintos/as nos han preparado (bueno, decir en honor a la verdad, que la sopa estaba estupenda y la carne deliciosa, un diez para las cocineras, que se lo merecen), tomamos de postre un helado contesa, el café, el chupito, el puro, y una copa más, a la que nos invitaron los quintos/as, y todo, por el módico precio de quince Euros.
Este año la cena ha transcurrido como estaba previsto. Sí que hemos echado de menos, como sucedía otros años (cuando la boca se calienta y lo efluvios etílicos empiezan hacer sus efectos) la lanzada de objetos de una mesa a otra, los cánticos a coro acompasados y acompañados por las palmadas sobre las mesas que hacen de caja de resonancia.
Es curiosa la distribución y colocación de los comensales en las mesas. Quien sea observador y se haya fijado en mis reportajes fotográficos y de vídeo de los últimos diez años, comprobará, que año tras año, coinciden en el mismo lugar del Bar, y sentados en las mesas, agrupados por edad o generación, o como integrantes de una peña; y al lado, de forma invariable, casi las mismas personas que el año anterior. Así podemos ver, en la fila que está junto a la ventana: a Teófilo y Manuel Díaz, Amancio, Julián García, Alfredo, Ignacio García e Ignacio Alonso, Heladio Serrano, Urbano Velázquez (que este año no ha podido estar, pero si que ha estado en las Viseras y San Blas), José Rodríguez, César Rodríguez, Nicolás (el médico) y Zoilo algunos años, yo mismo, y alguno más de mi generación que se sienta con nosotros cuando pueden venir a la cena. Otra fila de mesas de comensales habituales, es la que se sitúa junto a la barra del Bar, en la que se colocan los componentes de la peña La Última Generación como los hermanos Julio, David y Carlos García Redondo; Juanjo García, Gustavo y Jesús Barrios, Iván Hernáez y Víctor su primo; Ricardo Tellez, Francisco Díaz. En la mesa que está junto a la puerta de entrada: los quintos y las quintas más Fernando Coca, Juan Carlos García, Juan Carlos Rodríguez, Ana Díaz de la peña KaosTotal . Tampoco faltan a la cita jóvenes como Fernando Rodríguez, Juan Antonio Conde. En fin, gentes del pueblo de distintas generaciones, sin cuya participación activa, año tras año, independientemente de la edad o del sexo, la cena de los quintos, en el mejor de los casos, no sería la misma; o peor aún, y contemplado el peor de los escenarios; seguro que se habría dejado de celebrar hace años.
La "batalla de los cohetes"
Con la atmósfera del bar llena de alegría y de humo a rebosar, se retiran las mesas del bar. Es el momento en el que los quintos reparten entre los asistentes la docena de cohetes, que de inmediato, los más adictos a la pólvora, toman en sus manos y salen a la calle para tirarlos. Unos, los menos, los tiran de forma tradicional hacia arriba, los demás, desmonta el volador retirando las bombas y el elevador, de esta forma amplían por dos la duración y efectos del cohete.
Cuando está en su máximo apogeo la batalla que se forma con los cohetes, tirándoselos unos contra otros, en la calle no se ve nada de la humareda que se forma, y la atmósfera se hace irrespirable. Hay que tener mucha precaución si se sale del bar en ese momento, pues si no miras en qué dirección orientas tus pasos puedes encontrarte con una sorpresa. Y no sería la primera vez, como ya sucedió hace unos años, un cohete puede impactar contra la cara de los que se atreven a salir en el fragor de la refriega sin tomar precauciones. En el exterior la atmósfera está llena de humo saturada de olor a pólvora, hasta tal punto que hay momentos en los que es difícil ver a las personas; hay tal confusión que no sabes quien tira contra quien. A veces sólo ves cómo se cruza la estela de chispas destellante, de color amarillo, que dejan tras de sí los voladores que han salido desde la oscuridad, en direcciones opuestas, y sin ver quien los ha tirado, terminan impactando no se sabe donde ni contra quien.
LAS CENAS DE ANTES
A la Cena de los quintos hace unas décadas acudían los quintos del año, los del anterior y los del siguiente, más algunos mozos ya entrados en años y algún que otro adolescentes que por primera vez asistía a este acto como ceremonia iniciática para pasar de ese estado al de la juventud. Las chicas, por supuesto, tenían vetada la entrada a este fiestorro exclusivo. Pero bueno, sin justificarlo, hay que entenderlo, eran otros tiempos. Antes se podían reunir en la cena para acompañar a los quintos, 25 ó 30 mozos-jóvenes, en lo años buenos, cuando caía bien San Blas. Eran cenas más reducidas, más íntimas, pero vividas con la misma intensidad que las de ahora. El menú (entonces lo cocinaban los dueños de los bares) durante años y años se compuso en su primer plato de sopa de pescado, y de segundo, el famoso pollo en sus distintas variedades: guisado o asado, pan vino y gaseosa. Y después de la cena, por supuesto, el reparto de los cohetes. Creo que en dos ocasiones se ha cenado como segundo plato borrega , en la cena de Julián Rodríguez y, más recientemente, en la quinta de Gustavo Barrios y Julio García.
En la celebración de La Cena de mi quinta (el año 1978) repartimos una docena de cohetes por cabeza (de los gordos ), y gastamos, si no recuerdo mal, 40 docenas. Los cohetes que tirábamos eran de mejor calidad, de una sola bomba, (entonces eran más baratos) y por lo tanto, mejores que los de ahora. Sonaban más y subían más alto, pero también eran más peligrosos.
En aquellos años ya se tiraban por el suelo; ya sabéis: montando la consabida batallita por cada calle, por cada esquina del pueblo, por cada rincón, tirándonos los cohetes unos contra otros. Como nos recorríamos todas las calles con este simulacro de batalla, todo el pueblo sentía y oía en vivo y en directo el desarrollo y pormenores del enfrentamiento.
El resultado, más de un año, con incidentes y accidentes lógicos de esta ruidosa y peligrosa actividad, (en la que su elemento fundamental es la pólvora) como quemaduras en las ropas, en la piel, con alguno que otro cohete que entraba por una ventana, con la rotura lógica de los cristales.
Un año tuvimos un disgusto muy serio, pues a Juanjo Serrano, cuando estaba tirando un cohete, y llevaba el resto sujetos con el antebrazo, una chispa prendió todos los cohetes, produciéndole unas quemaduras importantes de las que tardo tiempo en recuperarse. En definitiva, esta noche del día uno de febrero no sería la misma, no tendría el mismo atractivo, si al final de ella y como colofón no se sintiera el sonido estruendoso de los cohetes y de las bombas, si no viéramos el color del humo y oliéramos la esencia a pólvora en el ambiente; y todo envuelto, y aderezado, con el sonido y la algarabía de fondo de los cánticos de las quintas y quintos, que se va haciendo mas intenso a medida que aumenta la confusión con el ruido ensordecedor de los cohetes.
VISPERAS (2 de febrero)
Día dos de febrero. Las quintas y quintos se acercan a la casa del señor cura a pedir permiso, la llave de la iglesia y de la torre para subir al campanario. A las 16 horas, previo engrase y revisión de las campanas, la campana principal se arranca y se inicia el repique y tradicional concierto de vísperas del día de las Candelas. Este año hemos podido disfrutar de una tarde estupenda, el cielo azul, totalmente despejado; la temperatura primaveral. Otros años hemos tenido que soportar con estoicismo y gran devoción: frío intenso, agua, vientos huracanados; pero nunca, nunca, se han dejado de tocar las campanas por muy adversas que hayan sido las condiciones de mal tiempo. De esta forma, y con una temperatura estupenda, se inicia tímidamente el sonido de repicar de las campanas, anuncio de la celebración y llama da a vísperas, que se celebrarán una hora después.
Cuando se oye y retumba en todo el pueblo el primer golpe de badajo sobre el bronce del vaso de la campana, supone la evidencia, el síntoma inequívoco de que las fiestas de Bercial de Zapardiel han comenzado de forma oficial. Para mí el sonido del toque a vísperas siempre me ha supuesto un motivo de emoción, en el que por todo mi cuerpo recorre una sensación especial, difícil de describir, pero que año tras año desde mi niñez, me ha sucedido. Y hoy, con el paso del tiempo, sigo experimentando de forma invariable esta misma experiencia.
Este año, con la lección bien aprendida, allí estaban para cumplir con la tradición los quintos/as. En primera línea, y tocando en la primera tanda, los quintos Francisco Jimeno (Kico) y Miguel Ángel. Arrancaron la campa grande con destreza sin ninguna dificultad, impulsando el yugo en varias ocasiones hasta que empieza a dar vueltas. Allí estaban por si algo fallaba, para echar una mano, Jonatan y Tiburcio, los quintos del año pasado. Se les notaba el aprendizaje que el año pasado 2009, como quintos del próximo año, habían realizado. Yo los vi a ellos, a María, Judith y Bárbara: cómo el año pasado echaban tiempo, paciencia y dedicación para aprender a tocar las campanas, y sobre todo, al delicado momento de su arranque. Si bien es cierto que todos ellos, y en particular los que siempre han vivido en Bercial, no se han perdido ni un solo año desde niños de subir a ver o a tocar las campanas. Yo, que soy un testigo excepcional de la corta trayectoria vital de varios de estas quintas/os, he tenido la suerte, por ser padre de uno de ellos, de recoger muchos de los momentos importantes de su vida. De mi María, por ejemplo, desde el mismo día de su nacimiento, en fiestas, cumpleaños, carnavales o en la escuela. Y por supuesto, desde bien pequeños, tengo en mi archivo fotografías en las que se puede ver momentos muy entrañables de estos jóvenes hoy, niños ayer: en el campanario, observando con su mirada curiosa, fijas sus pupilas en el voltear de la campana; admirando el esfuerzo de los mozos que las tocaban hasta que llegaba, cuando esto sucedía, el instante crucial de caparla .
Siempre he tenido curiosidad por saber cómo se sentían las campanas en pueblos como Barromán o Mamblas, a los que seguro, en función de la intensidad y dirección del viento, todos los años les llegan nítidos los sonidos del repicar de campanas que durante horas han escuchado, generación tras generación, de forma interrumpida, los días dos y tres de febrero.
A las cinco de la tarde los quintos/as dejan de tocar las campanas y bajan a la iglesia para asistir a la celebración de las vísperas. Pero su retirada momentánea del campanario, no quiere decir que se deje de tocar; las campanas siguen sonando durante toda la ceremonia, sonido que se puede escuchar desde el interior de la iglesia y sirve como acompañamiento y sintonía de fondo durante todo el tiempo que duran los actos de las vísperas. Después de finalizar el acto, los quintos colocan sobre las andas el pañuelo blanco, situándolo en el lugar que a cada quinto (cuando son más de cuatro) le ha tocado ocupar en el sorteo que entre ellos se hace para sacar el Santo en la parte delantera. Este año decidieron por unanimidad que en el sorteo de la parte delantera sólo participaran los quintos que viven en Bercial. Los que se sitúan en la parte de delante serán los que tienen el privilegio , cuando salen con el santo por la puerta del Sur, de aparecer los primero ante el pueblo. El sorteo se hace con una baraja de cartas, los que sacan los dos primero reyes, portarán las andas del santo en la parte delantera. María, con un gesto de generosidad, propone a los reunidos que, en el caso que le toque a ella sacar el Santo en el primer lugar, cederá el lugar a su primo Francisco. Al final, como pudimos ver el día San Blas, la suerte recayó en Francisco y Bárbara.
Terminado el acto religioso, y decidida la suerte del lugar que le corresponde a cada quinto para sacar el Santo, los jóvenes quintos/as suben de nuevo al campanario, y con nuevos bríos retoman el toque de campanas. En el primer momento, y guiados por un experto tocador como Juanjo García, ponen en práctica el toque de campana en sentido contrario al habitual: impulsando la cabeza de norte a sur. Esta modalidad implica una serie de cambios en la forma de colocarse junta a la ventana; contorsionando el cuerpo y mirando en dirección a Madrigal, se cambia de mano, el que tocaba con la derecha, ahora tocará con la izquierda, y el que tocaba con la izquierda, lo hará con la derecha.
Después de un buen rato tocando sin cesar, los quintos/as, jóvenes y mozos , con acompañantes como: Juan Antonio Conde, Mario Velázquez, Saúl García, Salvador Arenas, Dani Arenas, Pablo Velázquez, David Pérez, los futuros quintos del 2014 y 15. En torno a las seis y media de la tarde llega el relevo de los mozos curtidos en años de experiencia en el toque de campanas como los hermanos García Redondo, Julio, David y Carlos; los hermanos Barrios, Gustavo y Jesús, Iván, y su primo Víctor, componentes todos ellos de la peña La última Generación , y los de la peña el KaosTotal de Fernando Coca, Juan Carlos Rodríguez, Juan Carlos García; y a ellos, se suman algún que otro carroza como Urbano Velázquez, Fabio Arenas, Salvador y Julián Arenas, Mariano, Alfredo y el que suscribe estas palabras como redactor gráfico del momento, relator de este acontecimiento, plasmando en imágenes las estupendas y únicas instantáneas que este año he tenido el privilegio de captar con mi cámara.
De verdad, no es por nada, pero estando arriba, cerrando los ojos, o bajándome a bajo sin saber quienes están tocando las campanas, de inmediato, en cuanto los mayores, las viejas glorias se ponen a tocar, de forma automática cambia el ritmo, el sonido, la cadencia en el movimiento. Es fácil saber cuando tocan unos u otros. En este caso, como se demuestra, la experiencia es punto importante, pues con los años se va adquiriendo destreza en el manejo de la campana. Como ejemplo, se puede observar este año en el reportaje que presento en la pagina, una imagen que vale más que mil palabras. Donde se ve a David García, en la expresión de su rostro, el gran esfuerzo y aporte de energía que hay que emplear en el turno que le corresponde a cada pareja para tocar, y el esfuerzo que supone llegar a conseguir el objetivo de que la campana, por unos instantes, deje de tocar. En las vísperas del año 1995 se batieron todas las marcas (de las que nosotros teníamos noticias) tocando de forma interrumpida las campanas el día de las vísperas. Ese año de referencia se tocaron las campanas hasta las 22:30 horas de la noche. Pues bien, este año 2010, quince años después, se ha superado esa marca. Las campanas han estado tocando desde la 16:00 horas del día 2 de febrero, hasta las 00:30 horas del día 3. Sólo me queda decir, chapó y ¡Vivan los quintos y quintas de 2010!
Otra de las imágenes curiosas y meritoria en sí misma, para ser reseñada, es ver tocar a Urbano Velázquez Con sus cincuenta años bien cumplidos, toca el solito la campana, a dos manos, y con su estilo peculiar. Para tocar así la campana hay que tener esas manos que tiene él, su fuerza, su voluntad. Había que verle como yo le visto tocar, entre los veintitantos y treinta y tantos año. Con esas manos toscas, callosas, con sus enormes muñecas de hombre curtido en los trabajos del campo. Hay que ver cómo volteaba la campana con qué destreza, impulsándola con todo su cuerpo y concentrando toda su fuerza en sus portentosas manos sobre el yugo, hace volar a la campana, como si dos personas la estuvieran tocándola. Todos los años cuando regresa a Coslada se lleva en las manos el testimonio físico, la prueba del toque de campanas en forma de heridas, rozones y mordeduras (él y todos los que la hayan tocado) como testimonio de su paso por el campanario. Claro, hoy le sucede esto porque sus manos han cambiado, son distintas; son manos urbanitas, más refinadas, acostumbradas a otros trabajos. Y de su fuerza de hoy, bueno que decir: la edad es la edad, que nos lo pregunte a todos los que pasamos de los cincuenta. Pero lo fundamental es que mi amigo Bano, ahí sigue, en la brecha, y en compañía de otros, como Bercialeño, haciendo y dando vida al pueblo con su presencia. Por eso sale todos los años en la foto, porque se mueve y participa, porque es ejemplo y testimonio vivo para que su hijo Pablo y todos los de su generación tomen el relevo como quintos del 2014, para que la fiesta continúe celebrándose y en el fututo.
Parrillada del día de las Candelas. /BC
LA LUMINARIA (2 de febrero)
Este año me ha sido imposible bajar a tomar imágenes de la luminaria, pues en el instante que la prendieron ya era tarde, no pude bajar porque en ese momento se estaba desarrollado y viviendo en el campanario el máximo apogeo de asistencia y de intensidad en el toque. No cogía ni un alfiler en el campanario, estaba de bote en bote, como se puede ver en algunas de la fotografías del reportaje que recogen esos intensos momento. Sí que pude captar una serie de imágenes de la luminaria en las que se puede ver cómo una gran columna de humo cruzaba el horizonte de la Moraña. Me sorprendió ver esa escena, y supuse que en la luminaria se había echado alguna rueda que habría motivado la creación de esa columna de humo.
Hubo unos años en los que era habitual quemar las ruedas desgastadas en la luminaria. De verdad que suponía un espectáculo lamentable que, en primer lugar, producía una gran contaminación y, por otro lado, suponía un gran desmérito para el pueblo, pues iba en contra de la tradición centenaria de hacer la luminaria con materiales naturales o de desecho. En nuestra época sólo se quemaban colleras viejas, madera inservible, y alguna que otra botija de plástico. Hasta tal punto estaba en contra de hacer la luminaria con estos materiales, que los ocho años en los que fui Alcalde procuré que todas los días de Las Candelas se formara una buena y enorme pila de ramas provenientes de la poda de los árboles del casco urbano para hacer la luminaria.
Para luminarias las que hacíamos de niños. Días y días indagando, dando vueltas al pueblo para ver quien tenía colleras viejas inservibles, buscando madera mala que no utilizara nadie para quemar en la luminaria. Entre los diez y los quince años, el día de las Candelas y su luminaria, era en la fiesta, nuestro día, momento especial en el que éramos nosotros los niños, los absolutos protagonistas del acto. Qué bonito era aquél espectáculo, y lo mejor todo, que orgullosos nos sentíamos, lo habíamos montado nosotros solos, sin ayuda de los mayores. Nadie nos podía robar nuestro protagonismo, nuestro orgullo de por un año más haber conseguido hacer, en el mismo lugar de costumbre (al menos el que yo he conocido siempre, en la era de la Señora Anastasia González) la mejor y más grande Luminaria vista jamás.
CONGA (3 de febrero)
A las siete y media de la mañana todavía estaban repicando las campanas con fuerza. Junto al jardín de los cantones me encuentro con las quintas María y Judith. Las veo jadeantes y excitadas. Me dicen que llevaban tocando las campanas desde las 5.30 de la madrugada. Después de tomar aliento comentan que se dirigen al bar del salón donde en ese momento, y desde la calle, se siente un gran bullicio producido por los cánticos y algarabía de todo el personal que allí se encontraba presente, después de haber pasado toda una noche de juerga total. Antes de que el día despeje la oscuridad de la noche, aprovecho para hacer varias fotografías de Bercial todavía en la oscuridad, con los focos alumbrando sus calles: la de Medina, plaza del Sol, el entorno del Salón Polivalente y los jardines. Esporádicamente veo pequeños grupos de jóvenes que pasan junto a mí, vienen del campanario; van cantando, se dirigen al Bar, lugar de concentración desde donde parte la Conga.
A las 7,45, entran en el pueblo por la calle Medina, la Charanga de Arévalo El Meneito , grupo de músicos que lleva varios años amenizando la Conga y la procesión de San Blas. Después de descargar sus instrumentos de viento se dirigen al interior del Bar, donde entran acompañados por el clamor y una fuerte ovación que les dedica toda la juventud que allí se encontraba concentrado a esa hora, esperando su llegada como agua de mayo. Con dificultad se abrieron paso -no cabía ni un alfiler en el Bar- hasta llegar a la puerta que da acceso al Salón de Baile donde se colocaron para tocar sus instrumentos. La gente muy impaciente y excitada les pide que toquen unas piezas para ir calentando y desentumeciendo los músculos antes de empezar La Conga. En el Bar sigue entrando gente con pelucas, máscaras, las caras pintadas y todo tipo de trajes y ropajes. Como ya viene siendo habitual desde hace unos años, algunos estamos expectantes y con curiosidad para ver con qué disfrazad aparece y nos sorprende este año el amigo Gaudencio Rodríguez ( Cuqui para los amigos). Y sí, nos sorprende, y lo hace portando un atuendo muy original. Simula con su disfraz el uniforme de un cosaco Rojo de la antigua URSS; al menos, a mí, así me lo pareció. Con los primeros compases de las canciones tocadas por la Charanga se desborda la alegría. Todo el mundo se pone a tararear las canciones, bailando con los brazos en alto y dando botes.
A las ocho de la mañana, con puntualidad taurina para cumplir con el ritual, y en el instante que los primeros rayos de sol iluminan las calles para expulsar la oscuridad de la noche, se forma la primera fila con La Conga. En ese momento, como todos los años un poco mermada de número. La primera quinta a la que corresponde encabezar el pasacalles es, Arancha Jiménez, pues es en la casa de sus abuelos donde la Conga hará su primera parada. Después de ella, en el orden preestablecido -según los cánones locales de estos tradicionales pasacalles-, le preceden los quintos/as según el recorrido establecido. Como el trayecto desde el Bar a la Plaza del Sol es corto, los dirigentes de la Conga, para hacer tiempo, nos hacen dar una vuelta entorno a la manzana de casas entre la calle Iglesia y la Plaza del Sol, dando un par de vueltas a la misma. El convite estaba puesto en la casa de los abuelos de la quinta, Silverio y Emilia. Allí podemos tomar los primero moros , bollos de aceite, pastas, copas de anís, coñac, vino Málaga y alguna que otra bebida exótica. Como es la primera parada se ve a la gente que tiene resaca, que come con ganas, hay hambre, el estómago está vacío; pero no es de extrañar, porque muchos de ellos han estado toda la noche de fiesta, y a esas horas todavía no han probado ni un bocado. Hay que comer y beber, reponer energías para empezar la Conga con buen pie y no desfallecer hasta el final. Este año se prevé larga, para recorrer las casas de los siete quintos/as. En esta plaza los músicos tocan un par de piezas de baile para que la gente no pierda el ritmo.
En cabeza María Coca Jimeno
Después de todo este tiempo sin dejar de bailar al ritmo de los pasodobles con los que nos deleitó la charanga, a los primeros sones, cuando se sienten las primeras notas de La Conga, como si de un resorte se tratara, la fila se recompone de nuevo en la misma Plaza del Sol. A la cabezada, a partir de ese momento, se sitúa como un rayo María Coca, que, con una sonrisa de oreja a oreja (muy característica en su desbordante juventud) se dispone a vivir con intensidad, a disfrutar su momento de protagonismo, único e irrepetible como Bercialeña. Dieciocho años ha esperado para ver este momento. Dieciocho años que ha vivido en Bercial, ha ido a su escuela, ha pisado sus calles; dieciocho San Blases que ha vivido de forma intensa hasta llegar a este momento. Que me lo digan a mí que he sido testigo de esas vivencias. Revisando mi archivo fotográfico y de vídeo, veo a María Coca, desde niña, como siempre, con la misma alegría, con la misma permanente y perenne sonrisa que ha desplegado este año en la fiesta. Posando para mi cámara, con su actitud vital o dando luz e iluminado todas las fotografías que la he hecho desde el día que nació, un venturoso día, 18 de enero, de 1992. Veo cómo va subiendo puestos, año tras año, desde la cola de la Conga, cuando era un renacuajo , hasta que ha llegado el día 3 de febrero de2010, su año, para ocupar por una vez en la vida el primer puesto de protagonista. Por un corto, pero intenso espacio tiempo, se pone al frente de este tradicional pasacalles, hasta llegar a la casa de sus padre donde ha vivido y crecido. Pocos días antes de llegar San Blas me decía con cierta emoción: no me lo puede creer, ya está aquí San Blas .
De verdad (sin pasiones personales), es para dar gracias a la vida, el poder ver a un hijo o a una hija, al que has inculcado y transmitido durante años lo que uno siente por la fiesta, por las tradiciones de su pueblo, por su historia: sentir la misma ilusión, la misma emoción que sentimos nosotros en esos mismos momentos con 32 años de diferencia. Estoy convencido que todos los de mi generación han hecho ese mismo trabajo, y que hoy, gracias a esa insistencia, a ese tesón para transmitir nuestras tradiciones, de los que tenemos entre los cuarenta y los cincuenta, todavía quedarán años de celebración de quintas, de fiestas de San Blas con sus pintadas, sus cenas, vísperas, congas y procesiones.
Iniciamos la marcha con María a la cabeza. Tomamos la calle Medina y giramos a la derecha para enfilar la calle Iglesia. María Coca Jimeno marca con destreza sus primeros pasos, los más característicos del pasacalles, y con decisión tira de la fila. Con María al frente y la Conga estirada en toda su plenitud, en ese momento es cuando la cola estaba todavía en la calle Mediana y la cabeza llegando a la Plaza San Blas. Gustavo y David (directores) se esfuerzan, porra y látigo en mano, en alinear la fila para que nadie se desmadre; en este estado de despliegue llegamos a la Plaza de San Blas.
Son las nueve de la mañana, el día se va abriendo paso. El Sol ilumina tímidamente las calles con su color amarillento, especial, de mañana invernal. Se ve reflejado sobre la casa Grande de la familia Rodríguez, perfilando sus rayos sobre ella, y proyectando sobre su pared las sombras de la panera (Ermita de San Juan) y de los tejados de las casas del otro extremo de la plaza. Se da un par de vueltas en círculo en la plaza de San Blas. Los músicos tocando en el centro, hasta que se hace una parada. Interpretan un par canciones a las que la gente responde bailando en parejas o en grupo. Reiniciamos la marcha, ahora ya por la calle San Juan. Giramos a la derecha por la de Los Comuneros. Los directores alinean la Conga junto a la casa de Clementina González, para termina desembocando en la calle Río. Con La Conga un poco deshilachada, en esos momentos continuamos por esta calle hasta llegar a la antigua caseta de la luz. Damos una vuelta a este emblemático edificio para regresar y hacer la tercera parada de la mañana ante mi casa, donde Marisol había montado un estupendo y surtido convite. Después de tomar aliento, los bailadores/as de la Conga y el cortejo de acompañantes, repostamos por segunda vez probando los bollos y bebidas que había sobre la mesa. Con el resuello recuperado, y con el tiempo de espera para que los músicos descansaran dejándolos que tomaran un merecido piscolabis, tocaron dos piezas, que todos los allí presentes bailaron con alegría y entrega.
En cabeza Miguel Ángel Memgs
Se recompone de nuevo la fila, y ahora, ya, con el quinto Miguel Ángel en cabeza, inicia su marcha a paso ligero. Los dirigentes la enfilan por la calle Río, pasando de nuevo por la antigua caseta de luz para desembocar en la Ronda de Los Segadores, fuera ya del casco urbano y bordeando a ambos lados las eras. El sol a estas horas luce espléndido, La Conga y la compañía han aumentado su número de forma considerable, ya somos multitud. A la izquierda, y como trasfondo de la marcha, vemos cómo lucen, cómo se muestran, las dos espléndidas y estupendas casas nuevas (construidas en lo que fueran la era del Sr. Victorio) de los hermanos García Redondo. Con la fila muy estirada, y el acompañamiento disperso por la Ronda, embocamos la calle Real. Y paso a paso, sin prisa, pero sin pausa, nos plantamos en la Plaza de los Niños. La Conga serpentea, se envuelve en el antiguo depósito del agua, cambia de dirección, retoma otra vez la calle Real, llega a la Plaza del Rincón, para dar otra vuelta más antes de llegar junto a la casa de los abuelos de Miguel Ángel, Leocadia y Nico, donde está instalado sobre dos mesas el convite de este quinto. Si en los dos primeros convites a la gente se la veía repetir, comiendo bollos o bebiendo por cuestiones de necesidad para matar el gusanillo de una larga noche de fiesta, en este tercero convite, una vez que se ha matado el apetito inicial, se ve que el personal se retrae, ya se come y se bebe con más precaución. Los músicos tocan de nuevo las piezas de rigor. En este lugar me marco un entrañable baile con mi hija María.
En cabeza Bárbara Zurdo Ajates
En la misma plaza de los Niños toma la cabeza de la Conga Bárbara Zurdo. Retomamos la dirección de la calle Real hasta que alcanzamos El Bajo para bajar por la calle Cantarranas. En esta calle, como es tan estrecha, La Conga se corta en varios tramos que se unen después de entrar en El Bajo. Los directores se ven obligados a emplearse a fondo hasta conseguir recomponerla. Continua su marcha por El Bajo, sube por la calle Medina hasta el Salón de Antiguo Concejo, da una vuelta de ciento ochenta grados para en caminar sus pasos hasta la fachada de la casa de Heraclio donde está dispuesto el convite de esta quinta. En el convite que nos había preparo Juani y Boni, destacan por su presencia las estupendas hojuelas que había en una bandeja, que hicieron las delicias de aquellos que tuvieron la fortuna de llegar al plato antes de que volaran. En este lugar se puede ver en las fotografías- nos concentramos un gran número de personal.
Patricia López. /BC
En cabeza Patricia López Rodríguez
Después de terminar las dos piezas entonadas por la charanga, tímidamente suena la primera nota de la Conga, cuando se siente, rápidamente se recompone la fila con los primero puestos que corresponde a los quintos del año y a los del año que viene de forma ordenada. En los siguientes puestos, y a estas alturas de la marcha, ya empiezan a verse ciertas mezclas por edades, por sexos. La gente se coloca donde puede y como puede porque el situarse corre prisa, si no quieres ser pasto de las caricias del látigo del director. A medida que se va andando, y los directores se relajan, el personal va retomando sus puestos por criterios cronológicos. Vemos cómo aquí se pone a la cabeza, Patricia, y detrás de ella Judit y Francisco, los siguientes que les toca el turno para encabezar La Conga. Avanzamos por la calle Real, pasando junto a la Iglesia parroquial. Este año nos ha extrañado que no se hiciera la tradicional pasada por las gradas . Tal vez no se haya hecho porque había bastantes quintos y se andaba escaso de tiempo. Pasito a pasito, compás a compás, dejamos a tras la plaza del Juego pelota, a la que previamente habíamos dado una vuelta entorno al centro y a su farola Fernandina, para llegar a las afueras de pueblo. Detrás de la Conga, y con el sol a sus espaldas, se puede ver una de las estampas más hermosas de estos pasacalles: La Conga toda estira, en su plenitud, de fondo la torre de la Iglesia, enmarcada en el hermoso cielo azul con el que el día nos obsequió. En el avance, y de frente, vemos el jardín de Las Adoberas, y a la izquierda, unos pasos más adelante, el futuro polideportivo. Con este avance entramos de lleno en la calle Río. El sol, como decía, exultante de fuerza y luz da de lleno en la casa de madera de José Rodríguez. Continuamos hasta llegar a la bocacalle de acceso a la del Juego Pelota. La marcha sube de nuevo hasta la Plaza del Juego Pelota, para regresar ante las puertas de la casa de los abuelos de Patria, Tiburcio y Jesusa. Paramos para tomar aliento, porque este trayecto había sido más largo que los anteriores, reponemos fuerzas acudiendo a tomar bollos y otros dulces a la mesa que Belén había puesto. Pasados unos minutos, oímos que las campanas irrumpen a sonar, primero tímidamente, para después, ofrecernos, una vez que se cogió el ritmo adecuado, un estupendo y emocionante toque de campanas. Todo el personal reunido a las puertas de la casa de Tiburcio alzó la mirada y, por uno minutos, siguió con la vista, el oído y con cierta emoción contenida, el movimiento y el sonar de las campanas. No ha sido muy habitual escuchar en el transcurso de la Conga este espectáculo. Como este año no estaba don Rufino las quintas/os: María, Judith, Bárbara, Miguel Ángel subieron a tocar, ayudados para arrancar la campana por Tiburcio y Jonathan.
En cabeza Judith García García
Todavía, un poco impactados y sorprendidos por la sorpresa del inesperado toque de campanas, se forma La Conga por sexta vez en la mañana. Ahora es el turno de Judith, que presta ella, sin despistarse ni un solo momento del instante preciso de su turno de protagonista de cabeza de conga, rauda como digo, a la primera orden del director de la Conga y cuando escucho la primera nota, ya estaba puesta en cabeza. Había llegado su hora. Diecisiete años esperando ese momento. En los primeros instantes sonó la alarma, porque los quintos que habían subido a tocar las campanas no se habían incorporado; bueno, después de unos segundos de desconcierto, llegaron y se colocaron en sus puestos. Detrás de Judith, respetando escrupulosamente su turno, estaba situado Francisco. Primero pasamos por la puerta sur de la Iglesia, para tomar la calle de su mismo nombre. Llegamos a la plaza de la Constitución (Ayuntamiento). Sara García, su hermana, una de las jóvenes más apasionadas por la fiesta de San Blas (hasta tal punto que todos los años [que persone si lo digo] llora cuando metemos a San Blas después de terminar la procesión) se hizo una foto bailando en la cabeza con su hermana Judith. Bajamos por la calle empedrada, tomamos la calle Huertas para llegar a la calle Medina y dar la vuelta terminando frente a las puertas de la casa de Castor y Sara, donde pudimos degustar un estupendo convite.
En este lugar, cuando el personal estaba degustando su merecido bollo y su copichuela; de repente, se oye un tumulto, veo a la gente arremolinada entorno a algo que en ese momento no podíamos ver. Me acerco por curiosidad, cámara en mano, a ver lo que sucedía. Y lo que veo es un grupo de amigos, muy puestos ellos, escenificando la atención de urgencia en un accidente a un herido: Raúl (El Mazi), ejerciendo de médico, prestaba los primeros auxilios, acompañado de nutrido grupo de asistentes y curiosos que presenciaban la escena.
Francisco Jimeno. /BC
A las 11 de la mañana, con la concentración en calle Huertas, la Conga de 2010 está dando sus últimos pasos. Antes de iniciar el tramo final, dedicamos un tiempo a bailar un par de piezas, un poco apretujados pues estábamos en un lugar estrecho de la calle. Allí mismo, y con el último quinto a la cabeza de la Conga, Francisco Jimeno, llegamos a la calle Medina. Para hacer más tiempo, pues el trayecto hasta la casa de los padres de Kico era muy corto, subimos de nuevo por la de la Iglesia, La calle Empedrada, de nuevo por la de Medina, Plaza del Sol, para terminar a la puerta de la casa de Francisco Jimeno y Marisol, donde pudimos degustar el estupendo convite que allí tenían dispuesto. Con cierta tristeza, ante la evidencia que la conga del año 2010 estaba llegando a su final, los directores y los quintos intentaron estirar, alargar el tiempo de su marcha, pues se les hacía corto el tiempo transcurrido. Pero a esas horas ya se había hecho tarde, pues con siete quintas/os hay que afinar en la utilización del tiempo del trayecto para cumplir con el horario y terminar justo para que la gente pueda ir a sus casas a ponerse los majos para asistir a la misa y procesión.
De todas formas antes de retirarse la gente a sus casas todavía pudimos asistir al curioso espectáculo montado por El Mazi y sus asistentes. También pudimos ver la entrañable imagen, que no por repetirse todos los años en este acontecimiento, deja de producirnos cierta emoción, bailando a Francisco (Kico) con su madre Marisol. Una vez finalizada la Conga los bailes todavía quedaron en la plaza un grupo de rezagados tomando los últimos bollos y apurando la copa que tenían entre las manos.
Un lugar entrañable
Estábamos ante las puertas de la casa del antiguo Bar de la señora Eugenia ("Geña"), un lugar en su día entrañable, emblemático en la historia local lúdico festiva, más reciente de nuestro pueblo. No pude evitar que la nostalgia invadiera mi recuerdo con escenas de mi niñez y juventud relacionadas con este local. Allí, a través de ventana, yo, por primera vez, veía la televisión en blanco y negro. Series muy populares en aquellos, como Bonanza o Rin tintín, etc. Primero la televisión la tuvo instalada en el pajar anexo al bar, donde hoy tiene la casa esta señora. Allí también tuvo colocado un futbolín, con el que lo jóvenes de aquella época pasábamos jugando tardes enteras. En los primeros tiempos para ver la televisión había que pagar una cuota mensual si no recuerdo mal, una peseta- Recuerdo, también, las tardes de corridas de toros televisadas, que tanto éxito de audiencia tuvieron en esos años. Había tanta afición que las tardes de corridas televisadas dejaba la gente de trabajar en el campo para ver la corrida, el pueblo se paralizaba para ver esa retransmisión. Había algunas veces que la luz se marchaba de repente y se fastidiaba la corrida de toros en plena faena, se pueden imaginar el cabreo que cogía la gente. Pero el apagón no era fortuito ni ocasional, era provocado según cuentan las leyendas locales- por algún que otro mozo o joven al que no dejaban entrar a ver las corridas y para mostrar su descontento, o para hacer una trastada, provocaban el fundido de los "plomos" con el sencillo acto de mover los palos de la luz, lo que provocaba que se juntaran los cordones, produciendo un corto circuito y el apagón seguro; consecuencia: durante unos minutos la corrida se dejaba de ver, con el correspondiente mosqueo general de la clientela que esa tarde asistía con entusiasmo al evento.
A sus puertas viví un momento decisivo de mi vida. Cuando tenía ocho años, Eugenia (Geña) me sacó de debajo de las ruedas de un camión, librándome de un atropello, que de no haberme arrastrado, seguro, que habría tenido funestas consecuencias para mí. Todo sucedió cuando un grupo de chavales (haciendo de las nuestras, como es lógico a esa edad) estábamos ciegos recogiendo unos caramelos (en aquella época un dulce muy cotizado) que había caído al suelo el conductor del camión en estado ebrio, cuando subía a la cabina a trompicones.
En ese mismo lugar, hoy convertido en vivienda residencial, ante sus puertas o en su interior, varias generaciones de Bercialeños (desde que le abriera por primera vez Eugenia González, y pasando por seis propietario más que han regentado este Bar en los casi cincuenta años) se han celebrado las fiestas de San Blas, cenas de quintos; fiesta de verano; se han jugado miles de partidas de cartas: al Mús, El Tute, La Brisca. y se han corrido centenares de juergas. El Bar también ha sido testigo de noches interminables de fiestas (cuando el Bar estaba regentado por Ventura Díaz), sobre todo en los meses de verano, noches en las que se vaciaban cubos de Whisky Dick con Coca-Cola. En fin, esta es una pequeña pincelada histórica de las actividades realizadas y relacionadas con este local y la calle donde está situado, que algún día, convertiremos en un capítulo sobre la historia lúdico-festiva de nuestro pueblo, para enmarcarla en su historia general.
MISA (3 de febrero)
SAN BLAS, SIEMPRE SERÁ SAN BLAS
No importa el día de la semana en que coincidan la fecha emblemática del día 3,nunca nos arredramos nosotros ni nuestros antepasados ante las inclemencias climatológicas adversas tan habituales en época invernal, los habitantes de nuestro pueblo, como gentes curtidas durante generaciones por el trabajo del campo, hemos capeado con un intenso calor humano los San Blases más adversos; con años de nieve, en los que había que limpiar las calles con cañizas para que pudiera pasar la procesión y bailar la jota; con años de lluvia, en los que por acuerdo municipal (está recogido en las actas del Ayuntamiento) se solicitaba la colaboración vecinal para enarenar las calles llenas de barro; los años de frío intenso, de viento, San Blas siempre, ha salido a la calle a procesionar por su recorrido habitual desde la calle la Iglesia, Plaza San Blas, Calle San Juan, Plaza del Rincón, Plaza de los Niños, Calle Real, Plaza del Juego Pelota, para terminar, después de hacer un recorrido circular, de nuevo, en la puerta Sur de la Iglesia entrado aclamado y acompañado de fuertes aplausos hasta el año siguiente.
LA MISA DE SAN BLAS
Después de terminar La Conga el personal que ha participado en su recorrido se marcha a sus casas para acicalarse y ponerse Los Majos típicos de este día. Para la mayoría de los vecinos de Bercial este día siempre fue, día estreno, o para enfundarse en sus mejores galas. Las quintas y quintos van de punta en blanco, como pinceles, pues con su recién estrenada juventud (18 años), todo lo que se pongan les sienta bien. Este año, como de costumbre desde tiempo inmemorial, sobre las 11,45 horas los quintos/as, los padres y madres, familiares, amigos y vecinos se dan cita en la en la plaza de la Constitución, frente a las puertas del Ayuntamiento, donde se unen a las autoridades locales para desde allí dirigirse a la iglesia, acompañado el cortejo en su trayecto por los compases de la marcha tradicional que ejecuta la charanga El Meneito y por el lanzamiento de cohetes. Cuando la comitiva llega a la Iglesia, ésta está llena a rebosar de vecinos residentes, de sus familiares que han regresado al pueblo para celebrar la fiesta. Y, además, se suma a todos ellos los asistentes un número importante de personas venidas para la ocasión de los pueblos vecinos (Madrigal, Mamblas&), que año tras años, por devoción o tradición, asisten a la misa, la procesión, y por supuesto, a besar la reliquia de San Blas y a llevarse su cinta bendecida por el Santo .
La misa de este año ha estado concelebrada, junto a Jesús Martín (hijo del pueblo), por varios sacerdotes y la ayuda del diácono Eulogio Rodríguez (hijo del pueblo). La homilía la dio Jesús, muy adecuada para el día, en la que sí hizo una reseña especial al mencionar la situación de los jóvenes quintos, mostrando su satisfacción por ver a ese grupo de jóvenes realizando todos ellos sus estudios de bachillerato o haciendo un módulo, situación que les apartaba de pertenecer a la generación NINI, (ni estudian ni trabajan). Como toda la vida, el acto más emotivo fue el momentos en el que las quintas y quintos (auténticos protagonistas de la fiesta), portando sobre sus hombros los pañuelos multicolores, se acercaron a besar la reliquia de San Blas, acompañados por los sones de una marcha tradicional que en ese momento interpretaba la banda de música.
PROCESIÓN (3 de febrero)
Después de finalizar el acto religioso las quintas y quintos, ayudados por los padres, bajan de la mesa en la que está situada, en la parte derecha del altar, las andas con la estatua de San Blas. Para portar las andas se sitúan en la parte delantera Bárbara y Francisco, a los que por sorteo había tocado sacar al santo en esta posición. En la parte posterior van María, Miguel Ángel, Patricia, Judith y Arancha. Ocupando estas posiciones avanzan por el pasillo de la nave central de la Iglesia hasta llegar a la puerta sur, por donde se sale a la calle de la Iglesia para procesionar. Al traspasar el umbral de la puerta, en el exterior luce un día estupendo. El sol ilumina pletórico, con toda su fuerza, la puerta y la fachada de la iglesia. Allí se encontraba concentrado y expectante todo el pueblo de Bercial, para asistir, como testigos, a ese momento emocionante. Al hacer acto de presencia la imagen de San Blas, portado a hombros de los quintos/as, la gente empieza a aplaudir y lanzar a coro, vivas al Santo. Todos los años a la puerta se forma un cierto tumulto o aglomeración para llevar a cabo la ya tradicional sesión fotográfica de los quintos/as con la familia para tener un recuerdo y como testimonio del paso, este año, de la quinta del 2010. Antes de iniciar la bajada del Santo por las escaleras se oyó un atronador: ¡vivan los quintos! y ¡viva San Blas!, que Francisco y Miguel Ángel lanzaron con mucha energía, al que todo el pueblo respondió al unísono, ¡Viva San Blas!
De esta forma, y lentamente, se inicia la Procesión. Paso a paso se va abriendo camino entre la aglomeración de los primeros metros. Después de pasar el estrechamiento de la calle La Iglesia, y entrar en el tramo de calle más ancha, como corresponde al ritual, los quintos/as y mozos siempre solicitaban permiso al cura para bailar la jota delante del Santo. Este año, según me informa una de las quintas, no sé si porque nadie les había informado, por olvido, o porque la dirección de la procesión la llevaba un Diácono, se han saltado este trámite. El primer baile de la jota se inaugura nada más pasar el estrechamiento de calle entre la Iglesia y la Casa de la familia Pérez. Así, de esta forma y sin parar, estaremos bailando hasta regresar al punto de partida.
Bárbara y Judith son las primeras que saltan al centro de la calle e inician el baile con la tradicional jota de nuestro pueblo La Mariloli . De inmediato, y unos metros más adelante, se le unen todas las demás quintas, María, Patricia y Arancha. Observando con detalle se puede comprobar que a las chicas no se las da mal la jota, se nota que se han preocupado de ensayar los pasos para no desentonar en un día tan importante. Los chicos, Francisco y Miguel Ángel, se suman al grupo. De verdad, que en lo tocante al baile y el cante los chicos en general (bueno haciendo honor a la verdad, en esto y en otras cosas más) somos más torpes que las chicas. Nada más había que observar a los quintos, dando los primeros pasos y lo que les costó coger el ritmo de la jota. Después de dejar a los protagonistas del evento que lucieran sus dotes de bailarines, se unen a la jota un gran número de jóvenes y gente mayor del pueblo. Al llegar a la plaza de la Constitución podemos observar la energía con la que bailan dos mozos muy bailones ellos, y de los que más bailan todos los años en todo el trayecto de la Procesión: José Rodríguez y Pepe de Castro. Por esta razón no es de extrañar que estén presentes en varias de las fotografías del reportaje.
Primera parada Plaza-Calle Medina
Sin parar ni un segundo de bailar llegamos a la plaza y la calle Medina. En este lugar la procesión hace su primera parada de varios minutos. Como marco y trasfondo: la panera de los hermanos García Hidalgo y la Iglesia. En este lugar, más abierto, se cuenta con un espacio mayor lo que propicia que se anime más gente a participar en la jota. Aquí fue cuando yo mismo salté al ruedo para bailar una jota con mi hija María. Bueno, como alguno somos de lágrima fácil, no quiero describir con palabras la profunda emoción y el enorme orgullo que sentí al llevar a cabo ese sencillo pero entrañable acto. A partir de aquí que cada uno aporte de su propia cosecha y con imaginación lo que se puede llegar a sentir como padre y Bercialeño en esos momentos. Unas quince o veinte parejas más se unen a nosotros y se van turnando en el baile; unos lo dejan para tomar aliento, y los sustituyen otros de refresco, para no cesar de bailar y acompañar al Santo.
He de reconocer que no soy muy aficionado a bailar, y por lo tanto, no suelo prodigarme a la hora de participar en la jota. Creo que la vez anterior fue (como no podía ser de otra forma) cuando entró en quinta mi hijo Fernando, en el año 2004. Y no es que no me guste, pero claro, cada uno participa y ve la fiesta de una forma distinta, unos con su participación directa y activa, y otros, como yo, recogiendo el testimonio visual, gráfico u escrito de este acontecimiento de la fiesta o de otros que han sucedido en el pueblo. Precisamente, por situarme en esa parte de la celebración, no he salido casi nunca en los reportajes fotográficos, como es lógico, no se puede estar en misa y repicando.
(En los últimos 25 años he visto la fiesta a través del objetivo de mí cámara fotográfica o la de vídeo, siendo testigo privilegiado de instantes muy importantes vividos en el transcurso de las fiestas y en otros momentos históricos acaecidos en nuestro pueblo. Cientos, miles de fotografías están almacenadas en mi archivo fotográfico, pero no sólo de las fiestas, sino también de cualquier acontecimiento importante que haya sucedido en el pueblo en estas últimas décadas. Desde las avenidas del río Zapardiel, en el año 1997, hasta la última: la inauguración del Aula Arqueológica del Tomillar en junio de 2009. Pero si este archivo es un tesoro para mí, más importante son aún los miles de documentos que he logrado reunir relacionados con la historia de Bercial desde el año 1250 (S. XIII) primera referencia escrita que aparece sobre la historia de Bercial hasta nuestros días. Documentos y legajos que he recopilado durante años en mi peregrinar por los archivos Históricos de varias provincias: desde el Archivo Histórico Provincial y el Archivo Diocesano en Ávila; el Archivo Histórico Nacional de Simancas, el Histórico Provincial, el Diocesano y La Chancillería en Valladolid; El Archivo Diocesano de Salamanca y el Archivo histórico Nacional en Madrid. Espero y deseo que esta documentación (interesantísima y apasionante en muchos casos) en la que esta plasmada la historia de ocho siglos de nuestro pueblo, algún día nos sirva para hacer la historia de Bercial.)
Segunda parada Plaza de San Blas
Después de haber transcurrido un tiempo considerable en la parada en plaza, la procesión continúa su andadura, y, sin dejar ni un momento de bailar, llegamos a la plaza de San Blas, donde, de nuevo, se desparrama la procesión. En este lugar se baila con más desahogo, los giros, los cambios de paso, los brazos en alto, se pueden ejecutar con más libertad de movimiento. Aquí una vez más me recojo los pantalones (como hacía el entrañable José Pérez (Jose) el que fuera número uno bailando la jota durante años, ¿se acuerdan de él?) y me lanzo por segunda vez a la pista a bailar. En esta ocasión elijo como pareja a mi tía Josefina, que todavía a pesar de los años aguanta. Baila bien, y aguanta el tirón conmigo un buen rato. Veo, también a mi primo Julián, todo elegante, bailando sobre el cemento con su peculiar estilo. Las hermanas Álvarez Hernáez, bailando en pareja. Los quintos/as en ese momento están dentro del círculo que se forma delante de San Blas y que ocupa casi toda la plaza de su mismo nombre. Las andas de San Blas van cambiando de anderos o portadores para hacerse la foto con el Santo: los quintos, las familias, grupos de amigos, todo el mundo quiere tener o llevarse un recuerdo de este día. Una vez que ha terminado la sesión fotográfica arranca de nuevo la procesión para iniciar su tránsito por la calle de San Juan
Tercera para en la Plaza del Rincón
Llegamos a la Plaza del Rincón donde hacemos una breve parada, que no por ser corta, deja de ser intensa. Ahora la plaza se ha quedado un poco reducida porque en ella, en los últimos años se aparcan varios coches, lo que obliga a la procesión a comprimirse. Tengo fotografías hechas en esta misma plaza de procesiones de otros años, en las que se ve la plaza repleta de gente bailando. Bueno, pues a pesar de las estrecheces, no impide que Pepe de Castro en compañía de Gaudencio Rodríguez ( Cuqui para los amigos) se den unas vueltas sorprendentes bailando la jota. María Coca anima al resto de los quintos para que salten al centro a bailar porque el ritmo estaba bajando de intensidad. Cuando reanudamos la marcha ya hemos cubierto la mitad del trayecto de la procesión, enfilando la calle Real.
Cuarta parada Plaza de los niños
Después de un corto trayecto paramos la procesión en la Plaza de los niños. Entre la casa de Alejandro Velázquez y el Depósito Viejo se forma de nuevo la jota, en este caso de manera ordenada, en dos filas paralelas, bailando al unísono. Con la iglesia al fondo se ve bailando en un primer plano a Dari y a su hija. Faustino todo afanoso reclama la presencia del fotógrafo, se le ha ocurrido la idea de hacer una fotografía original y poco vista del Santo: informa a los que le llevaban en ese momento que den un giro de ciento ochenta grados para situar la estatua mirando en dirección a Barromán, la idea era que se viera a San Blas con la iglesia detrás de Él. Mientras la gente sigue bailando la jota, San Blas va cambiando de hombros, de unos grupos familiares a otros, para hacerse la fotografía oficial. Sale de su casa Sisenando Velázquez y Joaquina, y junto a un grupo de vecinos se hace una fotografía. Después se la hacen Silverio y Emilia con su nieta Arancha y sus padres; Leocadia García y Nico Arévalo con Miguel Ángel, su madre, Loli, y sus hermanas.
Procesión 2010. /FR
Quinta parada en la Plaza del Juego Pelota
Desde la Plaza de los Niños, y transitado por la Calle Real, después de hacer una pequeña parada frente a la casa de Víctor Díaz, seguimos la marcha a buen paso (en este momento ya se nota que las fuerzas empiezan a flaquear) hasta llegar a la Plaza del Juego Pelota donde, como si de un resurgir de fuerzas se tratara, la gente irrumpe de nuevo a bailar como si acabaran de empezar la Procesión. Pasan los minutos, y la gente, que no está dispuesta a moverse ni un palmo de donde están, siguen bailando sin parar. Pretenden ralentizar el paso, les da pena que termine la Procesión. Jesús Martín nos dice a Urbano y a mí, que en ese momento estábamos portando las andas en la parte delantera, que por favor, vayamos avanzando. Le decimos que no podemos movernos si la gente no deja de bailar. A regañadientes, y después de mucho insistir Jesús, se reanuda tímidamente la marcha, para parar de nuevo después de haber andado unos escasos veinte metros, frente a la casa de los Hermanos Alonso. Una vez más, como es su obligación se plantan delante del Santo los quintos/as y los bailadores y bailadoras más extremistas y recalcitrantes, impidiendo el movimiento de la procesión. Entre ellos se encuentra el inefable Ignacio García (Pedrero). Jesús tiene que insistir de nuevo ante los portadores que en ese momento llevan las andas para que avancen. Por fin, se pone en marcha la procesión, esta vez, la definitiva, para acercarse de forma inexorable a la escalinata que da acceso a la puerta de la iglesia. En este preciso momento, y cuando los quintos que llevan al Santo a sus hombros en la parte delantera, pisan el primer escalón, todo el pueblo allí presente, con gran emoción y pena al mismo tiempo, irrumpen a aplaudir y junto a los vivas a San Blas (hasta el año que viene) acompañan al Santo hasta que éste traspasa el umbral de la puerta dejándole de ver hasta el año que viene.
Bercial de Zapardiel, 22 de marzo de 2010

Un Saludo.

martes, 23 de marzo de 2010 a las 22:33

 

SAN BLAS 2009

SAN BLAS 2009

SAN BLAS 2009
REPORTAJE FOTOGRÁFICO
www.http://www.bercialdezapardiel.com/start_archivos/PORT-BLAS-09-WEB.jpg

Bruno Coca
Quiero dar las gracias, y dedicar este reportaje fotográfico de San Blas 2009, a las quintas y quintos de este año: Laura, Silvia, Daniel y Tiburcio; a los quintos/as del año que viene: Francisco, Judit, Bárbara, María, Arancha, Miguel Ángel..., a todo el acompañamiento y demás juventud: Clara, Mario, Sheila, Pedro, Saúl, Noemí, Carlos, Salva, David, Raúl, Jonatan, María R; a los directores de la Conga, Gustavo y David...; pues sin el concurso de su natural protagonismo no habría sido posible este hermoso reportaje que aquí presentamos. Un año más, gracias a ellos, a su juventud, a su alegría, sana y desbordante; gracias a su empuje, hemos celebrado y disfrutado, un año más, nuestra fiesta en honor a San Blas.

Hora tras hora, en el tiempo que he empleado en revisar, una a una, cada fotografía para montar y maquetar este trabajo, he tenido el privilegio de ver la expresión de las caras de todos estos niños, adolescentes y jóvenes: en las pintadas, las vísperas, la conga o en la procesión, llenas, unas veces, de pletórica ilusión, otras, de profunda emoción; sentimientos que casi he podido tocar y sentir, que me han transportado a 1978 cuando yo mismo, con 31 años menos, entraba en quinta.

Qué ilusión, por fin, San Blas había llegado. Diecinueve años de espera, preparándonos para ese día. Habíamos pasado por todos los estados inferiores: en la niñez, participábamos en la fiesta recogiendo colleras viejas (todavía quedaban algunas), botijas de plástico y todo lo que ardiera para montar la Luminaria del día de las Candelas; en la adolescencia, hacíamos nuestros primeros acercamientos participando, con el horario limitado y siempre a la zaga de los quintos, en las rondas nocturnas, en la Conga, subiendo a la torre para aprender, y ver con asombro y admiración, cómo tocaban las campanas los quintos del año. Por fin, después de años de ansiada espera, de escuchar cientos de historias y anécdotas de la entrada en quinta; había llegado nuestro momento; un momento irrepetible para vivir y hacer, como protagonistas, nuestra propia historia. Nosotros éramos los quintos del año 1978, era nuestra fiesta, era nuestro año. Ser quinto del año era el acto de confirmación, había llegado la hora de pasar del "odioso" estado de adolescencia para iniciarnos en el de la plena juventud. Los meses previos de intensos preparativos: montando la peña, saliendo de ronda desde mediados de diciembre& Pero bueno, esto es otra historia. En otra ocasión contaré cómo vivimos los de mi generación los preliminares, la celebración y el desenlace de la fiesta.

Lo dicho: Quintos, quintas, jóvenes; gracias, va por vosotros.

viernes, 20 de marzo de 2009 a las 14:23

 

Bercial De Zapardiel

Bercial De Zapardiel

Pero es que nadie va a rromper el hielo.Yo creo que ya va siendo hora de que metais alguna foto de vez en cuando, o a caso no hay ordenatas en vuestras casas.Meter alguna noticia de lo que pasa por mi pueblo. J.C.M.H.

viernes, 09 de diciembre de 2005 a las 0:00

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