Cuento infantil: La ranita por Ángeles Garrido Garrido
En un pueblecito, enclavado en la sierra, no muy lejos de la ciudad, viven los abuelos. Manuel y María, llamados de apodo los Piñoneros. Estos abuelitos tienen unos preciosos nietos llamados: Amadeo, Carlos, David, Felipe, Dimas, Tarcisio, Faustina, Julia, Mónica y Dora.
Los fines de semana y las vacaciones van a casa de los abuelitos, a ellos les encanta que sus nietos estén con ellos, su lema es: Enseñar y no castigar, esto a los niños les gusta mucho y todos están contentos.
Por las mañanas después de desayunar, los mayores: Amadeo, Carlos, y Felipe se van con sus amigos a bañarse en una alberca que hay en el prado llamada el Cerrillo azul.
Dimas, Tarcisio, Faustina, Julia, Mónica y Dora se van al parque natural que este pueblecito tiene, con muchos árboles, columpios y prados de hierba y margaritas blancas. También tiene una fuente de agua fresca, que origina una charca en el prado, en ella viven muchas ranas que rompen el silencio con sus roncos cantos.
Por las tardes después de comer, todos juntos se van al nacimiento de un río, que nace en una garganta entre dos montañas, llamadas: Semillera y Nebraleja. Por estas montañas hay muchas cabras montesas y cervatillos que bajan a beber agua en el río, los niños juegan con ellos y se lo pasan muy bien, también les gusta coger zarzamoras y llevárselas a sus abuelitos.
Una mañana de las vacaciones fueron todos al parque a jugar al futbol, y a columpiarse en los columpios, después se acercaron a la charca para ver a las ranas y jugar con ellas. Vieron una pequeñita estaba muy triste y le preguntaron: ¿Qué te pasa ranita? ¿Por qué estas tan triste?.
La ranita les contesto: Unos niños muy brutos me cogieron para jugar, me hicieron daño y estoy malita. Entonces la ranita se puso a llorar y a los niños les dio mucha pena.
Amadeo le dijo: No llores ranita, nosotros te ayudaremos, dinos como te llamas.
La ranita respondió: Me llamo Saltarina, no tengo padres, porque murieron atropellados por una bicicleta que conducía un niño, atravesó la charca con ella y los atropello, quedándome solita.
Carlos contesto: Bueno Saltarina no te preocupes si quieres te vienes a vivir con nosotros, a casa de los abuelitos, serás nuestra amiguita, te cuidaremos bien y veras que bien nos lo vamos a pasar.
Saltarina dijo: Sí, me iré con vosotros, aquí estoy solita y soy muy pequeñita, si no me voy con vosotros me pasara como a mis padres: moriré, pero decidme que pasara cuando terminen las vacaciones de verano, y volváis al colegio, ¿con quien me quedare?. Amadeo le dijo: Te quedaras con los abuelitos, ellos son buenos y cuidaran de ti hasta que nosotros volvamos, los fines de semana y las vacaciones. Entonces cuando estemos en el pueblo, te cuidaremos, te enseñaremos a leer, a escribir y también haremos muchas excursiones.
La ranita derramaba lagrimas de alegría y saltaba alrededor de sus nuevos amigos, Faustina le dijo a todos: Es hora de volver a casa, los abuelitos nos esperan, estarán preocupados, así que cojamos a Saltarina y a casita.
Amadeo contesto: Esperad cogeré un cascaron de nuez de este nogal, le pondré una poquita de agua y meteremos a Saltarina en él, y nos iremos a casita.
Así lo hicieron y todos marcharon a casa, iban todos muy contentos y Saltarina muy fresquita en el cascaron de nuez con agua. Cuando llegaron a casa de sus abuelos, le dijeron a su abuelita: Abuelita, traemos una ranita, se llama Saltarina, queremos que nos dejes tenerla aquí en la casa, porque si la dejamos en la charca se morirá.
La abuelita les dijo: A mí no me importa que la ranita este con nosotros pero corre peligro, porque nuestro gato Rufino se la puede comer.
Es verdad dijeron todos a la vez, Carlos dijo: ¡Qué podemos hacer, Dimas contesto el primero: Abuelita podemos lleva a Rufino a la casita vieja que tienes, allí hay muchos ratones y no pasara hambre, y Saltarina estará a salvo!"
Sin embargo Dora dijo: ¡No!, no os da pena que Rufino se coma los ratoncitos con lo bonitos que son, si Rufino se come a los ratoncitos quien nos traerá regalos cuando se nos caigan los dientes.
Entonces Felipe dijo: Dónde dejaremos a Saltarina, si la dejamos aquí Rufino se la comerá.
La abuelita que los escuchaba les dijo: Mirad, en la terraza grande podéis poner la piscina pequeña de Dorita, en medio de ella ponéis el tiesto de la palmera, unas piedras a su alrededor y la llenáis de agua la piscina, así parecerá una pequeña isla, en ella metéis a Saltarina y estará tan contenta porque tendrá agua, sol y sombra con la palmera, y así Rufino no podrá comerse a Saltarina porque no le gusta el agua. Yo le echare comida de peces y crecerá mucho, vosotros tranquilos que Saltarina estará muy a gusto, y cantara su croar. Cuando vosotros vengáis los fines de semana jugareis con ella y cuando sea mayorcita la llevareis de paseo a la charca.
Todos hicieron palmas a la abuelita y la ranita cantaba con su croar. Todos se fueron a arreglar la piscina para que Saltarina tuviera su hábitat. Pasaron los días y Saltarina creo mucho, los niños se preparaban para el colegio. Las vacaciones terminaban y tenían que marcharse a la ciudad, los fines de semana iban al pueblo, hacían sus deberes y enseñaban a Saltarina a leer y escribir después se iban a jugar al parque, la ranita se bañaba en la charca y saludaba a sus primas las ranitas. Terminada la mañana volvieron a casa a comer y ver dibujos animados, cuando pasó el calor y la tarde refrescaba salieron al patio a jugar de nuevo se lo pasaron muy bien y eran muy felices. Así fueron pasando los días y llegaron las fiestas del pueblo.
En las fiestas hay muchos concursos de niños, participaron todos y ganaron muchos premios. David le dijo a Saltarina: A que concurso te has presentado. La ranita Saltarina contesto: Me he presentado al concurso de la canción, he compuesto una letra para vosotros. Llegó el día de concursar y Saltarina canto así:
Esta canción esta dedicada a los abuelitos y a mis amiguitos, a todos les quiero mucho croac, croac, croac. Yo ya no croqueo porque me enseñasteis a leer, escribir y cantar, cuidasteis de mí y yo las gracias amiguitos míos os quiero dar. Croac, croac, croac.
Ángeles Garrido Garrido
Enviado por ma.
viernes, 27 de febrero de 2009 a las 20:45
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Cuento infantil: Salmo y Salmina por Ángeles Garrido Garrido
Salmo y Salmina eran dos pececitos que hacía unos días habían nacido en la cabecera del río Blanco. Un río suave y tranquilo que nace al pie de una montaña coronada de nieve, llamada montaña de Armiño. El lecho del río es de arena blanca, y sus orillas pobladas de chopos, de arbustos con bayas rojas y zarzales llenos de zarzamoras negras.
El suelo es una alfombra verde hierba con manchitas blancas, muchas flores de vivos colores y mariposas volando alrededor de las flores. Los pajarillos haciendo sus nidos en los árboles y en los matorrales cantando sus trinos al despuntar el día.
Al caer la noche, la luna y las estrellas comienzan a despertar y brillan con luz viva y clara. Este valle es un paraíso tranquilo y hermoso que da paz y armonía. Salmo y Salmina están muy contentos y seguros en la cabecera de este río de agua clara y fría.
Salmina le dice a su hermanito: ¡Salmo no nos vallamos de aquí, aquí estamos muy bien y no corremos peligro!
Salmo le contesto: No podemos Salmina, tenemos que ir río abajo hasta llegar al mar, nuestra madre dejó sus huevos aquí para que nosotros naciéramos y ahora nosotros tenemos que ir a buscarla, darle un abrazo y quererla mucho; ella nos enseñara a nadar por el mar y a defendernos de muchos peligros que en ella hay.
Salmina le contesto: Bueno hermanito, pero prométeme que cuidaras de mí, me da mucho miedo nadar río abajo porque seguro que habrá muchos peligros y somos muy pequeñitos.
Salmo le dijo: Es verdad Salmina, es posible que haya muchos peligros pero yo soy fuerte y te prometo que cuidaré de ti, te quiero mucho hermanita.
Salmina le dio un abrazo y le dijo: Confió en ti hermanito, cuando quieras emprendemos el viaje río abajo.
Pasaron dos días, porque Salmo quería que Salmina estuviera un poquito más crecida para que pudiera nadar mejor por el río. Pasados estos dos días, comenzaron el viaje por la mañana temprano. El primer día avanzaron poquito porque tenían dificultades por ser pequeñitos.
El segundo día avanzaron más y les costo menos esfuerzo, y así día tras día fueron bajando por el río. Pero una mañana que estaba nublado y el sol no alumbraba claro se llevaron un gran susto, habían llegado a una catarata muy alta, que les dio mucho miedo. Salmo se acercó a su hermanita que rompió a llorar, la tranquilizó y le dijo: Mira Salmina no te asustes, yo te coger con las aletas de mi pecho, te abrazare y por donde más cantidad de agua caiga me dejare caer, y veras como no nos pasara nada.
Así fue cogió a Salmina con sus aletas la pego contra su pecho y descendió por donde más agua caía como dijo Salmo, no les paso nada, cayeron a una balsa grande hecha por la misma caída del agua. Salmina le daba muchos besos a Salmo y estaba muy contenta de haberse hecho daño, siguieron nadando río abajo estaban muy contentos cada día faltaba menos para llegar al mar y buscar allí a su mamá. Siguieron bajando el río y en una de sus orillas vieron lo que ellos creían una roca, Salmo le dijo a Salmina:
Mira hermanita vamos a pasar aquí la noche debajo de esta roca, aquí estaremos protegidos.
Así lo hicieron, por la mañana temprano despegaron a los movimientos de lo que ellos creían que era una roca pero se asustaron mucho cuando vieron que nadaba como ellos, era una tortuga, cuando esta los vio tan asustados les dijo:
No os asustéis yo soy una tortuga y nos os haré daño, os voy a ayudar a que lleguéis al mar porque antes de que lleguéis a ella, encontraréis muchas dificultades pero yo os ayudaré a superarlas
Salmo y Salmina se pusieron muy contentos y le dieron las gracias a la tortuga. Siguieron nadando río abajo y se sorprendieron al ver como el río se dividía en pequeños arroyos, y estos desaparecían entre la arena, Salmo y Salmina se asustaron mucho porque sabían que si el río quedaba seco ellos morirían. La tortuga los calmo y les dijo:
No os asustéis que yo os ayudare, cuando desaparezca el agua entre la arena, os meteréis debajo de mi caparazón y os llevare debajo de él hasta que vuelva a aparecer el agua, cuando esto suceda estaremos cerca del mar, y os dejare solos
Así sucedió el agua fue desapareciendo entre la arena, Salmo y Salmina ya no podían nadar, entonces la tortuga les abrió un poco el caparazón y los pececitos se metieron en él, y con la humedad que este guardaba pudieron sobrevivir hasta que el agua volvió a aparecer. Salmo y Salmina abrazaron a la tortuga y le pidieron que fuese su abuelita adoptiva, y les prometieron que un día cuando volvieran al río, la buscarían y si le hacía falta le ayudarían.
La tortuga se emociono tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas, se despidió de ellos, les dio un abrazo y se marchó sin mirar atrás. Salmo y Salmina siguieron nadando y se metieron con mucho miedo en el mar, poco a poco fueron adentrándose mar adentro, estaban alucinados al ver la cantidad de agua que había y tantos peces de múltiples colores y de formas distintas, tenían muchísimo miedo porque veían que muchos peces tenían intención de atacarles para comérselos, pero ellos los esquivaban como podían. Llegó la primera noche en el mar y no sabían donde se podían cobijar para estar más seguros. Salmo vio a los lejos algo que se movía, parecía una campana de cristal de bonitos colores, veía como se acercaba a ellos, entonces Salmo le dijo a Salmina:
Mira hermanita si este animalito nos da confianza nos cobijaremos en él y pasaremos la noche seguros y tranquilos.
Salmina miró a su hermanito con ojitos asustados pero también con confianza, sabía que su hermanito era muy inteligente y muy valiente, ella le dijo: Hermanito haré lo que tu me digas.
Salmo abrazo a su hermanita mientras esta criatura en forma de campana se iba acercando a ellos, les abrió sus tentáculos para que entraran en su interior, ellos entraron y se encontraron allí más seguros.
Esta campanita los miro con cariño y les dijo: Soy una medusa y embellezco al mar, mirar que hermosa soy, no soy mala sólo me defiendo cuando me atacan, no tengáis miedo de mí, yo os protegeré durante la noche. Ahora decidme quien sois y como os llamáis.
Salmo le contesto: Mi hermanita se llama Salmina y yo Salmo, nacimos en el río Blanco que nace en la falda de la montaña Armiño, venimos a buscar a nuestra madre que esta aquí en el mar, tenemos muchas ganas de verla y abrazarla.
La medusa les dijo: Vuestra madre esta en el fondo del mar, mañana cuando salga el sol, yo os diré por donde tenéis que ir a buscarla, le dará mucha alegría, porque sabía que ya habríais nacido y que vendríais a buscarla, ahora ya debéis dormir y descansar, para que mañana podáis ir a buscarla, acercaros a mí, os daré un besito y a dormir.
Salmo y Salmina recibieron los besos de la medusa, ellos se abrazaron, se dieron las buenas noches y se pusieron a dormir. Al día siguiente al salir el sol, la medusa despertó a los pececitos y les dijo:
debéis marcharos a buscar vuestra madre. Bajareis al fondo del mar donde encontrareis un arrecife de corales, por aquel paraje entre los huecos y las algas, encontrareis a vuestra madre, la conoceréis por su belleza, elegancia, y por nueve manchas o lunares que tiene por su costado, pero fijaros bien en uno de sus lunares, es de color salmón por este lunar la conoceréis.
Salmo y Salmina obedecieron a la medusa, bajaron al fondo del mar hasta llegar a él, vieron muchos peces unos muy grandes que parecían monstruos, pasaron mucho miedo, Salmina se cogía a su hermanito y este con cariño le decía:
No tengas miedo Salmina, no nos pasara nada.
Salmina se animaba un poquito. Ya llegaron al fondo del mar, se quedaron alucinados al ver los corales, tan preciosos y las algas tan bonitas, aquel lugar parecía un hermoso jardín también había muchas estrellas de mar y muchos animalitos por la arena. Les llamo la atención un cangrejito ermitaño muy pequeñito que se había apropiado de una concha que no era suya, allí estuvieron un ratito recreándose en todo cuando había, estaban alucinados porque nunca habían visto nada mas hermoso. Los dos se miraron y se dijeron: Debemos seguir buscando a nuestra madre y así lo hicieron, empezaron a nadar de nuevo.
Serían las doce y ya estaban cansados. Salmo le dijo a Salmina: Vamos a aquella roca grande, parece que se ve una cueva, allí descansaremos un poquito. Así lo hicieron entraron en la cueva, se sorprendieron al ver muchos peces hermosos como la medusa les había dicho.
Pero sólo había uno con el lunar salmón, y uno de los peces que allí había la llamo por su nombre, le dijo: Rosanna tenemos visita, dos peces pequeños muy bonitos.
Rosanna miraba a todas partes buscándolos. Salmo y Salmina se quedaron sin aliento sin duda estaban viendo a su madre, temblaron de emoción, se acercaron más a ella y la miraron con lágrimas en los ojos. Rosanna los vio y dio un grito de alegría, diciendo: Mis hijitos.
Se acerco a ellos, les miro el lunar que ellos también tenían más pequeñito. Emocionada les dijo: Sois mis hijos, lleváis el lunar de familia, estaba esperando vuestra llegada, que alegría tan grande me habéis dado, ya no nos separaremos nunca más, estaremos los tres siempre juntos.
Se abrazaron con cariño más tranquilos, después de este primer encuentro Rosanna les dijo: Mirar mis queridos hijitos os enseñare muchas cosas que hay aquí, en el fondo del mar, entre ellas muchas grietas para que en ellas podáis descansar y protegeros de muchos peligros que acechan en la mar, hay muchos peces más grandes que vosotros de los que tenéis que tener mucho cuidado porque os pueden hacer mucho daño. También os enseñare todas las maravillas que hay aquí y cuando pase el tiempo que debemos estar aquí en el mar volveremos otra vez al río Blanco.
Así que desde este momento Salmo y Salmina comenzaron a vivir con su madre en el mar y con ella a conocer todos sus secretos y belleza. Fueron pasando los días y los meses, Salmo y Salmina crecían rápidamente, habían aprendido mucho con su madre y sabían defenderse de los peligros. También tenían amiguitos, se llamaban: Coralino, Azulino y Estrellita. Hacían excursiones y jugaban con ellos. Un día su madre Rosanna les dijo: Niños ya va siendo hora de irnos al río Blanco.
Salmo y Salmina se lo comunicaron a sus amigos y estos decidieron irse con ellos, ellos eran huérfanos no tenían madre, su madre fue presa de un tiburón, así que todos juntos partieron hacia el río. Dejaron el mar y emprendieron su viaje río arriba, llegaron al río en un día soleado, iban muy contentos les gustaba mucho las frías aguas del río, saltaban y brincaban como corzos, Salmina se hizo daño en la cola y Azulito en un ojito, tuvieron que descansar dos días para curarse y poder seguir nadando, ya mejores siguieron su viaje, a los pocos metros vieron en la orilla del río a la tortuga, la vieron muy triste y decaída. Salmo y Salmina al verla: Abuelita, ¿qué te pasa, estas enferma?.
La tortuga los miro y les dijo: Estoy muy enferma, tengo una patita herida y no puedo andar, no puedo buscar comida y me encuentro muy mal.
Salmo y Salmina corrieron hacia ella, la abrazaron y le dijeron: No te preocupes, nosotros te traeremos comida y te cuidaremos como tú cuando nos cuidaste a nosotros hace tiempo.
Al oír esto a la tortuga se le llenaron los dos ojos de lágrimas, estas cayeron en la herida de la abuelita quedando curada. También le llevaron comida y pronto se recupero la tortuga.
Rosanna les pregunto si la tortuga era su amiga, y ellos le contestaron: No mamá, no es nuestra amiga sino nuestra abuelita adoptiva, ha sido muy buena con nosotros y como a ti la tenemos que cuidar y querer.
Rosanna se emociono mucho al ver lo buena que era lo tortuga y lo buenos que eran sus hijos. La tortuga lloraba de alegría al verse protegida y querida por lo pececitos. La mamá Rosanna les dijo: Bueno debemos seguir nuestro camino para llegar a la cabecera del río.
Salmo y Salmina ayudaron a la abuelita tortuga a entrar en el río y todos siguieron el camino despacio. Pronto llegaron donde se dividía el río en arroyos y desaparecía, pero en este viaje tuvieron suerte, hubo una tormenta y el río creció tanto que no desaprecio y ellos aprovecharon para pasar nadando este tramo. Siguieron nadando río arriba, a veces descansaban un poquito y jugaban todos menos Rosanna y la abuelita tortuga que al lado de una roca descansaban y hablaban de su vida pasada. Pasado un tiempo mamá Rosanna llamó a los pececitos y continuaron su viaje.
Pasados dos días llegaron a la catarata, de nuevo los pececitos se asustaron y preguntaron: ¿Cómo subiremos la catara? No podremos hacerlo de ninguna forma mamá.
Rosanna les contesto: No os preocupéis, yo conozco un pasadizo por donde podemos subir, venid detrás de mi.
Rosanna se fue a la pared de la catarata y busco una grieta que había, entraron por esta grieta, la cuál tenía mucha agua que se filtraba del río. Por ella subió Rosanna y tras ella los pececitos y la abuelita tortuga a la que ayudaron todos a subir. Después salieron todos al río estaban muy contentos al ver como habían subido tan fácilmente la catarata. Ya estaban en la cabecera del río Blanco, en el valle de la montaña Armiño.
Rosanna les dijo: Aquí ya no corremos peligro, sólo debemos tener cuidado de los pescadores de caña, debéis tener mucho cuidado cuando veáis algo en el agua que brilla como la plata no os acerquéis, es un anzuelo para que piquéis, tened mucho cuidado y esconderos hasta que estos pescadores abandonen el río.
Los pececitos prometieron que así lo harían. Salmo le dijo a su hermanita y a sus amigos: Veniros conmigo vamos a dar un paseo y a divertirnos un rato en estas frías y tranquilas aguas.
Así estuvieron un tiempo pasándoselo muy bien, y sin darse cuenta los pececitos se estaban enamorando, una tarde Salmo le dijo a Estrellita: Estrellita me gustas mucho, yo te quiero, y quiero que seas mi compañera.
Estrellita se sonrojo y con los ojitos bajos le dijo: Yo también te quiero mucho Salmo y quiero ser tu compañera.
Lo mismo ocurrió con Azulito y Salmina, los cuatro muy contentos se dieron un abrazo, eran muy felices. Rosanna y la abuelita tortuga derramaban lágrimas de felicidad. Estuvieron un tiempo pasándoselo muy bien en aquel remanso de paz. Un día Salmina y Estrellita le dijeron a Salmo y Azulino: Debemos poner nuestros huevos y vosotros debéis ayudar a abrir el surco para enterrarlos.
Ellos muy contentos abrieron el surco y ellas pusieron los huevos, después ellos los enterraron. Rosanna les dijo: Ya habéis cumplido con vuestro deber, ahora debemos volver al mar.
Salmo le dijo a la tortuga: Abuelita vendrás al mar con nosotros, nosotros te cuidaremos, ya eres mayor y no te puedes quedar aquí sola en el río.
La tortuga se sonrío feliz, se abrazaron todos y emprendieron el viaje río abajo, lo hicieron sin problemas igual que lo subieron. Cuando llegaron al mar, Rosanna les dijo a todos: Nos vamos al acantilado allí nos cobijaremos en las rocas y la abuelita tortuga podrá tomar el sol cuando quiera fuera del agua.
Eligieron este lugar como su hábitat, y allí vivieron bien, una mañana temprano llegaron muchos pececillos, ya habían salido de los huevos que Salmina y Estrellita habían depositado en la cabecera del río Blanco, eran muy inteligentes, salvaron los peligros que había en el río y llegaron al mar sin problemas. Los pececillos al ver a sus padres y a sus abuelas les dio una alegría inmensa, se abrazaron todos y fueron muy felices.
Ángeles Garrido Garrido
Enviado por ma.
viernes, 27 de febrero de 2009 a las 19:39
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