Arquitectura rural en Chercos.

Dada la reciente fundación del nucleo poblacional, algo más de 60 años, no es posible encontrar exponente alguno de Patrimonio Histórico dentro del casco, si bien gran interés merecen los cada vez más escasos ejemplos de arquitectura popular, que todavía hoy pueden contemplarse en las cortijadas que ascienden por las márgenes del río hasta el pueblo "Viejo". Se trata de una tipología edilicia muy relacionada con la de las vecinas Alpujarras. Desafortunadamente para la supervivencia de estos registros de interés etnográfico, los remozados a los que están sometidos desde hace algunas décadas son poco respetuosos con los caracteres vernáculos. Mejores y más abundantes manifestaciones de esta arquitectura rural las podemos ver en el nucleo histórico, origen del municipio, a 4 km. de la población moderna. Hoy día no persiste ninguna versión purista, pero se tiene constancia por tradición oral que las fábricas tradicionales integraban una o dos plantas cubiertas de pizarra o esquistos (que aquí llaman aleros) normalmente de una sola vertiente. Los muros de carga, de 60 cm a 1 m de espesor, se levantan en mampuesto de piedra y barro, o piedra seca para los corrales y recintos anejos al domicilio, afirmando las esquinas con un basto sillarejo. Los pisos se asolan habitualmente con amplias losas de piedra (esquisto), o bien se nivelan reyenando con piedra y tierra para terminar estucando el suelo con morteros de yeso a los que se les da lustre por bruñido y por impreganción de sustancias grasas. Los forjados, siempre se ejecutan en una sólida trabazón de yeso y barro sobre cañamazos superpuestos a vigas de madera sin escuadrar (colañas). Esta estructura portante siempre queda visible desde la planta baja y recibe a lo sumo una capa de lechada de cal para su terminación. La comunicación de los dos pisos se hace posible a través de una angosta y empinada escalera de madera y cañizo perfilada con una mezcla de yeso-barro y revocada con yeso. Por último, la misma solución del forjado se emplea también para la cubierta, ahora con una ligera inclinación, soportando las filas de empizarrado, cuya estabilización no implica uso de mortero alguno, sino que queda trabado por su correcta disposición y efecto de la gravedad. A menudo se colocan piedras de pocos kilos para asegurar el conjunto ante el empuje del viento. Los vanos, asimétricos y sin un orden determinado, se adintelan con una gruesa losa de mármol o piedra caliza, y las menos veces con una breve colaña de encina. El uso de la cal se limita casi exclusivamente al revestimiento de los muros, aplicada en forma de lechada y con la incorporación eventual de algún potenciador óptico del blanco como el azulete o añil. No está normalizado el empleo de pigmentos para colorear la lechada, teniendo en cuenta el área de influencia cultural de los pueblos blancos. Esta capa se renueva cada cierto tiempo (5 años) siendo característica la superposición masiva de estratos sin descortezar. El uso de la cal está justificado por su relativa imperveabilidad (que proteje el barro de rejuntado), su acción aseptica y la reflexión de la luz que permite mantener temperaturas suaves en los intesos veranos meridionales. A esto último también contribuye el material de rejuntado (barro crudo) que es un mal conductor térmico. Los paramentos interiores se resuelven con revocos de yeso o simplemente encalando la piedra vista.

Una circunstancia bastante común, determinada por la orografía, dota de mayor singularidad a buena parte de las casas: la adaptación a los desniveles mediante la división de distintas estancias con diferentes alturas, comunicadas entre si mediante escaleras (planta orográfica). Toda cocina se dotará de una chimenea con lumbre a ras de suelo y bocel de barro entramado y enyesado, sostenido por la clásica colaña. Las más refinadas podrán tener una cornisa y perfiles de yeso pintadas con lechada de cal. No podemos dejar de referirnos a las clásicas alacenas, cajeadas y revocadas en el muro de fábrica. En el mayor de los casos este nicho se cubre mediante cortinaje ocultando su interior, pero las más refinadas se cerraban con carpinterías acristaladas. El resto de carpinterías de lo blanco son de factura muy sencilla y funcional. No es habitual enmarcar las puertas y ventanas, que se cierran con hojas confeccionadas a partir de tablones de gran espesor. En algunos casos se remachan con clavos de forja dotándolas de un ornato rústico, pero en realidad su presencia obedece al ensamblaje y estabilización de las piezas leñosas que forman los paneles. En puertas y ventanas pueden abrirse pequeños postigos. Las primeras además tienen el batiente dividido verticalmente para poder ventilar o vigilar sin permitir el acceso y pueden tener orificios para la entrada de animales domésticos. La división o estructura de una casa típica puede resumirse en la siguiente relación.

Planta baja: alcobas, corrales y cocina
Planta alta: cuartos de aperos y despensa/cámara de oreo

Los Cortijos integrarán además una pequeña tierra de labor o huerta, con hortalizas y frutales, y en el mejor de los casos pozo o noria de tracción animal, completando los ingenios hidráulicos con la imprescindible balsa de agua para el riego.

sábado, 22 de mayo de 2010 a las 17:45
Enviado por rubén